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Todos en la ciudad conocen la historia. Contadas por sus padres, por sus abuelos, o tal vez por sus bisabuelos. Lo cierto es que solo algunos la ignoran. La mayoría de las personas creen en ella, otros pocos no opinan...
Nicolás Darío, era un chico normal, de 11 años. Iba al colegio, jugaba con sus amigos, como todos los demás. Le fascinaban las historias de misterio...
Una tarde, llegó a su casa un hombre muy particular: su abuelo Tony. Ellos tenían una relación muy buena, y ya se estaban extrañando, porque hacía 4 años que no se veían. Tony era una persona bastante vieja, pero que había sabido aprovechar los años de su vida. Como quería mucho a su nieto, solo deseaba lo mejor para él. Y por eso, le gustaba contarle historias de sus antepasados. Solo quería que su nieto descubra el placer de la lectura.
Cuando puso un pie dentro de la casa, Nicolás corrió hacia sus brazos. Luego de saludarlo, le pidió que por favor le cuente una historia y él accedió, tranquilamente. Se sentaron en el sofá de la sala de estar. Tony sacó una pipa de su bolsillo, y mientras se acomodaba en su lugar, buscaba en su memoria una historia para contar.
Finalmente se le ocurrió una...
“Voy a contarte una historia que me contó mi padre, hace muchos años” le dijo, “Muy cerca de aquí, había una casa donde vivía una familia muy numerosa. La casa era grandísima, y escondía muchos secretos, algunos de ellos, muy oscuros...”
Nicolás, como siempre, se dedicó solamente a escuchar las palabras de su abuelo.
“Hace muchísimos años, existía un hombre, que se hacía llamar Ramón. Se casó con Antonia, y a los pocos meses, tuvieron un hijo, al que llamaron Bernardo. Por muchos años vivieron felices en aquella casa, que se encontraba bien lejos de la ciudad, lejos de los problemas, lejos de todo. Pero algo ocurrió, que puso fin a la felicidad. Algo atroz, escalofriante, e inoportuno.”
Nicolás ya se había olvidado por completo de dónde se encontraba. Estaba muy concentrado en el relato, y comenzó a imaginárselo. A Tony le agradaba mucho ver la expresión de curiosidad en el rostro de su nieto, cada vez más concentrado, así que siguió con el relato.
“Ramón se enfermó muy gravemente, y no pudieron hacer nada para salvarlo. Lamentablemente, falleció. Por mucho tiempo, su esposa Antonia, no pudo con ello. Lloraba desconsoladamente durante horas; no dormía ni tampoco comía. Hasta que un día decidió terminar con todo el dolor, y se suicidó, en su propia casa.
Bernardo quedó completamente solo. Pero por alguna extraña razón, no aceptaba la ayuda de las personas. Se encerró en su casa, y no salió de ahí durante muchísimo tiempo. La gente de la ciudad estaba muy preocupada por él. Afirmaban que por las noches de luna llena, se escuchaban los gritos de Bernardo, y eso los asustaba.
Cuando ya todos se habían olvidado de él, reapareció en la ciudad, pero no estaba solo. Una mujer estaba a su lado. Era muy hermosa, y estaba embarazada. Finalmente tuvieron cuatrillizos, y la gente de la ciudad ya se había acostumbrado a verlo feliz.
Durante años, siguieron teniendo hijos, uno tras otro, hasta que la casa les quedó chica”
Nicolás se sorprendió mucho al escuchar eso. Quería saber cómo terminaba la historia. Tony encendió nuevamente su pipa, y luego de suspirar, continuo con la narración.
“Pero, Bernardo ya era demasiado viejo, y comenzó a estar cada día más débil. Su esposa tenía miedo de que en cualquier momento él falleciera, entonces se llevó a sus hijos bien lejos, a donde Bernardo no los pudo seguir. Les dijo que sólo se iban de vacaciones, y que su padre se tenía que quedar por cuestiones de trabajo. Lo cierto es que nunca más se supo de ellas, ni tampoco de Bernardo. La casa volvió a estar tan vacía como estaba antes.
Un profundo silencio inundaba todos los rincones de las habitaciones. Nunca nadie se animó a acercarse a esa casa, y por unos 300 largos años, no se volvió a hablar del tema.”
Nicolás estaba paralizado. No podía dejar de sorprenderse. Por esa razón, Tony no se quiso detener.
“Mi padre me contó que mi abuelo, hace mucho tiempo, visitó la casa en el campo. Él vio fotos de Bernardo y su familia, pero nadie le creyó. Me dijo también que las guardó en algún lugar, pero ya no me acuerdo dónde.”
Después de escuchar ese comentario, Nicolás subió corriendo las escaleras y se dirigió a su habitación. Abrió el armario, y debajo de una montaña de ropa, había una pequeña caja. La agarró y regresó a la sala de estar, donde lo esperaba, sentado en el sillón, con la pipa en la mano, su abuelo Tony.
Le entregó la caja sonriendo. Él la abrió lentamente. Y allí estaban: las fotos de Bernardo, con sus hijos atrás, y su hermosa esposa. Guardó todo nuevamente, y luego leyó una pequeña nota en la tapa de la caja, que lo dejó aún más sorprendido. Pronto se dio cuenta, de que todo lo que había escuchado, no eran rumores. Al principio parecía un tonto cuento inventado por alguien para asustar a las personas, pero luego las cosas se fueron resolviendo. Ya todo estaba muy claro. Tony y Nicolás se miraron sorprendidos por unos segundos, luego se empezaron a reír... Tony miró las fotos, y luego le dijo a Nicolás: “De esto no se va a enterar nadie. Solamente lo vamos a saber nosotros dos, ¿de acuerdo?” El pequeño juró no decir ni una sola palabra.
En la tapa de la caja, estaba escrito: Fotos familiares...

Texto agregado el 24-01-2006, y leído por 117 visitantes. (0 votos)


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