El viaje de 222kms (que empezó a tropezones al quedarme dormido después de sonar el despertador, esos cinco minutos de rutina que se te van haciendo eternos hasta que compruebas que el autobús te ha dejado y debes abordar el siguiente a regañadientes pues la trasportadora no te reconoce el dinero del autobús anterior y además llegaras tarde a la siguiente ciudad donde tu jefe malogrado y desesperado te gritara hasta hacerte hinchar las pelotas) estaba a punto de finalizar. Aunque un tanto rutinario no había dejado de tener esas pizcas de incertidumbre, inesperadas sorpresas y el conocer a gente que al otro lado de la calle semiplana sobre la cual descansan las dos cervezas perfectamente heladas intenta persuadirte sin percatarse de quien eres.

La ciudad hasta hace poco desconocida reabría las puertas de la felicidad a una gélida semana plagada de buses y conductores que yo aun desconocía. Tres marcapasos eran sostenidos por los coterráneos de la mesa 22 que se habían quedado inmóviles tras ver pasar a la hermosa y escultural fémina que había llegado a posarse a una butaca de distancia de la mía. Tras perpleja de quedarse mirándome durante 22 segundos, aproximadamente pues no quiero mentir, giro su cabeza repleta hasta la coronilla (si, hasta la coronilla) de rizos logrados con el champú de moda que tiene perfecta fijación sobre el cabello húmedo. La pequeña cintura había llegado a aneblar la visibilidad de la despampanante rubia (que no sólo parecía ser menor de edad sino que lo era) que se encontraba sentada en el sector opuesto de la barra, ella( la rubia) que se encontraba sentada con la pequeña cabeza de jabalí a la altura de sus piernas como humedeciendo su fina y delicada piel que se perdía en el interior de su falda corta estilo colegial, sonreía para gracia de todo el que la observaba, en resumen YO.

La refractaria sobre la cual descansaban 2 aceitunas y 22 granos de maíz pira sin estallar, estaba a igual distancia de las 2 mujeres que se miraban de reojo para comparar defectos y aumentar su espíritu competitivo. Yo maldecía, mientras intentaba mirar por encima del hombro de la ensortijada mujer, mientras ella me miraba inquisidora como si yo le estuviese hurgando los pechos con lascivia y a punto de empezar a gritarme degenerado en pleno bar; deje caer a cabeza hacia atrás y me recuperé para poder beber a paso aligerado de mi traquea las 2 onzas del liquido amarillo que reposaba en el fondo del vaso largo.

Como un paso llamado a la cordura y al conocimiento de amantes desconocidos, la mujer de cabellos castaños sacó de su pequeño bolso de lana tejido una pequeña cajita de metal con cigarrillos delgados y blancos, la cual puso a la altura de mi rostro invitando a tomar uno y comenzar la conversación. Olvidé por un momento la rubia que, miraba cuidadosamente el movimiento de mis labios al aspirar las bocanadas de humo y quien tras un momento de espera sacó de su bolso de tela de Jean un teléfono móvil y salió del establecimiento, perdí el interés repentino que había mostrado hacia la mujer de tez canela y observé a la joven mujer que hablaba por celular mientras me miraba con gracia. Momentos después me incorporé a la conversación haciendo un comentario sobre el ritmo de la canción que estrepitosamente estrellaba contra las paredes del lugar.

“Laura” se marchó del bar no sin antes pagar la moderada cuenta producto de unos snack y 2 cervezas y de dejar su número telefónico escrito en papel con perfecta letra cursiva para ser entregado al extraño de cola de caballo que hablaba con la mujer de arete en la nariz y cabello rizado y castaño que estaba en la barra y a igual distancia de una refractaria con aceitunas y maíz pira.

