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C.A.O.S.
Creía que hablando vivía, así pensaba sobre su pasado triste, vacío y admitía que sólo con su nefasta elocuencia gozaba de admiración. Todas las miradas a él se dirigían; el anciano del parque, la mulata fascinante del bar, el párroco y su adicción al vino de consagrar, todos en conjunto sin restricciones ni reparos se hallaban frente a él -¡Oh grandísimo Demóstenes te reto, soy el mejor de los mejores, la creatividad domina mi voluntad, soy sarcástico, no hay sandeces en lo que hablo y soy arrogante al afirmar la excelencia de mis palabras. Concubinas de "La Esperanza", alabadme, idolatradme, elevad tus miradas y doblad tus rodillas ante mí; soy grande, supero a Dios y a su cortejo de ridículos santos-.
¡Bendecidme, bendecidme!, repetía mientras elevaba sus brazos al cielo, pero nada se escuchaba, no había euforia. -¿Qué os pasa pueblo maldito?, ¿Mis palabras no os agradan?. ¡Desgraciados!. ¿Les indigna acaso mi grandeza?. ¿No les basta con mi discurso hecho en romano, egipcio y sánscrito?; he utilizado tres idiomas y ustedes ni de eso se percatan. ¡Maldición! pero es que son unos lacayos ignorantes que sólo viven para el dinero y los placeres, ¿qué van a saber sobre los faraones y sus exuberantes tumbas, de las Filípicas, del gran Herodes, de Napoleón, de mi amado Hitler?. ¡Si son ustedes unos conformistas empedernidos!-. Gritó y sus palabras resonaron con tanta fuerza que maltrataron sus oídos.
Suspiró, bajó sus manos con violencia, e incándose frente a la multitud intentó llorar con amargura, pues pensó que estaba frente a unos idiotas del año 2.196 después del C.A.O.S. (Conmoción Avanzada, Objetivo: Salvar al hombre), que poco o nada sabían de "historia", pues los documentos habían sido quemados: los niños, porque los había, sólo estudiaban las sagradas leyes de la vida y el Iris, la fuerte y misteriosa capa que impedía la investigación en el espacio, pero que emanaba fuerzas positivas y con un resplandor bello, muy bello...
Movió su cabeza con fuerza, y con un temblor intenso en sus manos cubrió su rostro. -¡Dios santo! hace unos segundos te insulté, pero ahora te bendigo y me arrullo en tu seno; no puede ser que esté pensando necedades, ¡no! lo estoy sintiendo, ¿acaso he dormido mucho tiempo?-.
Levantando sus ojos hacia la muchedumbre que le observaba inerme, lanzó una voz de auxilio que no fue atendida, y recuperando en parte la calma perdida murmuró asombrado, con sus pupilas dilatadas y con mirada extraviada -mis palabras no son entendibles a su lenguaje, sus cuerpos son blancos como la nieve y sus ojos no brillan, sólo percibo tranquilidad-.
¡Señor! y elevó de nuevo sus manos -Yo, que hace unos momentos hablaba a unos ineptos habitantes del pueblo de "La Esperanza", estoy ahora en un mundo diferente; extraterrestres no son, de hecho estoy en la tierra, pero la Oceanía ha desaparecido y el agua del mar es dulce. ¿Cómo sé todo esto? Ellos me lo han dicho, me hablan con su mente, su espíritu lo domina una fuerza suprema, a la cual no puedo resistirme, esa fuerza es maravillosa-...
Lo comprendo todo -dijo entusiasmado- no hay segundos ni minutos, todo pasa, no hay antes, no hay después; no se conoce ni el ayer ni el mañana. El espacio no es tangible -sus palabras le eran a él mismo poco alentadoras-. ¿Será éste el cielo? No, todos respiran, comen imaginariamente, sueñan, escriben, sus juegos son aparentemente normales -estaba horrorizado- sé todo sobre ellos y he visto tan poco, estoy confundido. Salían lágrimas sinceras de su rostro, lágrimas de desesperación y miedo, miedo que se convirtió en terror al ver que estaba en otro lugar y que sus piernas no habían realizado ningún movimiento. "Ahora" estaba rodeado por árboles que movían sus hojas rítmicamente, y que pensaban y sentían. Por ellos supo que el mundo, su mundo, estaba muerto, -se quedó impávido- un dinosaurio estaba ante él, dominaba su "antes" voluntad de hierro.
El dinosaurio habló en el idioma de los humanos -estaba asombrado- mas hablando con el "animal" entendió todo: El hombre como hombre había desaparecido, no habían perros ni gatos, sólo los animales prehistóricos reinaban.
Un hombre, llamado Marcotelo, ha bía cambiado desde su laboratorio la rotación de la tierra, todos habían cambiado su aspecto, otros no lo soportaron y murieron en el intertraslado, únicamente él estaba con apariencia humana, por su fuerza de espíritu, por su inalterable lealtad a sus principios, por ser de rudo carácter y corazón de piedra.
Conviviría con seres del pasado y del futuro en un mundo donde sólo existía el "ahora". Ese científico admirable, pero a la vez por él aborrecido, había salvado al hombre de su enemigo más cruel, de sí mismo; para lograrlo, lo había enviado al pasado, (allí la maldad apenas empezaba) con características físicas del año 2050 donde el conocimiento impedía que la impaciencia por alcanzar la excelencia limitara la tolerancia. Un mundo de matices rosas a su parecer, pero cuerdo, porque el hombre era sabio, con un espíritu noble, sincero y capaz de vivir en paz.
Ahora sólo le quedaba adaptarse a este nuevo mundo y vivir en aquel estado de contrastesj donde se vive más, cada vez que muere dentro de sí el apego por el existir.

Texto agregado el 02-01-2006, y leído por 147 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
23-05-2006 Es ineteresante, aunque algo largo, pero sutil... como todo, es tu quehacer, amigo cuentero, cuanto os aprecio... TSFSXUE Xue
 
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