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“A ella no”


Abigail era la fuente inagotable de alegría, que hacía que la vida de Andrea tuviera su recompensa. Fue un embarazo que disfruto con toda la familia, en especial con su pareja.
No estaban casados, pero eso para ellos era una mera formalidad, el compromiso real lo habían echo desde siempre, desde el primer momento en que decidieran vivir juntos.
Se amaban, eran felices, se sentían dichosos y esa dicha había logrado que Andrea olvidara ciertos percances de su vida, que le habían marcado con fuego la piel y robado inescrupulosamente su ingenuidad.
Terminaba de planchar la camisa de Franco, ese día tenía reunión especial con los directivos del banco para ver si de una vez por todas le otorgaban el prestamos que querían para remodelar el negocio, y por culpa de eso no podría acompañar a Andrea a la fiesta de su prima ese Viernes por la tarde.

-Que tengas mucha suerte –lo saludo Andrea dándole un beso rápido en los labios.

-Iré por ustedes en la noche, ten cuidado cuando viajes.

Franco puso en marcha su Renault 9 y se marcho a sus quehaceres.
En tanto Andrea terminó con mucha paciencia la delicada decoración de la torta, era el obsequio para su prima Lucia. La había elaborado tal cual los antojos de la mujer, dos pisos, cubierta con pasta bombón sabor a banana, con un fino baño de chocolate por debajo, relleno de tres capas, alternando frutillas y crema, un manjar de dioses. Y a la vista bellas margaritas de azúcar con puntillosos arabescos de glasé.

Levanto a la niña de la siesta, aún con carita de dormida con las mejillas sonrosadas marcadas por la almohada, y la ayudo a vestirse.
La observo cepillarse el largo cabello azabache con dificultad. El contraste perfecto a su rostro blanco y sus grandes ojos miel.
El ratón Pérez los venía visitando hacia tiempo y su sonrisa lucia despareja y con algunos huecos, pero no dejaba de ser hermosa.
Andrea la abrazo fuerte y le beso incansablemente los cachetes.
Jugaron por un momento al inevitable juego de las cosquillas, Abigail sonreía llenando el alma de Andrea de cantos angelicales.

Bajaron del remis, con un poco de dificultad, el gran pastel pesaba y Andrea apenas pudo recibir el cambio del chofer.
Cruzaron la calle en dirección a la casa, a escasos metros ya podían oír el ruido de la fiesta, la música fuerte, el grito de los chicos jugando… la niña entusiasmada salio corriendo adelantándose a su madre.

El recibimiento de Andrea fue espectacular, tal vez por ser la portadora de aquel delicioso pastel.
Los aplausos, los vítores y los gritos de entusiasmos hicieron que Andrea se sonrojara y sonriera tontamente.
Mientras caminaba por un pequeño camino de lajas negras hacia el quincho donde debería dejar el pastel, recorrió con la mirada la gente que la observaba, y de repente el ruido se rasgo y un silencio sepulcral se apoderó de la muchacha al ver a ese desgraciado sonreírle cínicamente.
Una angustia conocida le oprimió el pecho. Cientos de demonios aparecieron y su mente viajo en el tiempo inevitablemente, arrastrándola y perdiéndola en una oscura neblina, descubriéndose una vez más envuelta en el silencio de la noche, con los sentidos anulados, sintiendo el dolor de ese cuerpo pesado sobre su pequeñez asaltada, mirando con los ojos agotados en lagrimas la luna a través del vidrio azulado de su habitación, único testigo mudo a miles de kilómetros de distancia que sin poder ayudarla la observaba como la dejaban mojada de miserias que a tan corta edad no debería conocer.
Las fuerzas le flaquearon y su cuerpo dejo de responderle dejando caer la torta al suelo, rompiéndose en pedazos manchando las lajas negras con pedazos de pastel.
Con el corazón despotricado se disculpo de mil maneras diferentes, pero las lágrimas que colgaban de sus ojos no eran por el pastel.

-No importa Andrea, podemos ir a buscar uno en cualquier lugar –la consoló Lucia.

-No quise, Lu, fue sin querer –seguía disculpándose.

-¿Y como pensas que voy a creer que lo hiciste a propósito? Seguro llevas una semana preparando las flores y todo. –Agrego la mujer guiando a Andrea a la casa.
Andrea asintió en silencio secándose las mejillas.

Sola en el baño de la casa, trato de recomponerse.
Hacía muchísimo tiempo que no se topaba con el, no soportaba tenerlo cerca. Pero como mujer valiente que era no iba a permitir bajo ningún punto de vista que se arruine en segundos todo lo que había logrado superar y construir a través de estos años. Decidida y llena de coraje abandono el baño y se dirigió al jardín donde se llevaba a cabo el festejo.

