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MADRE AJENA.
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No recuerdo con exactitud, el día, pero estimo sería muy cerca del 1ero. de noviembre, día de los santos difuntos y de todos los santos, porque, me imagino , hay santos vivos, o mejor dicho, no hay muertos malos. Pero recuerdo esa fecha porque es el cumpleaños de mi madre, que, para ser justo,debo explicar nació como diez días antes y la inscribieron el primero, no sólo para no pagar la multa , sino por una cuestión de honor o para esconder la
flojera, ya que mi abuelo, o sea, el padre de mi madre, era el oficial del Registro Civil.

Era, imaginemos entonces, el jueves primero de noviembre de 1969, yo tenía veinte años ,a punto de concluir la primavera.

Hacía rato que callábamos.

Hacía rato que los dos mirábamos distraidamente la llama azul que bailoteaba en el fondo obscuro de la chimenea, sobre un par de troncos a medio quemar.

La pieza estaba a obscuras, en el techo daba una astilla de luz de un lejano farol de la calle.

El silencio era tan absoluto que molestaba , de cuando en vez, un crujir de maderos y algunas chispas, constituían el máximo distractivo.

Alejandra se movió nerviosamente en su sitial y dijo con extenuada voz :

Oye : ¿ Porqué no me cuentas alguna historia bonita ?... ¿ un cuento de niños ? de esos que tienes escrito....

Me gustaría oir esta noche un cuento de niños.

No sé cuentos de esos, los escribo, pero luego no los recuerdo, no recuerdo ninguno y a veces confundo unos con otros....

Con lupa en mano recorrí los rincones de mi memoria para complacerla. Removí personas, removí lugares, removí momentos, aromas. miedos, sensaciones...y...nada.

Entretanto, ella habíase levantado a echar leña sobre las pocas brasas; después, se arrebujó a mis pies con actitud infantil, y poniendo la cara más inocente del mundo, me miró, esperando un cuento como una niña curiosa.

El caso es que, por más que hago empeño, no me acuerdo de nada que se parezca a lo que me pides. Pero, si quieres, puedo repetirte una historia muy interesante que he sabido hoy.

- ¿ Es triste, por lo menos ?

-De una tristeza dulce.

- ¡ Oh! . Es lo que prefiero.

En ese momento, surgió la llama alegre de la leña recién echada, iluminando un tanto más aquel reducido espacio y esparciendo un calor suave que se encontraba casi extinto. Alejandra se estremeció con un aire de satisfacción, complaciéndose con la anunciada historia, bañándose en el bienestar y en la paz que nos rodeaba.

Di comienzo a mi narración con una pregunta..:

¿ Te recuerdas a Oscar, aquel muchacho profesor, bajito y de barba que almorzó con nosotros una mañana ?. Bien; pues hoy me lo he tropezado en el centro, después de algunos meses , quizás un par de años transcurrido sin
vernos. Le invité a acompañarme por la Alameda, pero se negó, mostrándome su corbata. No había reparado que vestía de luto. Le pregunté quién se le había muerto.

- Mi madre, dijo tranquilamente.

- Pero , ¿ no se había muerto hace años ?.

Hace años créo, asistí al funeral de su madre, es más su padre, tenía una nueva señora.

- Esta era otra madre. Una madre de hace cinco años.

Naturalmente no le entendía, y entonces me contó lo que vas a oir.

Hace bastante tiempo vino de Cauquenes, la ciudad donde mi abuelo era el Oficial Civil, vino un joven de veintidos años, hijo de una viuda que cobraba una exigua pensión con la que apenas podía mantenerse una persona.

Hasta esa fecha habían vivido madre e hijo, con mil apuros en Cauquenes, un lindo pueblo de la Región del Maule.

Guido ganaba, allí como ayudante de un contador, que estaba medio ciego y tenía necesidad de alguien que le ayudase. Con lo poco que este trabajo le producía y la paga de la madre , fueron tirando medianamente por la
vida; pero , pronto se murió el contador y el que vino a substituirle no necesitaba de los servicios del joven. Entonces comenzó para éste y para la viuda , una era de privaciones y sufrimientos insoportables.

El muchacho, Guido, padecía la desgracia de tener imaginación, cosa imperdonable, y un corazón honrado, defecto más imperdonable aún en estos tiempos. Y se figuró que con eso debería de bastar para vivir en la capital, donde pudieran desenvolver sus condiciones.

