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LA RUBIA DEL DECIMO.
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MARIO A. DE LA FUENTE F.

"Este es mi testamento y última voluntad", decía la portada del sobre lacrado, lo cual a todos tenía intrigados, porque la declaración de la última voluntad y el testamento, todo es uno, pero don Mateo Moraga no aspiró nunca a ser académico, y al morir, dejó su voluntad postrera en notaría, cerrado para que solo la abrieran sus herederos únicos, quiero decir, su hijo y su nuera.

El testamento no era largo, porque todo él se reducía a un párrafo en el que dejaba toda su fortuna a MARIA y CAMILO, que residían austeramente en una torre habitacional en la periferia de Santiago ,con gran desconsuelo de unos parientes lejanos y cercanos, que aunque nada esperaban heredar, vinieron del pueblo al entierro y quisieron presenciar la apertura del testamento, porque, entre amigos, con verlo basta.

Se quedaron con las ganas y volvieron al pueblo, y los dos herederos hubieran sido muy felices, con las propiedades y el millón de dolares, que les entró por la ventana, si en el párrafo único en que don Mateo, les hacía poseedores de todos sus bienes, no hubiera venido una frase que a MARIA, le quitó el sueño muchos días.

Y la frase era esta :

"Declaro heredero de todos mis bienes a mi hijo CAMILO, recomendándole mucho que no vuelva a las andadas con la rubia del DIEZ".

Jamás hubo entre los dichosos cónyuges el menor motivo de disensión ni de disgusto, todo fue paz y amor, pero lo que no sucede en un año, sucede en un rato, y aquella frasecilla levantó en el tranquilo hogar una nube de celos.

¿Quién era esa rubia?

¿Por qué el padre al morir le recomendaba al hijo que no volviera a verla?

Indudablemente porque temía, según su propia frase, que volviese a las andadas.

María, ­ ¿ Qué más quiso saber ?. Ya le importaba poco la gran herencia y cuanto le rodeaba, y comenzó a fastidiar a su marido con preguntas de mujer celosa, con espionajes ridículos; en una palabra, que la felicidad que debía haber en casa con el dinero llovido del cielo, se convirtió en una guerra.

Y había aquello de :

-Tú has tenido, TIENES, una rubia que te distrae.

-Que no, mujer.

-Tu santo padre, que está en gloria, me lo ha revelado.

-Mi buen padre me daba solo un excelente consejo y nada más, pero yo te aseguro que a la rubia esa no la veré más

-¿luego la has querido mucho?.

-¿Y qué importa?, lo que no fue en tu año, no fue en tu daño...

-No importa, es indudable que hay en ti una tendencia a volver a quererla, un padre no se engaña nunca.

-Dale, con lo mismo.

-Dime ¿quién es?.

-­Ha !. Eso no.

-Dios mio, Dios mio

Y vuelta a mortificarle a marearle y a no dejarle vivir , echándole constantemente incidias y ofensas, que el hombre no quisiera llevar, pero, su mujer se las echaba a diario.

Por fin un día, Camilo, estaba de buen humor, viéndose de nuevo acosado por las preguntas de la mujer, que había golpeado todas las puertas del décimo piso, donde no hay morenas , por lo celos del pasado, le dijo..:

-Pues..sí, lo confieso, por esa rubia he hecho locuras.

-¿De veras?.

-Muchas. Con decirte que me ha costado más de tres millones en los últimos meses.

-¿Tres millones?. Razón tenía tu padre al temer que te gastaras con ella el dinero que nos ha dejado. Y te lo gastarás, presiento que te lo gastarás.

-No hay cuidado.

-Dime de una vez quién es ella, ¿la conozco yo?

-Mucho, has jugado con ella.

-¿Es alguna amiga mía?. De seguro que lo es, siempre son las amigas...

-No se si lo es; pero que la vez con frecuencia, no lo dudes.

-¿Dónde?,¨ ¿en la calle?,¿en el edificio?,¿viene aquí?,­ no faltaría más!

-Camilo reía de buena gana.

-Oye, María: te juro que no he de verla más, te lo juro como hombre honrado, que sabes que soy. Debo confesarte que he conservado su retrato...

-¡Oh, qué infamia!.

-No, infamia no, En memoria de lo que aquella pícara me comió, la trepadora...

-¿Cómo se llama?.

-Mi padre la llamaba la rubia del diez, no tiene otro nombre.

-Dame esa foto.

-¿La quieres?

-En seguida.

-Bueno, pues, en el segundo cajón del escritorio hay un sobre y en el sobre dice "ELLA".

-Ella, Y has guardado su foto todo el tiempo que llevamos casados.

-Y la guardaré siempre, y tu también.

-Dame las llaves.

-Tómalas.

Y María echó a correr, y Camilo la oyó abrir el cajón, y luego...

...luego la vió venir entre avergonzada y risueña, con la carta en la mano...

Porque lo que creyó fotografía, no lo era.

Era la sota de la baraja, que le hizo comprender todo el alcance de la recomendación del testador.

La rubia, era la "sota" de oros porque su hijo un jugador empedernido.-





















Texto agregado el 17-01-2006, y leído por 158 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
01-12-2006 Ahora sí, texto adecuado al espacio; felicidades muy entretenido e ingenioso texto. Un saludo cordial Mtro. fuentes marxtuein
26-06-2006 Mmmmm, este relato estuvo muy bueno. el final excelente al igual que la trama.***** Victoria 6236013
20-01-2006 Jajaja, me atrapaste, excelente final. honeyrocio
 
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