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Fascinacion

Nisi purgatum est pectus, quae praelia nobis
Atque pericula tunc ingratis insinuandum?
Quantae conscindunt hominem cuppedinis acres solicitum curae?Cuantique perinde timores? Quidve superbia, Spurcitia, ac petulantia, quantas efficiunt?
Quid luxus, desidiaeque?

Lucrecio V


I

Hace apenas un año, terminé mis estudios universitarios de medicina humana y hoy en día, me encuentro desempleado y con bastante tiempo de sobra. He pensado en toda especie de acontecimientos futuros, soy sincero, mi extrema ociosidad, me ha llevado a imaginar las más fantásticas situaciones que alguien pudiera haber soñado alguna vez. Durante los últimos meses, mis pensamientos han traspasado los límites normales de la imaginación y he comenzado a planear delitos con un alto contenido criminal, empero, el de la voz, no he querido proferirlos a través de medios propios. A decir verdad, no me causa la menor de las satisfacciones realizarlos por mi mismo, estoy en busca de situaciones que sean complejas y estremecedoras, y por que no decirlo, un tanto cuanto más rebuscadas. Mi idea sobre aquellos delitos planeados, no versaba en torno a una ejecución común y corriente, sino en torno, a una más extraordinaria, maravillosa y poco usual, o de otra manera: pensaba en la elaboración de un sinnúmero de coartadas que se distinguieran en cuanto al empleo de modos y medios de ejecución.

Groot Einaudi, había sido compañero mío en la escuela de medicina humana. Pensé en él con prontitud como una posible opción para que fuera el ejecutor de mis fantásticos planes, sin embargo, no quería que él, directamente, fuera el ejecutante de la lista de delitos que en mi haber poseía, no obstante, esa misma noche lo cite en mi casa con el pretexto de que aclarara algunas dudas que sobre la materia de histología tenía. De pronto, sin darme cuenta, mi ser estuvo inmerso en un profundo dilema amistoso: por un lado, no quería que él fuera el ejecutor directo de los crímenes, por ser éste un estimado amigo, no lo quería exponer a que se lo llevaran preso, y por el otro, estaba exacerbado por ver consolidadas mis cuidadosas coartadas criminales. Después de un largo rato de aguda meditación, lo di por resuelto.

II

En punto de las ocho de esa noche, mi amigo hizo su arribo hasta las puertas de mi casa y comenzamos a adentrarnos en materia. Al cabo de tres horas y media (once y media), parecían haberse disipado por entero mis supuestas dudas. Para ser sinceros, hice creer a Groot que de verdad existían aquellas dudas planteadas, con el objeto, de no elevar sospecha alguna en su persona. Cuando llegó el momento de su retirada, solicité cortésmente un último favor, ya para esas horas, Groot parecía un tanto exhausto por efecto del cansancio, acontecimiento mismo que facilitó en gran medida ver acabado mi proyecto. Pedí que me dejara practicar consigo los procedimientos hipnóticos enseñados por el profesor Hermest Durat de la facultad de medicina, él, casi accedió al instante, tomó con gratitud aquella idea, ya que por aquellos momentos, cruzaba por situaciones difíciles, además, argumentó que la supuesta terapia prometida ayudaría a superar sus males relacionados con sus nervios. Continué entonces a practicar el procedimiento hipnótico, a los pocos segundos, mi amigo ya era presa de un sueño llamado magnético por fascinación. Con la práctica de la hipnosis, se completaba el primer paso de mi maliciosa y bien planeada coartada.

Proseguí pues, a desnudar a mi amigo que reposaba sobre un sofá para sustituir con rapidez la ropa casual que portaba, por otra más adecuada. Comencé a vestirlo con prendas de tonalidad oscura. El atuendo consistía en las siguientes prendas: un gorro, suéter, guantes de estambre, pantalón y unos zapatos de suela suave. Además, delineé cuidadosamente sus facciones con maquillaje y coloqué en su rostro trozos recortados de una vieja mascara para pronunciar más su frente, nariz y mejillas. La caracterización me llevó alrededor de cuarenta minutos, pero por fin, había logrado que pareciera otra persona. El segundo paso de la ingeniosa coartada había concluido con éxito, sin embargo, aún faltaba un tercer paso, el cual era inclusive un tanto más complejo que los dos pasos anteriores. En esta tercera etapa del proceso de planeación del crimen, debía seleccionar a una victima. Cualesquiera que ésta fuera. La identidad no era de relevancia, puesto que mi pretensión primitiva no era causar daño a alguien en específico, sino compensar, el tiempo libre que de sobra tenía. De pronto, llegó a mi mente una persona. El tercer paso había sido resuelto. Por fin, todo estaba preparado para que Groott saliera de mi casa bajo los efectos del hipnotismo aplicado y llevara a cabo el cuarto y último paso de la sagaz coartada: la ejecución del homicidio. Hice las indicaciones pertinentes al amigo Groot y salió de mi casa minutos antes de la una de la madrugada, dispuesto (aunque sin saberlo), a realizar la ejecución perfecta del crimen encomendado. Observen, así se desarrollaron los hechos aquella madrugada de invierno:

