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Inicio / Cuenteros Locales / escritor_de_memorias / La tierra de los espíritus (fragmento 5)

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Capítulo 5 La diosa de ojos verde

Los días por los que pasaban los espíritus de Oasis eran terribles. El calor resultaba insoportable y el hambre provocaba la muerte de muchos. Después de la evolución, los nuevos espíritus habían perdido la mayor parte de sus conocimientos, afortunadamente para ellos, la pequeña ciudad de Oasis construida por sus antecesores estaba a su disposición, al igual que las reservas de trigo y cebada, por lo que en un principio no carecieron de refugio ni de alimento. Sin embargo, la población aumentó lo cual trajo como consecuencia que en las casas vivieran mayor numero de personas, además la reservas de alimento se agotaron y entonces comenzaron a padecer hambre. Incapaces de construir mas casas pues carecían de los conocimientos para hacerlo e ignorantes de donde encontrar alimento, los espíritus de la tribu tierra parecían estar condenados a perecer.

Desafiando las ordenes del sumo sacerdote, un joven espíritu llamado Lacos, salió de Oasis y marchó hacia el sur en busca de tierra fértil, una especie de oasis pero mucho más grande. Los padres de Lacos, espíritus que habían evolucionado, solían contarle a su hijo que en sueños tenían visiones de una época prospera en la que no había escasez ni hambre, también veían que hacia el sur existía un río rodeado por mucha vegetación, y animales de diferentes clases. Inspirado por las palabras de sus padres, Lacos tomó la decisión de buscar esa tierra de abundancia y no estaba dispuesto a dejarse vencer por nada ni nadie.

Lacos solo llevaba una odre con agua para su viaje, y un cuchillo de piedra en caso de que necesitará defenderse. Durante todo un día caminó hacia el sur pero no encontró nada, a su alrededor solo había arena, incluso parecía que no avanzaba pues todo el paisaje permanecía igual. Al anochecer, Lacos, hambriento y cansado, no pudo continuar caminando y se durmió sobre la arena. Mientras se hundía en un profundo sueño, el joven espíritu imploró al señor de la tierra que cuidase de su tribu y en especial de sus padres. Tras esos últimos pensamientos, la oscuridad y el silencio se apoderaron del valiente Lacos.

Calor, luz, ruido ... Lacos abrió los ojos, y lo que vio ante el, lo dejo perplejo. Un hermoso Oasis, mas grande que el de su pueblo, pero lo que mas sorprendió al incrédulo muchacho fueron los animales, él nunca los había visto. Las aves revoloteaban a su alrededor emitiendo hermosos sonidos, un grupo de camellos bebían agua del estanque, pequeñas ovejas comían pasto. Para Lacos fue tanta la emoción que por momentos creía estar soñando. El muchacho hubiese permanecido inmóvil contemplando ese maravilloso espectáculo todo el día de no ser por que algo aun mas increíble llamo su atención, una hermosa mujer se encontraba entre los árboles.

La mujer hizo una seña a Lacos indicándole que se acercara; aunque un poco nervioso e indeciso el muchacho camino hacia ella y una vez que estuvo una distancia prudente se detuvo.

-¿Acaso me tienes miedo?-, pregunto la mujer.

Lacos se mantuvo en silencio por un instante, pero decidió responder:

-No, yo no tengo miedo. Solo me he sorprendido un poco de encontrarte aquí.

-Entonces,¿por qué no vienes y te acercas mas?-, la mujer se sentó sobre la hierba mientras esperaba la respuesta de Lacos.

Al principio, el muchacho dudó, pero no quiso demostrar miedo y aceptó la invitación de la mujer sentándose a su lado. Ella era una mujer muy joven y hermosa, de piel morena, y cabello largo y negro. Su rostro perfecto, como nunca había visto otro, labios rojos, una pequeña y delicada nariz, ojos grandes, radiantes como el sol. Al estar tan cerca de ella, Lacos pudo observar el color verde de sus ojos, tan brillantes que le hicieron recordar las piedras preciosas que según el sumo sacerdote ocultaban poderes mágicos. Mientras mas la veía mas intenso era el palpitar de su corazón. Que extraña sensación, estaba tal vez hechizado, pensaba el muchacho pero no le importaba, pues esa mujer lo tenia cautivado. Dejar de verla, eso ya no era posible.

-¿Te quedaras conmigo? ¿Serás mi compañero para siempre?-, preguntó la mujer con voz tan dulce que hizo estremecer a Lacos.

Pero entonces, el joven Lacos recordó su misión. No dijo una palabra ni escuchó las que esa mujer decía, simplemente se puso de pie y continuó con su camino, rumbo al sur donde había algo más grande e importante que ese Oasis y la mujer que había encontrado, algo que salvaría a su pueblo de la extinción.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de la hermosa deidad de ojos verdes y simplemente dijo:

- No cabe duda, de que ese joven es el elegido.

El oasis, los animales e incluso la mujer-deidad, todo desapareció, como sucede con los sueños al despertar. Solo el desierto seguía existiendo, solo el desierto, el rival del valiente y noble Lacos.

Texto agregado el 21-01-2006, y leído por 138 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
07-08-2006 La historia se personaliza y con ello nuestro interes. Excelente historia que invita a la lectura. eneas
15-06-2006 La primera prueba ha sido superada por tu valiente personaje de voluntad férrea. A ver si hay más desafíos. Un abrazo Ikalinen
16-04-2006 De a poco, sutilmente, la historia se va internando en la realidad, despegandose de la mitologia. Me gusta- 5* gino
16-04-2006 De a poco, sutilmente, la historia se va internando en la realidad, despegandose de la mitologia. Me gusta- 5* gino
 
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