Mientras la noche se iba consumiendo sin remedio y en los hombros de sus amigos uno a uno se iban marchando los ebrios de “El Carajo”, ella se abrigo con un diminuto suéter que parecía no alcanzar a abarcar sus pechos redondos y llamativos, marchamos por la avenida principal y poco a poco me vi sumergido en unas imaginarias sabanas desarregladas y al lado de un cuerpo sudoroso y desnudo; como en un reflejo de pesadilla de medianoche, me despedí e intenté salir corriendo en dirección opuesta, ella se agarró de mi mano, sacó un esfero y con gran rapidez garabateo en mi mano siete números y un nombre en extravagante letra imprenta.

“Ángela”me despidió con un beso en la frente y se quedó de pie esperando a que yo echara a correr tal y como 2 minutos antes lo había estado pensando, pero esta vez no corrí... sólo camine lentamente, pero hacia donde pensaba hacerlo.

En el dormitorio situado en tercer lugar a mano izquierda de los diez camarotes que estaban situados simétricamente uno enfrente del otro estaba depositado mi cuerpo que el día anterior había caído intoxicado producto del licor. La mañana afuera estaba llena de una neblina densa a causa del frío, dentro de la gran habitación una fina capa de humo de cigarrillo se levantaba hacia las luces tubulares repartidas en todo el rascacielos, en mi mente aun estaban intactos los rostros de las dos mujeres con las que había estado indirectamente compartiendo en el oscuro bar la noche anterior, al girar la cabeza y agarrar la almohada con ambas manos para resguardarme del ruido de los que conmigo ocupaban la habitación, ví caer la foto de mi mujer de la mesita de noche y comprendí que había tomado una decisión respetuosa al marcharme la noche anterior del bar, me incorporé rápidamente al escuchar el timbre de mi celular que debía estar sumergido en alguno de los innumerables bolsillos de mi chaqueta. Era ella, su voz parecía un tanto alterada al otro lado de la línea como si una bandada de patos estuviera pasando por encima de la cabaña, o como si un tren eléctrico en medio de la línea de frontera cruzara en ese momento o como si simplemente ella estuviese llorando.
-hola, ¿cómo estas?
-supongo que bien, ¿cómo va tu viaje?
-bien, lo de siempre ¿y tu? ¿Qué me cuentas?
-nada, creo que fue un error haberte llamado, hablamos luego.
-no espera, ¿qué pasa? ¿Tienes algún problema?
-mejor hablamos cuando regreses

Suele suceder que me mata la curiosidad y no soporto que me hagan esperar por una noticia mas cuando me insinúan la situación y en ese momento no era la excepción. empezaba a ponerme de mal genio ante su actitud pasiva y su misterio innecesario (por lo menos eso creía yo)

-es que ayer...
-¿Qué? ¿Ayer qué?
-ayer te fui infiel, solo quería que lo supieras y que me perdonaras

Estupefacto deje soltar un suspiro que me pareció eterno y empalidecí mientras todos se quedaron mirándome y paraban de hacer lo que estaban haciendo como si yo hubiera recibido una noticia atroz ( de hecho lo era), solté el teléfono encima del camarote y mi mente se bloqueó, pensaba absolutamente en todas las cosas y específicamente no pensaba en nada; El pito del autobús lo volvió a dar a la gente la movilidad que había perdido, incluyéndome a mí.
Las quince cabezas abordamos el auto, la radio empezó a sonar aquellas canciones que todos alguna vez hemos escuchado, conocemos y nos gustan, emprendimos viaje a nuestro ultimo día de trabajo. En cuanto descendí del autobús me di cuenta que quizá no éramos tan invisibles, tan desconocidos y observé que 2 cuadras mas abajo del teatro se extendía una fila de personas ansiosas, antes de pasar a las tablas me detuve en el hall y observé el libro de reservados 2 nombres particulares, uno en perfecta letra cursiva y otro en una extravagante letra imprenta. Comprendí entonces que mi calidad humana no depende de la calidad humana de las demás personas; pero que la vida me estaba dando una segunda oportunidad y esta vez doble.