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Me esperanzaba al pensar lo repetitivo de las cosas. El juego comenzaba otra vez. Para jugarlo eran necesarios una parte del ser humano (no sabría precisar cuál) y mucha dinámica. Se trataba más o menos de uno sustentarse erguido por sobre el terreno. Luego, si los vientos no lo derribaban ni la sustentación le fallaba, habría que empezar el trabajo de coordinación del juego. Ésta era un factor esencial. Se trataba de transmitir toda clase de nueva información al centro de datos que la procesaba y tratando de no perder el sustento -porque a veces el centro de datos fallaba- se traducían los movimientos en el espacio o el plano (no recuerdo aún).
Terminaría por ser el juego más reproducido de la vida humana. Ninguno vendía tanto, ni Monopoly ni Scrubble podían competir. Era un gigantesco monopolio que el juego acaparaba. La gente comenzó a recrear una paranoia en torno al juego. Temían no poder jugarlo, no poder ganar o simplemente ser eliminados y por ende objetos de burla social. El adoctrinamiento que provocaba a escondidas era de dimensiones desconocidas. Lo comenzaban a implementar al año de edad aproximadamente. Algunos más; otros, menos. La victoria en el lapso más corto de tiempo era lo que se buscaba. A la larga, muchos de los que desertaban triunfaban pero sin reconocimientos. Se veían largas aglomeraciones de personas como eslabones de una gran cadena esperando por jugar el juego en sociedad.
Caí en una peripecia, me topé con una larga fila de matrimonios con sus hijos esperando para jugar. Un enano vestido como bufón aguardaba frente a un cartel cobrando el arancel para poder jugar. He perdido la cuenta de las veces que he jugado el juego. El enano efectúa un gesto amigable y yo procedo con mi caminata urbana.
No se jugaba dentro de edificios, si no que el ámbito propicio era el mismísimo medio. Sólo una superficie rugosa por la cual deslizarse sin resbalar era necesaria. Muchas veces me pregunté: ¡Caramba! ¿Dónde está el negocio? Sólo mis padres han conseguido darme la respuesta. Era una especie de apuesta, con las entradas se generaban las ganancias del juego. Las cuales cincuenta por ciento eran para el ganador de turno y el treinta por ciento se utilizaba para gastos generales, empleados e impuestos. El veinte por ciento restante era la ganancia real que percibían los patrocinadores.
Por recomendación de mis padres me he recibido con honores de genetista. Hace pocas semanas una señora embarazada acudió hasta mí para rogarme que cambie el mapa genético de su bebé y este pueda nacer con cualidades innatas deportivas superiores al de los comunes. Cuando pregunté a qué se debía tal situación ella me dijo: Es que tenemos que ganar el juego. Me espanté, di un salto hacia atrás y derribé una estantería. Corrí por los pasillos del hospital y luego por los senderos de la calle hasta llegar donde el juego se efectuaba.
El juego estaba creando monstruos, los mapas genéticos de los niños estaban siendo alterados y comenzaban a nacer mutaciones. Había una nueva clase de individuos. La brecha cada vez se hacía más ancha. Las familias destinaban todo su ahorro a la modificación genética de sus hijos por nacer. Mi padre me había hablado de niño de que este inconveniente podía presentarse.
Me pregunté qué pasaba entonces con quienes no podían acceder al cambio genético o quienes perdían el juego, ya que todos los niños antes de cumplir su año de edad debían jugar el juego por un decreto del presidente quien era el patrocinador principal y creador. Encontré la respuesta en un panfleto que recogí del suelo. Me horroricé. Sólo los ganadores tenían derecho a permanecer con su familia en sus casas y llevar una vida normal. El resto estaba condenado a una vida en un campo de concentración de los suburbios trabajando de sol a sol para el gobierno. Eran perdedores.
Me llamó la atención la soledad del hospital. Yo era el único doctor. La sociedad antigua había envejecido. Sus hijos habían jugado el juego y la mayoría estaban relegados en campos de concentración. Se comenzaba a instaurar una sociedad con aquellos que habían ganado el juego, sólo ellos tenían el derecho de seguir con sus vidas normalmente. Eran ganadores. Nuestro país se volvió deportista por excelencia. En cualquier competencia que nos presentábamos resultábamos triunfadores. Éramos la sede de las próximas olimpíadas.
Quedamos entonces los profesionales de la antigua sociedad, debido a que en la nueva sociedad eran puros deportistas y ninguno se doctoró porque la fama y el dinero que redituaban las competencias los mantenía. Todo esto mientras los condenados desde el principio seguían trabajando para poder alimentar a los deportistas y fabricando las piezas que necesitaban diariamente para subsistir.
Tenía que detener el juego. Luego de sortear al enano entré en la recta final. En teoría sabía de qué se trataba el juego, pero nunca había logrado verlo en vivo. Es más, yo no había jugado nunca. Mis padres no me dejaron por protegerme supongo. Quizá era demasiado débil. Entonces vi, se trataba de una carrera de bebés de menos de un año. Primero debían mantenerse erguidos y luego comenzar a caminar, aunque los más capacitados ya corrían. Aquellos que estaban modificados esgrimían la tonalidad de sus músculos y generalmente el triunfo de la carrera quedaba ligado a esta elite con más posibilidades.
No encontré a mi padre. Hacía tiempo que no lo veía. Me comentó de su nuevo trabajo y se fue. Al verlo otra vez me sorprendí. Una horrible banda presidencial colgaba por sobre su pecho…

Texto agregado el 24-12-2005, y leído por 209 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
13-01-2006 5* GEHENA
12-01-2006 Genial!! Un cuento de un futuro que ya casi se nos está viniendo encima. Buen final. loretopaz
28-12-2005 La trama y el suspenso me parecen bien trabajados.. en resumen un buen cuento.. ***** gracias por la invitacion julex
26-12-2005 Fedesao: Fascinante. Por un lado, ciencia-ficción. Por el otro lado, metáfora. Un toque de crítica social. Buen lenguaje, trama bien desarrollada, personajes bien delineados y ameno, se lee fácil. ¡Muy bueno! Un placer leerlo, en serio *****. Luis Videla simon_paterson
26-12-2005 Muy bueno, realmente una visión clara de los competidores. Saludos aleatilio
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