Insecto


Miré hacia el techo, precisamente a la lámpara de la pieza, y lo vi. Revoloteaba alrededor con un entusiasmo desagradable. Causaba una sombra móvil que no me dejaba pensar. Ese ruido como zumbido que se sentía esporádicamente cuando pasaba cerca de mi oreja. Que molesto.

No sé que insecto era. Parecía un zancudo por el sonido pero tenía la forma de una polilla. Sin embargo, no era lo suficientemente grande. De hecho, por el tamaño podría ser una mosca, pero era de torso delgado. Sus alitas transparentes me parecían conocidas, pero no supe que era.

Intenté dejarlo ser. En algún momento tenía que irse, mientras yo me concentraba en mis escritos. Esos escritos oscuros, depresivos que escribo en las noches. Para ellos me gusta estar concentrado. Sin embargo, cuando pasó cerca de mi oído no lo soporté más. Tenía que matarlo.

Salté al centro de la sala. A pesar de haber poca luz yo veía bien. Miré a las paredes con avidez de cazador. Silencio. Necesitaba escuchar. Cerré los ojos, y mientras respiraba profundo... ¡Lo sentí! Miré a mi derecha y ahí estaba. Estiré mis brazos con desesperación y ¡paf! junté las manos.

Después de eso fue todo silencio. Entre mis palmas se encontraba el cadáver de quien hizo de mi vida un caos. Abrí las palmas y miré a quien me fue desconocido mientras estuvo vivo. Me acerqué y al verlo caí de espaldas por la sorpresa. Era yo... Era mi niñez que me invitaba a jugar como en los viejos tiempos. Pero ya estaba muerto, y debía volver a mis escritos. Fue una noche bastante pacífica.



© David Sebastián