En los muchos ratos que le dejaban libre los quehaceres de los asientos contables, habíase dedicado a estudiar en la no despreciable biblioteca de su jefe. Cuando no tuvo más libros de qué enterarse, púsose él a hacerlos, y
Oscar, que ha leído las dos novelas que escribió en Cauquenes, asegura no conocer nada más humano, ni que revele mayor sentimiento que esas dos primeras obras de Guido.

Este, sabiendo que la pensión no alcanzaba para dos personas, y que , si él se eliminaba, su madre podría vivir holgadamente con ella, decidió utilizar la instrucción autodidacta que poseía y sus aficiones literarias, para procurarse una posición, siquiera fuese modesta.

Para esto, era preciso trasladarse a Santiago, la capital , foco deslumbrador de las mariposas del talento, en donde perecen tantas alegrías juveniles, tantas ilusiones acariciadas en los floridos rincones de provincias.

A pocos días de llegar, contó a su madre que había encontrado una buen trabajo en la Corte Suprema de Justicia y pronto conoció a Oscar y desde entonces siguió paso a paso todas sus vicisitudes, asistiendo a la preparación
del drama de aquella existencia. El profesor, estudiante universitario por esa época, era muy poco lo que podía auxiliarle; sin embargo, Guido se salvo de morir de hambre en muchas ocasiones, gracias a su amigo.

Tres años, poco más o menos, Guido el hijo de la viejita pensionada de Cauquenes, lucho con todas sus fuerzas contra la muralla casi siempre infranqueable que, en los caminos que se separan de la gran carretera de la rutina, levantan en este bendito país, Chile, los cinco vicios nacionales; la indiferencia, la intolerancia, la envidia, la ignorancia y la soberbia.

Hay un medio cómodo de romper esas murallas, la adulación; pero Guido, en la inflexibilidad de su honradez, en la rectitud de su conciencia, sentíase incapaz de afirmar lo contrario de lo que sentía. Era, además, hombre a quién no se le quedaba verdad alguna en el cuerpo, y esto le acarreó muchos enemigos, porque no se desenmascara impunemente a los falsos ídolos.

En tres años vivió una existencia entera, y se encontró, a los veinticinco, con toda la carga de hastío, desilusiones y desprecio hacia el mundo de un viejo decrépito.

En los viejos, a esos desencantos y a ese hastío corresponde el cansancio y la debilidad física, y este acuerdo entre el espíritu y la materia, cuando es perfecto, engendra una tranquilidad resignada , admirable: la gran
tranquilidad de los ancianos.

Pero en Guido, dotado de una naturaleza poderosa, con todo los ardores y las rebeliones de la juventud, el desequilibrio entre lo moral y lo físico no podía menos que producir una catástrofe, y ésta no se hizo esperar.

Una mañana recibió Oscar una citación del Juzgado para que se presentara en donde se le indicaba.

Guido se había suicidado, y en la carta que se le encontró para el juez suplicaba que se llamase a Oscar, el cual, después de abrir un abultado paquete colocado sobre la mesa de su habitación, enteraría al Juez de cuanto pudiese necesitar.

Allí encontró , el profesor bajo y barbudo, una carta en la que exponía las razones de su resolución :

Estaba convencido de que la vida era un asco y de que no valía la pena de ser visto lo que ella nos pudiera reservar. Encargárale rogara al Juez que ocultase a todo el mundo su nombre, para que no pudiera llegar la mala
noticia a oídos de su anciana madre. Y, por último, le decía que leyera en su casa y detenidamente los demás papeles que en el paquete se contenían.

Así lo hizo Oscar, y encontró una buena porción de hojas tamaño oficio escritas a máquina , en las que Guido hacía una detallada relación de los asuntos de su casa, de la historia de su familia y de los parentescos y
amistades que tenía en Cauquenes.

"Te cuento estas cosas, decía, para que puedas cumplir sin entorpecimiento el más grave favor que me pudieras hacer, y que , seguro, ejecutarás religiosamente. Mi madre está muy delicada de salud; la noticia de
mi suicidio le acarrearía la muerte o, cuando menos, habría de amargarla horriblemente los ya tristes años de la vejez. Es preciso que ignore lo sucedido.