Evidentemente era mucho mas fácil planearlo que hacerlo, no pudo probar bocado y las manos le sudaban sin descanso. Sobre todo cuando vio a ese observar a su niña con insistencia mientras jugaba en los juegos con sus primos y otros niños de su edad.
Estaba oscureciendo por ello decidió que ya era hora de marcharse, Franco no se enojaría si luego le explicaba lo sucedido y tenía una extraña sensación atravesándole la garganta. Era mejor marcharse.
Llamo a la pequeña, que en su inocencia disfrutaba de la fiesta y no tenía la menor intención de irse.

-Pero estoy jugando mamá, no quiero irme –rezongaba la niña.

-Tenemos que irnos Abi, entiende si? –La nena acepto al ver el rostro cansino de su madre y sabia que nada iba a ganar si insistía.

-Bueno, pero primero voy al baño. –Le dejo saber Abigail.

Andrea la siguió con la vista hasta el baño de servicio detrás del quincho. Algunos minutos después volvió a mirar pero no era la niña que salía del baño sino una de sus primitas.
Busco rápido con la mirada y no la vio entre la gente, volvió mirar y tampoco estaba el.

-¡Abi! –grito Andrea.

-Esta en la casa tía, fue al baño allí, para no hacerte esperar porque el de allá estaba ocupado. –le explico una de sus sobrinas sin dar demasiada importancia.

Andrea corrió a la casa con el corazón a punto de explotarle por la desesperación, pidiéndole a Dios estar equivocada, caminó despacio por el pasillo poco iluminado que daba al baño y vio luz por debajo de una puerta cerrada, y escucho la voz ronca y artificial de él.
Se volvió loca. Abrió de un golpe la puerta y allí estaba la niña sentadita sobre la cama tranquila con las manos llenas de caramelos.

-¡El tío me dio todos estos caramelos mamita! –festejo la pequeña.

Andrea no escucho lo que la niña le dijo se abalanzo sobre el hombre sin importarle nada, tirando golpes a mas no poder. Pateando, abofeteando, desesperada maldecía y gritaba, el hombre cojido por sorpresa atino a cubrirse los golpes de Andrea, no podía sacársela de encima, la mujer fuera de control lo golpeo en la cabeza con una pesada lámpara que adornaba la habitación.
El cuerpo inconsciente del hombre calló a sus pies, un hilo de sangre bajaba de su cabeza casi calva.
Abigail lloraba en silencio en un rincón del cuarto.

-¿Qué te hizo? –pregunto Andrea a la niña.

Abigail asustada no respondía la pregunta. Andrea volvió a insistir, pero esta vez la abrazo sentándola en su regazo.

-Me dio caramelos –dijo y los dejo caer al piso.

-Y? –apremio.

-Dijo que era muy linda.

-Y? –las lagrimas de Andrea caían sobre la cabeza de la pequeña, el rostro entumecido por el dolor necesitaba escuchar que nada malo le había sucedió. Porque no lo soportaría, no a ella, podía vivir con el estigma de haber sido ultrajada, pero no con el dolor de que su hija también lo haya sufrido.

-Y? –insistió mirando la cara de la niña limpiándole las mejillas.

-Entraste vos… mami ¿Estas enojada conmigo? –pregunto Abigail.

-Claro que no…

Tomo en brazos a la niña, con un alivio inexplicable llenándole los pulmones y salio de la habitación, cuidando el tesoro mas valioso que podría tener en la vida.
Tal vez algún día Abigail necesite preguntar sobre este día y entienda lo que sucedió…
Ahora la mente de Andrea trabaja sin descanso, tendría que hacer denuncias, declaraciones y otro sin fin de cosas de tipo legal. Contaba con el apoyo incondicional de su esposo y no tenía miedo.
Se había propuesto trabajar duro para que esto no vuelva a suceder ni con ella, ni con nadie más.




Texto agregado el 24-01-2006, y leído por 124 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
26-12-2006 Una cruda realidad, que se da muy frecuente y debe ser denunciada a la brevedad por todo el daño que ocasiona!!***** terref
13-12-2006 Asisto a esta lectura como si de verdad estuviese alli mismo presenciando el acontecimiento, en un principio teñido de fiesta para terminar trágicamente, pero tanto en un polo como en otro, los dos sucinta y candorosamente narrados. azulada
24-01-2006 Atrapa la descripción tan detallada de cada situación.Por momentos surge la necesidad de leer más rápido para saber qué sucede,transmite la desesperación de esa mamá. Bien logrado.Pau . Paugi
 
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