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Era una tarde como cualquier otra de invierno, Cuatro miraba por la ventana, enojado por no haber podido jugar en la calle, se peleó con su madre y con su padre, se sumió en una amargura impresionante, nadie lo podía sacar de ahí, estaba enredado en las telas de la impotencia, si alguien hablaba, reventaba. En la casa reinaba un clima de tensión, un clima de enojo colectivo, el padre y la madre no supieron que hacer. La tarde había pasado casi por completo y sólo quedaba en el cielo un rastro de nubes negras, pero a lo lejos se veía venir una masa de carga negativa, se sentía en el aire, se podía palpar fácilmente, esa tarde en Cuatro había cambiado algo, ¿fueron esas nubes? ¿fue el hecho de no haber podido salir a jugar?, no se sabe con certeza. De repente un frío invadió la casa, los padres sintieron algo extraño en el ambiente, algo fuera de lo normal. Por la pieza de Cuatro había entrado, por una ranura de la ventana, un gas mortífero, un gas capaz de destruir el más mínimo organismo viviente. Se había quedado dormido, quizá para nunca despertar. Ya más entrada la noche, los padres notaron que el pequeño no salía a cenar, y la madre fue a la pieza y cuando entró, la puerta estaba trabada con algo, parecía ser un bulto carnoso, sintió un olor extraño, y llamó al padre, cuando éste llegó, juntos abrieron la puerta, la perra estaba agonizando y yacía moribunda al lado de la puerta, eso era lo que dificultaba la entrada. Los padres preocupados por la perra no se percataron de la toxicidad que reinaba en la habitación, y tampoco vieron al pequeño tirado en la cama, boca abajo. Sacaron a la perra, Jackie, rápidamente sin sentir toxicidad alguna. La pobre Jackie sufría agonizaba, aullaba con una agudeza que destrozaba el corazón al escucharla. El padre la tapó con sábanas viejas y llamaron a un veterinario, el tipo tenía la consulta cerca, pero no llegaba nunca. Los padres, nerviosos, encendieron el televisor para relajarse un poquito, estaban cambiando canales cuando fijan su atención en unas imágenes de naturaleza destruida; animales secos, moribundos, algunos sin piel, otros en los puros huesos; plantas e indigentes en la misma situación; imágenes que iban acompañadas con la voz del periodista:
“Desde esta mañana en una pequeña localidad de Chile, llamada Chirihueyén han acontecido horrendas tragedias” - Mientras mostraban las imágenes – “una extraña mezcla de polución asecha a Chirihueyén, ataca a todo lo orgánico, más de 1 millón de ciudadanos han muerto, miles de animales y plantas están siendo masacrados por este gas tóxico, este fenómeno es comparable con la bomba atómica, científicos han informado que este extraño gas, denominado “Santiago”, fue producido por la misma gente que habitaba la zona, esa gente que gustaba de tirar basura a las calles, esa gente que no era capaz de limpiar su espacio, esa gente que no tomó conciencia a tiempo, por ellos esta ciudad está completamente desolada, está con un manto de nube grisáceo. Ojalá esto nos sirva de lección para el resto del país...” – mientras los padres, quienes eran de esas personas que contribuían a la contaminación, quedaban estupefactos mirando la televisión, Jackie, ya había muerto, yacía entre los brazos de el padre desnaturalizado, quien había dejado morir a su hijo en las manos del “Santiago”.

Texto agregado el 11-11-2003, y leído por 359 visitantes. (2 votos)


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