Al caballero oscuro de mis pesadillas: amor de mi vida.

Emergiste desde mis más dulces pesadillas, calvo, desnudo y cargando cicatrices en tu espalda. No recuerdo bien si pude ver tus ojos, creo que no, sólo pude contemplar la imagen grisácea de tu figura.

De pié junto mi, piernas juntas y como sosteniendo a un niño, alejaste la mano con la que quería curar tus heridas. Intenté abrazarte mientras el fluido de tus llagas manchaba mi vestimenta.

Te pregunté qué ocurría y creo que no me respondiste. Sólo tengo el onírico recuerdo de las palabras. Una frase brotó de mis labios; “No quiero que te vayas”, y piadosamente me dijiste; “Si quieres que me quede contigo no preguntes nada”.

El caballero oscuro jamás se marchó de mis pesadillas, incluso de las aquellas más avisadas. Aún me desbarato pensando en lo que me quiso decir o indistintamente lo que me quiso hacer sentir en esa dulce pesadilla.