III

Groott llegó a puertas del templo de San Bernabé en punto de la una de la mañana. Ahí, con suma precaución, comenzó a violar manualmente los cerrojos de la entrada principal de la parroquia, estos eran enormes y de hierro, por lo que le llevó según estimaciones propias unos veinte o veintitrés minutos ablandarlos y cercenarlos por completo. Una vez adentro, caminó con el mayor sigilo posible por el pasillo principal de la sacristía hasta llegar a donde estaba recostado un cristo de yeso dentro de un ataúd. De ahí, se condujo por un pasillo estrecho y oscuro que comunicaba con una vieja escalera de madera que daba acceso a la segunda planta, trepó lentamente la escalera que rechinaba con cada paso dado, de este modo, llegó hasta la habitación del cura, la cual, estaba resguardada por una persona, que al parecer, es todavía, el encargado del cuidado de la sacristía, no obstante, la entrada de la habitación, no tenía puerta, tan solo, una delgada cortina de lino que servía para suplir dicha función, a su paso hacia la pieza del sacerdote, aquella cortina rozó suavemente la cara del sacristán, quien adormecido, se sacudió la cara y dio algunos manotazos desesperados, por fortuna del amigo Groot, al cabo de algunos segundos, quedó de nueva cuenta dormido. Una vez adentro de la habitación, comenzó a acercarse en silencio hasta el adusto cuerpo en reposo del sacerdote, al mismo tiempo, desenfundó un cuchillo, que previamente yo mismo había dado filo. Cada paso que dio dentro, fue milimétrico y bien trazado. Imagínense con que cautela actuaba Groot, si al cabo de cinco minutos, tan solo había recorrido un metro de suelo. Así, continuó por los próximos quince minutos, dando milimétricos pasos. Ya sobre el borde del colchón, alzó su mano cautelosamente y calculó, casi con escuadra y compás, el ángulo perfecto para dar la estocada final. El rostro adormecido del sacerdote era iluminado por una luz lúgubre, aunque esta era suficiente para apreciar su garganta y el exergo de una medalla dorada, acercó el filoso cuchillo a una distancia de más o menos diez centímetros respecto del cuello, esperó tres segundos y de un solo esfuerzo rebanó su garganta. Pronto, el cuerpo desangrado del clérigo quedó exánime. Mi amigo lustró el cuchillo con un pañuelo blanco, lo enfundó y salió por una ventana que daba acceso hasta un jardín de altos pastizales.

IV

Como podrán haber advertido, los hechos fueron ejecutados con suma perfección, así, después de la ejecución de este ingenioso homicidio, continué cada semana ejecutando delitos a través del mismo sistema. A lo largo de un año, acumulé: cuatro homicidios, dos incendios, ocho robos y múltiples daños a la sociedad en general, como por ejemplo: fugas de combustibles, inundaciones, puesta de minas en lugares públicos, etcétera. Nunca, después de cada acto cometido, el remordimiento llegó a invadirme, difícilmente era influido por este sentimiento, que me parecía absurdo hasta cierto punto, aunque a decir verdad, en ocasiones si sentía pena por aquellas victimas, que aunque no conocía, seguramente tenían algún familiar cercano o amigos que sufrían por su pérdida, sin importarme esto en grado superlativo, continué ejecutando delitos de las más variadas especies.
Los tratados escritos sobre ética y moral, jamás me habían influido, además, de que no consideraba los actos en comento como inmorales, sino lisa y llanamente, como actos que cubrían mis necesidades ocupacionales, ni siquiera, para obtener lucros espectaculares, -no ambiciono y guardo plata en mis arcas-, de manera que mi conducta se debía a mi ociosidad, o mejor dicho, a el tiempo que de sobra tenía, empleado en satisfacer retos propios y nada más.

V

Un día, mientras el amigo Groot terminó de ejecutar un homicidio en una de las calles del centro de la ciudad, fue perseguido sospechosamente por un individuo vestido de civil. Por la ventana de mi casa, logré observar que la persona se escondió sobre algunos arbustos que estaban en la entrada y se mantuvo a la expectativa. Al poco tiempo, una vez que Groot había entrado a mi casa, escuché que alguien llamaba a la puerta. Rápidamente, me aseguré de que él estuviera bien desmaquillado y en sus cinco sentidos para que él, no supiese lo que en realidad ocurría. La comisión de los delitos, se realizaba mientras Groot se encontraba en estado de hipnosis, por tanto, él al despertar ignoraría por completo los sucesos. Así, me encaminé a la puerta y me percaté de que eran tres personas vestidas de oficiales.

Entraron y dijeron:

-¡Lo sabemos todo!, este es el reporte de la investigación y la orden de aprehensión en contra suya y la de su amigo -.
Yo por mi parte exprese:

-Esta bien, lo admito todo fue ingenio mío, por favor, tomen asiento, contaré todo con lujo de detalles.-

Comencé a detallar uno a uno los delitos cometidos, punto y coma. Una vez confeso, los policías paulatinamente fueron cayendo en un sueño hipnótico por efecto de mis palabras y movimientos, había confesado todo a los oficiales de policía, sin embargo, también di la orden de que cargaran sus revólveres y entre ellos se asesinaran, enterré los cadáveres en el jardín… Jamás volví a ser molestado.

Texto agregado el 04-01-2006, y leído por 147 visitantes. (1 voto)


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04-01-2006 No hay en el mundo ser más peligroso que un profesional desocupado Elbertr
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