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Le tocó a Manuel. Sintió como su alma se despegaba del cuerpo y se estaba dando cuenta de lo que estaba sucediendo. Adquirió altura y vio desde arriba su cuerpo rodeado por un enorme charco de sangre. Vio gente gritando a su alrededor. Quería decirles que no pasaba nada, que se encontraba bien, pero la gente se tomaba la cabeza con sus manos y lloraba. El conductor del automóvil que lo embistió se golpeaba su cabeza contra el techo del mismo. La sirena de la policía y la ambulancia anunciaban una tragedia que él no vivía. Cuando vio a sus familiares cerca, le dieron ganas de volver a su cuerpo, pero era tanta, tanta la tentación que sintió de gozar del bienestar inexplicable que sentía, que no tuvo poder de decisión en esos momentos. Se fue.
Supo que era igualito a como lo cuentan algunos: viajas por un túnel, escuchas los colores, oyes los sonidos, y los sentidos te dan un efecto parecido al de estar volando similar al que produce el LSD.
Pero:
¿Hacia dónde se dirigía?
¿Cuál era el final del túnel?
No lo sabía. Continuaba dejándose llevar por aquella magia que lo hacía volar.
Pudo apenas ver al final del túnel una luz que a medida que se acercaba, la misma iba tomando brillo, hasta el punto de cegarlo totalmente, y perdió absolutamente cuanto le quedaba de conciencia.

