Azares en juego.

En Mariembad hay un casino atípico. Columnas de madera torneada, alfombras rosas y cortinas de terciopelo. La luna entra a raudales por la ventana, rebota en los caireles y se difunde por toda la estancia. A la derecha, en una mesa al lado del piano hay una ruleta. Dicen que es mágica. No hay grupier, solo un deseo lo suficientemente intenso puede hacer que se mueva. Si es así, comienza a girar y al número que marca cuando se detiene te trasladás en forma automática.
Cada pocos días cambian las ofertas que propone la máquina. Hoy la lista ofrece los siguientes destinos:
Si sale cero, perdés el turno y probás en la próxima jugada.
Si sale uno, estás en la aurora boreal y las estelas fugaces danzando te inventan nuevos anhelos.
Si sale dos, vas por el bosque de Boulogne escuchando a la querida sonata de tus memorias.
Si sale tres, sos un pirata y tomás ron con quince marineros.
Si sale cuatro, te disfrazás de juicioso marinero con una flor en la boca y mordisqueás el tallo que tiene savia de orquidea.
Si sale cinco, una luna china vestida con kimono saca fotos kodak entre los bambúes.
Si sales seis, desayunas naranjas y abrís alegre las ventanas.
si sale siete, caminás descalza sobre la espuma que dejan las olas en alguna playa.
Si sale ocho, vas a una fiesta engalanada con drapeados y transparencias. Y entre música o fru fru, descorchás el champagne.
Si sale nueve, en la noche fosforescente juntás rocío en botellitas y te ponés a esperar...
Si diez, si once...
Si sale trece,rompés la galleta de la suerte que dice: la paz, a veces, es consuelo de tontos. Seguí participando.
Ahora miramos la rueda, comenzó a girar. ¿Donde se detendrá? ¿Adonde iremos?