¡¡¡¡Puuuuuutaaaaaa!!!! No jugués así con mi sentimientos. Ese gran favor sí te lo voy a pedir. No sonriás de esa manera y mirés a tu alrededor como estás acostumbrado a hacerlo. ¿Que no ves que me duele el corazón? ¿A caso no entendés eso? Que tu alegrías y tistezas me lastiman, que la forma en que contestás el teléfono me excita. Tienen que amarrarme mil demonios para que no salga corriendo detrás tuyo, para no decirte cuánto me encantás. Estoy impaciente de verte, de oírte, hasta de tener un miserable tiempo libre para pensarte.

¿Por qué atormentás así mis días? ¿Quién te dio derecho a ser tan bello? No me importa crear en mí la ilusión de tu cercanía, pero sí me molesta de gran manera que, las pocas veces que me hablás, alimentés mi locura por vos. La sangre se me aglomera en el cerebro y a mis pies les falta oxígeno. Comienzo a temblar. Comprendé que, por culpa de mi alma, mi razón no entiende tus intenciones, aunque sean buenas, amistosas o fraternales. Me mooooooooolesta...

Bueno, pensándolo bien, mejor no te digo nada. Si no fueras mi dulce fastidio no tendría emoción mi vida y no te disfrutaría tanto. Ahora sos mi delirio y mañana, ¿quién sabe?... Todo depende de vos. Todo depende de que te des cuenta que mi ser se está enamorando.