……………………………

Sin saber porqué, apareció frente a él, sentado en un gigante trono y con voz de viento, un señor vestido de blanco; y él, atemorizado sentado en un pequeño banquillo a la espera de las palabras del hombre que tenía a su frente.
- Manuel- dijo el hombre – Estás en el día del Juicio Final
A Manuel le entró aquella humanidad que le recordaba que debió rendir examen en su casa portándose bien, en la escuela para pasar de clases, en el liceo para aprobar sus materias, en las solicitudes de trabajo, en sus idas al médico, en fin… en todo; y ahora que se había muerto, otra vez rendir examen.
- ¿Cuál es el sentido de la creación del hombre si para todo tengo que rendir examen?
- Debes ser juzgado por Dios
- ¿Tú eres Dios?
- No… primero pasas por mi examen. Luego, si te apruebo, pasas a Dios.
- ¿Y en qué consiste el examen?
- Simple… Te mostraré imágenes de tu vida y tu dirás y explicarás por qué las has hecho.
Y comenzó en una gran pantalla sobre una nube, similar a un film con presentación estelar, a transcurrir algunos momentos de la vida de Manuel.
Comenzó apenas cuando era muy pequeño. La imagen mostraba a un niño quedándose con unas monedas del vuelto que correspondía al sobrante del dinero con el que sus padres lo enviaron al almacén.
- Explícalo- dijo el hombre sentado con tono autoritario.
- ¿Esta inocentada es mala? ¿Qué niño no lo ha hecho alguna vez?. No puedo creer lo que estás preguntando. ¡No puede ser esto parte del juicio final! .
- Es parte del mismo, por eso explícalo.
Y Manuel, contrariado en demasía, y asumiendo que era su último juicio, consideró que al fin y al cabo no tenía más nada para hacer, y su tiempo se había terminado, así que intentaría explicarlo de la mejor manera posible para salvar su examen. Después de todo, eso era: un examen. Y debía salvarlo si quería que su alma descansara en paz.
- Fue un momento inocente –murmura Manuel-. Sólo quise tener algunas
monedas disponibles para poder comprar las figuritas que estaban de moda. No tenía mala intención, ni noción de robo. Mal podría robar a mis padres!. Fueron ellos quienes me educaron, me alimentaron y me dieron el amor que me hizo comprender lo que es la familia!. No. No robé.
- Sí. Robaste. Tengas la edad que tengas, no hay diferencia con lo que hace
cualquier persona que se apropia de algo ajeno. Has robado
- ¿Cómo Usted va a tipificar un delito de robo a un niño?. Además: es inimputable. Si observa el Código Penal consta a texto expreso.
- Esa es la justicia humana. ¡Yo soy Juez Divino!
- Pero es injusto
- No. Injusto para ti. Pero es Justo. Has robado. Has reprobado la primera pregunta.
- No puedo resignarme a tal tontería!
- No te pido que te resignes. Aquí quien manda soy Yo.
Manuel quedó más contrariado que al principio. Sintió la misma sensación que vivía cuando algún profesor le hacía preguntas que tenían clara intención de “bocharlo” en sus estudios.
Tuvo ganas de reventar al hombre. No le tenía miedo, y se sentía vilipendiado en su dignidad. No podía jamás entender que toda la vida hubiese sido creyente para llegar a este momento de esta forma. Pero el examen debía seguir. Por ahí se le daba alguna buena.
- Continuemos.
- Bueno… está bien. Acepto los cargos -dice Manuel intentando ablandar aquella dureza que lo estaba interrogando. Su inteligencia le decía que si lograba tocar el corazón del inquisidor, éste sería más bondadoso con él, cual profesor que siente preferencia por un alumno.
Pasa una segunda imagen sobre su vida terrenal. Aparece Manuel teniendo relaciones sexuales con una prostituta en su adolescencia.
Le causó enorme vergüenza. Se indignó.
- ¿Qué es esto? -preguntó con tono amenazante
- Eres tú
- Esa es mi intimidad -retrucó-.
- Justamente de eso se trata.
La ira comenzó a provocar latidos más fuertes en Manuel, y su corazón que bombeaba más fuerte lo estaba llenando de indignación.
- Todos hemos hecho eso. Saca esas imágenes.
- No… Se trata de juzgarte!
- ¿Y qué?… ¿Estás loco acaso?. ¿Nunca lo hiciste en tu vida terrenal?
- No tuve vida terrenal
- Entonces no puedes juzgar a un ser humano
- Si que puedo. Para eso estoy.
- Eso es propio de la adolescencia. Dios nos hizo hombres y mujeres, y nos dio sexo. Para algo es…
- Para procrear - dice el hombre
- ¿Procrear?. ¿Crees que voy a procrear con una prostituta a quien no conocía?
- Entonces no debiste haber mantenido esas relaciones.
- Basta. Basta. -Mezcla de temor reverencial y rabia terrenal- No me hostigues más.
- Has reprobado tu segunda pregunta.
- Está bien –dice Manuel ya resignado- mándame al infierno.
- Falta aún.
Entonces si faltaba aún, era porque aún tenía probabilidades de salvar el examen. Lo que razonó le dio una luz de esperanza.
Y aparece una tercera imagen.
En ella aparecía Manuel trabajando en un día normal, llegando a su casa, saludando sus niños y compartiendo la televisión con ellos.
- ¿Qué tiene de criticable eso?
- Nada…
- ¿Entonces? … Eso me favorece. Fui un hombre bueno y de la familia, no tuve vicios ni hice nada que contrariara las buenas costumbres.
- Es verdad que no hiciste nada
- Justamente eso te estoy diciendo. No hice nada!
- Eso es lo criticable
- Nooo… espera un poco. No puedes sacar conejos de la galera sólo para contrariarme, al final voy a creer que Dios es injusto.
- Yo no soy Dios
- ¿Y qué estás haciendo aquí, acosándome con preguntas?
- Veremos… a cuantos vienen le sucede lo mismo. Cuando les muestro las imágenes de su infancia, aducen que eran chicos; cuando les muestro imágenes de su adolescencia, aducen que eran muchachos, y cuando les muestro imágenes de su adultez, aducen que obraron bien. Y obrar bien no sólo significa cuadricularse en una rutina, porque no desconozco el amor por tus hijos, pero sé cierto que pudiste estar con ellos más tiempo, que fuiste ambicioso y complaciente para lograr bienestar económico, fuiste honrado en el aspecto de no quedarte con nada ajeno, pero no fuiste honrado cuando tuviste más que los demás y no lo compartiste. ¿Qué sientes cuando ves morirse un hombre de hambre?
- Nunca vi un hombre morirse de hambre. Sólo por televisión.
- ¿Y acaso la televisión era ficción?
- No. Pero pasaba en otros países.
- ¿Y no eran hombres de todas formas?
- Sí. Lo eran
- Entonces fuiste contaminándote con la indiferencia. Te acostumbraste a la insensibilidad por ver diariamente las mismas miserias, y de la reiteración de las miserias hiciste una rutina del alma.
- Es cierto. Sí. En eso tienes razón. Pero no lo he hecho con mala intención, y fuera de ello, a todos creo nos pasa lo mismo.
- Exactamente. A todos les pasa lo mismo. Vamos por el buen camino. Ahora te pregunto: ¿Está bien que un hombre se muera de desnutrición?
- NO. Bajo ningún concepto.
- Muy bien. Y ¿por qué está mal?
- Porque todos los hombres tienen derecho a la alimentación.
- ¿Dónde está escrito eso?
- Ahhh… yo que sé. Creo que en varias Constituciones y leyes
- ¿Pero tienen derecho porque está escrito en las normas?
- No… tienen derecho porque tienen derecho.
- Y cuando ves un enfermo que se muere de dolor y no tiene en su bolsillo dinero para medicamentos, ¿qué sientes?
- Indignación
- ¿Por qué?
- Porque no puede ser que alguien no tenga medicamentos para curar su enfermedad o aliviar su dolor
- ¿Y que has hecho tú para evitar eso?
- No me corresponde. Eso es tema de las autoridades.
- Vamos a razonar juntos; a ver… Si un hombre tiene derecho porque es un hombre a su alimento, y si un hombre tiene derecho porque es un hombre a sus medicinas, quiere decir que no tiene que existir ninguna ley que lo diga; o sea que simplemente tienen derecho.
- Sí.
- Entonces: las autoridades están impuestas por normas; ¿no es cierto?
- Sí.
- Entonces las autoridades no están obligadas por normas
- No
- Debo concluir al final que no corresponde a las autoridades determinar los derechos de los hombres
- Hay derechos que sí, y hay derechos que no.
- No te hablo del derecho de preferencia en el tránsito, te hablo de derechos que tienen que ver con la esencia misma del hombre.
- ¡Con esos derechos nadie se puede meter!
- Pero se han metido
- Yo no.
- Claro que sí. Si son derechos de los hombres, y tú eres un hombre, y otros hombres padecen violaciones a esos derechos, y tu contaminación por el confort y tu creencia de que el mundo se termina en tu casa tapó esa sensibilidad natural que tienes, eres culpable de que ello ocurra, por acción o por omisión, pero culpable al fin.
- Pero las autoridades son hombres también…
- Las autoridades también pasan por aquí. Voy a mandarte nuevamente a tu mundo, y de hoy en adelante no te daré ninguna orden.
- ¿Pero no me vas a enviar al infierno entonces?
- Justamente. Te voy a enviar a tu mundo de nuevo. Tu te darás cuenta lo que debes hacer.
- ¿Y Dios dónde está?
- Busca dentro de ti.
- ¿Y el infierno?
- Busca dentro de ti.

