Me sentí tan cerca tuyo
cuando transitaba por las señales celestes.
Con cerros de adobe sembrado
para esta primavera.

Me sentí tan cerca tuyo
en el recorrido de los valles de alta tensión,
la inversión de las aves en tu tierra,
en cada ola eterna de ella.

Me sentí tan cerca tuyo,
porque cerca no estaba.
Me iba acorralado por las bodegas del día
vehículos ladrillosos en campos de pies:
cosechar, no iba a.
Sendero mi reencuentro.

Me sentí tan cerca tuyo
cuando el refugio del amanecer
se detuvo en su parada,
para darme el vértigo de la inercia
floreciente y temblorosa,
con el compás transpirado del cansancio femenino.

Me sentí tan cerca tuyo
con las nubes en mis ojos.
De hoy, no de antes.
Con cada uno de sus suaves contornos,
sus piernas a cuadros
y los espacios de cielo que habitan en sus cuerpos.

Me sentí tan cerca tuyo,
tan cerca a la pobreza de mi lápiz,
a la destejida carrocería del verano inversante:
Agoto mis cercos en las palmeras de frutillas,
en los arados de regadío
y en la luz eléctrica de tus ojos.