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		| Solía sentarme en mi sillacon débil respaldo cuadrado
 y blando cojín encajado
 recolectando rencillas
 y viejos rencores pasados.
 
 Ya no me molestan las rimas
 ni la destrucción inconsciente del verso;
 ahora más bien me preocupo de que el vaso nunca esté vacío
 y que las pocas copas que quedan
 no se quiebren bajo la mesa.
 
 Un sorbo marchito se apodera de la situación
 y la guarida se abre hacia el mundo exterior.
 
 Los enchufes funcionan a duras penas.
 El desierto desaparece entre las chispas de agua que brotan del espejo.
 Tu mirada noble es corrompida.
 
 Ya no ladra el perro como antes.
 Ahora sólo derriba a su propia sombra
 y se oculta entre las ramas del tiempo.
 
 Falta tan poco, se demora tanto.
 
 Hacia la magnitud más deseada es el viaje imposible
 que decora las ilusiones de aquellos caídos de cabeza hacia las rocas.
 
 Quizás no se logró perfecta la meta,
 o el cielo no nos quiso escuchar.
 
 Se inunda el sol arrasante
 de tu mirada sonriente
 y bajo el techo caliente
 nuestras canciones se pierden.
 
 Es de bien, no lo detengas.
 Yo lo haré por ti.-
 
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Texto agregado el 20-01-2006, y leído por 251 
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