……………………………


- Cuando naciste no tenías idea. Fuiste hecho bueno. Te contaminaste con inmundicia, hiciste de los inventos de los hombres un elemento de diferencia entre ellos. Te gustaba que te vieran con el teléfono celular hablando mientras manejas. Te gustaba que te colocaran en un pedestal por sobre todos tus compañeros y hasta en tu misma familia. Tú naciste IGUAL a todos, y debiste ser IGUAL. Y ser igual no significa estar igual. También pude mostrarte cuando sacaste tres monedas del ahorro de tus padres, cuando tenías tres años, y se los diste a un niño que con la cara sucia estaba llorando en la esquina. Eras bueno. Después te pareció mal haber usado esos ahorros para ayudar al niño que lo necesitaba. Pude mostrarte mil escenas como ésa, o parecidas, y sin embargo no lo hice. Eras bueno. Fuiste ensuciándote en el estiércol de tu propia sobrevaloración; una cosa es el amor propio y otra la creencia de superioridad física o profesional. Eras Libre: fue el primer patrimonio que perdiste; cierta vez existía en un campo un espantapájaros vestido con harapos y ropa vieja, y ningún pájaro se acercaba de forma que el espantapájaros cumpliera su función, hasta que cierto día, lo vistieron con ropas nuevas y sombrero; Entonces los cuervos comenzaron a rodearlo pensando que era un hombre y lo destrozaron. Así, de esa forma fuiste perdiendo la humildad y la contemplación, encegueciéndote con la ira en lugar del impulso; con la vanidad en lugar de adorar lo necesario y en perder de vista lo imprescindible: el amor. Todo eso fue tapado por la suciedad. Todo eso fue oculto bajo un techo material que no te permitió ver el verdadero sol. Por eso; si quieres ver el paraíso, sólo respira hondo, ama, libérate y vuelve a ser un hombre libre; también llegarás al secreto de la inmortalidad.

……………………………

La imagen del hombre de barba blanca se fue desvaneciendo hasta quedar en una nube amorfa que se dirigía indefectiblemente hacia Manuel con la clara intención de abrazarlo. Así sucedió, hasta que Manuel despertó en sus sábanas blancas y en su mundo cotidiano.
Había sido un sueño. Había dormido, y pese a que el sueño le transmitió muy fuertes sensaciones, se levantó más descansado que nunca.

Desde ese día, cuando lo ven, hablan del loco Manuel.




Texto agregado el 27-12-2005, y leído por 88 visitantes. (0 votos)


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