Naces de vez en cuando del desencanto
De allí donde irrumpe lo habitual del juego
Acompañado de una realidad que se jacta de teoría…
El mundo abraza la veracidad constante
Y la vuelve manto de su propia carne
Pronto una conciencia ciega,
-golpista insurgente-
Desarrolla anticuerpos volátiles y extasiados…
El daño muestra alas de dinamismo
En manos de aquel contacto externo

Las miradas cotidianas amenazan lo onírico
Por una fe atestada de hace tiempo
Seguiremos el juego de vivir a siniestra
Entre la exaltación matutina de un mal presagio
Entre las llamadas: absurdas voracidades del buen hermano
Entre la sangre fría de quien acepta definirlo
Entre el escepticismo costumbrista
Y mi recelo inherente.

Gacharemos la cabeza
Olvidarás las cadenas de tu cuello
para abrazarte al destino que acabas de definir.
Con un par de brazos rotos olvidarás las cadenas.
Aferrándote a la gravedad inocua,
-Al peso de tu vacío-
Con el mísero objeto efímero de no reparar.
De no volver a verlas...
De dejarte caer al mundo fuera de tu piel.
Sintiendo la osadía de renegar lo acordado.

Manchas rotas de decisión.
El interés es lo que cuenta
El jaque de cada turno deja de presionar el sistema
No hay temor alguno en aquel desencanto
No hay temor alguno…
Ni ansias, ni recelos, ni muerte.
Sólo la insipidez de una espera que se jacta de eterna
Que se jacta de la presaucencia