Para esto la preparé diciéndole en la última carta, que mi suerte había comenzado
a mejorar, que me cambiaba de domicilio ( dándole el tuyo ) y que, sabiendo el trabajo que para su poca vista suponía el descifrar mis garabatos, en primer lugar compré una máquina de escribir que utilicé desde la primera carta que le dirigí"...

"Lo que espero de ti , es que recibas la correspondencia de mi madre y le contestes en mi lugar, de modo que crea que yo soy el que lo hago. Para esto dejo firmado muchas hojas y varios modelos que te servirán para conocer el estilo de mis epístolas y los apelativos que más empleaba. Todo va en este
paquete que te entregó el Juez"...

"Procura mostrarte muy cariñoso con ella, y sobre todo, muy puntual en responder, yo soy su único familiar y soy su razón de existir.....

Será un trabajo que ejecutarás con gusto, porque sabes que ha de hacer feliz a una pobre anciana que no tenía en el mundo más que a su hijo . Por otra parte, creo que no se prolongará mucho esa obligación, que nuestra amistad te impone. ­ Hallábase tan acabada cuando me separé de ella!".

Oscar cumplió escrupulosamente cuanto se le encargaba, y estando al tanto de todos los asuntos y costumbres de Guido y de su madre, no cometió indiscreción alguna.

Cinco años ha durado esta correspondencia.

-Al principio, me decía esta tarde , Oscar, el profe, me daba cosa el fingimiento de esas cartas; encontrándome más que nada apremiado por las frases de afecto que había de prodigar a una persona desconocida, mujer y
anciana. Pero, poco a poco, fue haciéndose más fácil mi tarea, según iba recibiendo sus escritos, en los que se ponía de manifiesto su alma sencilla y bondadosa de mujer chilena y en los que rebosaba su cariño inmenso, el cariño sin igual de una madre, para mi nueva, ya que, como tu sabes, hace mucho tiempo perdí la mía.

Al cabo de algunos meses, llegué a esperar con verdadero interés las cartas de la pobre vuida.

En todas aconsejaba a Guido que se mantuviera honrado, que huyera de las malas compañías, que rezara a la Virgen del Cármen, la patrona de Chile.

Compadeciendo la soledad de su hijo y los disgustos a que se vería expuesto en la lucha por conquistarse un lugar distinguido en la sociedad, le consolaba constantemente.

En mis horas de aislamiento y de amargura llegaban estas cartas que, parecían escritas por mí, como un bálsamo suavísimo que me fortalecía y me daba fe en lo venidero.

Llegué a figurarme que era a mí a quién aconsejaba que eran para mí aquellas su palabras amorosas y que, cuando yo contestaba, era a mi madre a quien lo hacía. Sus consuelos llegaron a serme indispensables. En una palabra: a fuerza de ponerme en el lugar de su hijo, llegue a quererla como se quiere una madre.

Más que hacer un favor ,reemplazando a un hijo, me hicieron un favor en facilitarme una madre.

Un día se quejó de su salud, no me lo decía para que viajara al sur y me justificaba dadas las muchas ocupaciones que supuestamente me impedían hacerlo.....¿ Puedes creer, me dijo, que me hubiese puesto en camino inmediatamente, a no haberme contenido el temor de que todo se descubriera en este caso ?.

Me hube de reducir a animarla; afirmando que ,efectivamente , no podía abandonar ni un momento la Corte de Justicia, porque todo lo adelantado, que era mucho, podría perderse.

Desde entonces no volvió aquella santa a manifestar sus dolencias, y creí que esto podía deberse a que realmente hubiese mejorado, según me decía.

Hace un mes recibí una carta de luto ; en ella un pariente de Guido, creyendo desde luego dirigirse a él me daba cuenta de la muerte de la anciana.

Había expirado dichosa suponiendo a su hijo próximo a llegar a la cúspide de la gloria y de la fortuna.

Estoy seguro de que sufrí la pena mayor que sentir se pueda. Tu que has perdido a tu madre, ¿ verdad que se experimenta un dolor horrible ?. Por eso visto de luto.

Un fuerte suspiro de Alejandra , acurrucada a mis pies , me hizo volver al momento .-


Texto agregado el 17-01-2006, y leído por 137 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
29-01-2006 Bello relato. Si se pudiera me encantaría que me endosaran una madre, para recordar el vínculo. Ya no me molestaría conmigo mismo cuando me sorprendo con la idea de contarle algo que me sucedió. NeweN
 
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