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ICH.

Escrito por: Adriana Rodríguez.

Hoy vengo a desenterrarte después de 30 desgastados años. Vine para saber que ha quedado de ti, adonde te has ido, o si yaces sepultado en las grietas de esta antigua casa, pintada de lagrimas, corroída por el dolor, asaltada por la desconfianza, rota por dentro y por fuera, como lo estuvo tu alma.

Esta casa que conserva el frío de tu sonrisa, y que después de 30 años se ha deteriorado al punto, que la montaña le ha absorbido como a una roca que le pertenece, cubriéndola de monte, de tierra, de humedad y de espanto.

No tuve el valor de volver antes, pero te recordé siempre por tu mirar ártico (azul, frío y profundo), por tu silencio, por tu transfiguración. Asaltabas mi memoria de repente, provocándome sobresaltos, angustia de no verte, intriga de encontrarte, dudas de tu supervivencia, incertidumbre de tu paradero. Cuando tu recuerdo como un fantasma merodeaba mi mente, yo te mandaba besos, te deseaba suerte.

Esta casa oscura, oxidada, vulnerable y maloliente, no es ya lo que solía ser cuando yo te visitaba. Y me sentaba en esta piedra afuera de la casa, para observarla desde lejos y admirar su fachada.

Recuerdo que una noche en compañía de unos amigos, mientras estábamos bebiendo licor, degustando quesos, calentándonos con el fuego de la chimenea, escuchando baladas, y mirando los fuegos artificiales por la ventana, yo me propuse el reto de amarte, de darte vida, de descifrarte.

Llene tu espacio con calas, lirios y rosas de diversos colores, perfumé cada rincón de tu casa, limpie y renové cada cuarto, preparé sabrosos platos para consentirte. Y me dedique a complacerte con mi corazón, mi alma y con mi cuerpo. Apoye tus ideas, aplaudí tus proyectos, y acaricie tu vida así como tus cabellos, y me abrace a tus ideas así como a tu cuerpo. Todo a cambio de tu alegría, por eso me propuse ser una compañera amante y dedicada, que solo esperaba que le dieras la protección de tus brazos, un beso al amanecer y un te quiero de despedida. Yo que tenía poco para darte empecé por darte lo más grande que tenia, un amor fiel e impetuoso, que se arriesgó a poner mi corazón en tus manos aún a riesgo de que lo rompieras.

Pero tu amor no estaba allí. Nunca existió, fue una vaga ilusión de mis delirios, rozando la mitomanía, negándome a aceptar la realidad y creando un mundo paralelo donde estabas tú, amándome.

Así que la confrontación de tu desamor y mi decepción me golpeó fuertemente el rostro, arrojándome al pavimento y rompiéndome la cara con el calor del suelo. El dolor por la caída me hizo brotar lágrimas que mojaron mis heridas cubriéndolas de sal, haciéndome arder la carne infinitamente y despertándome a la realidad.

No te dejaste amar. Siempre tuviste miedo al amor, fuiste cobarde ante las dificultades, te escondiste en los muros de una autoprotección debilitada, te dedicaste a rechazar mi cariño, a escaparte de los problemas, te volviste un profesional de las huidas, queriendo partir a otra parte del mundo, ignorando tal vez, que en cualquier parte del planeta no podrías escaparte de ti mismo.

Y empezaste por alejarte de tu familia, de tus amigos y de mí. Cuando te quejabas de la soledad, intentabas espantarla con mujeres de turno que saqueaban tus bolsillos, y burlaban tus intenciones. Lentamente te fuiste quedando solo y la tristeza como una peste fue invadiendo tu jardín, tu casa, tu alma, te enveneno el cerebro, y se infiltro por tu pies, invadiendo tu estomago sin permitirte comer, fue doblando tus manos y tu espalda como una artritis dolorosa, fue cubriendo tu cabello hasta teñirlo de blanco, y fue secando tu mirar ártico hasta convertirlo en desierto.

Te convertiste en soledad ambulante. Te quedaste a vivir en el pasado, a comer de los recuerdos, a libar del amargo néctar de las cosas que pudieron ser y no se realizaron.

Sentí dolor al verte transformado en lo que quisiste ser. Tú, que pudiste ser vida, alegría, sonrisa y estallido, te quedaste reducido a una nube de desaliento y desaciertos, que no miro bien dentro de sí, que se conformo con poco, que no se amo ni acepto ser amado.

Un día me aleje con el alma y el corazón destrozados, con mi reto no alcanzado, con tu soledad mirándome. Me fui para sufrir por tu dolor, para no presenciar tu partida, para no ver como le permitiste a esa soledad cáncer que te devorara las venas, que te robara la alegría, y que convirtiera tu vida en aislamiento.

Regrese, porque tengo una deuda con mi corazón que se negó a olvidarte, y que me estuvo preguntando por ti durante estos 30 años, que envejecieron mis vivencias, mis concejos, mis recuerdos, pero añejaron dulcemente las palabras en mi memoria, aquellas que te escribí un día:
“Porque la vida es larga
Porque la dicha es corta,
Y la felicidad escasa
Porque la oportunidad es rara
Arriésgate a ser feliz…
Lo peor que puede pasar
Se llamará experiencia
Lo mejor que puede pasar
Se llamará amor.”
Hoy traigo esas mismas palabras para colgarlas en la puerta de ésta casa que se traga la montaña, lo hago como un homenaje a tu existencia y como una alarmante prueba de tu decisión.

Pero mientras me despido de ti imaginariamente y dejo fluir las palabras sentada en la misma piedra desde donde veo la fachada de tu casa, tuve la impresión de ver pasar a un viejo barbado y quejumbroso, que atravesó la ventaba como una sombra, recordándome lo que pudiera ser tu actual silueta.

Texto agregado el 16-01-2006, y leído por 99 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
17-01-2006 Muy bueno 5 * pa ti saludos tu amiga Fa Fachita
16-01-2006 Supongo que eso es un comentario en Quenya "el idioma de los elfos" o no me lo explico. El texto, es muy bueno, habla de un amor incondicional y un ser que no supo apreciarlo, y que muy probablemente no lo mercecia. ARZEL
16-01-2006 laeider aber, er kann nichts dafür, glückselister, dein... vonluthor
 
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