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YO?


La noche me empujó con su mano imaginaria hacia la cama. Había trabajado demasiado ese día. Me sentía cansado como pocas veces. Atravesado en diagonal quedé aplomado sobre el lecho sin desvestirme ni taparme.
Quedé sumido en un sueño profundo; aún recuerdo los momentos antes de dormirme…¡Qué placentero!…Fue bello sentir como las pestañas se iban acercando cada vez más a las de abajo, y comencé el viaje hacia yo que sé cuando. Dormiría cuánto fuese necesario y placentero, pues a costa de procedimientos de dudosa legitimidad, había logrado poner en primer lugar del país a nuestra empresa.
Eran de dudosa legitimidad, pero de innegable inmoralidad, pues en esa receta había unas dosis de mentira, unas de maquillaje, unas de engaño y no faltó alguna de ambición.
No me importaba…sentía placer íntimo…
Dormí…pero entré en el sueño como dentro de un túnel oscuro con la impostergable decisión de descansar.

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En realidad mi negocio era un tanto disfrazado. Con apariencia de cordero y corazón de lobo, iba decidiendo a la gente a caer en las garras de la verborragia que a la larga los haría caer en la telaraña ex – profeso tejida buscando “fidelizarlo” con mi financiera, cuando procedía en realidad a operar la real trasmutación de “fidelización” en “opresión”.
Al principio me sentía un poco culpable, pero con el transcurso del tiempo, el grosor de mis bolsillos tapó y durmió el sentimiento de culpabilidad.
Poco a poco fui progresando, y existían días en que me transformaba en máquina de escuchar y decidir…Simplemente se trataba de común sentido, y no de sentido común.

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Era un tipo religioso practicante. Cumplía con los mandamientos y, cuando no los cumplía, me confesaba y listo; ya estaba perdonado. Sólo que algunos de los pecados que cometía no me atrevía ni a confesármelos a mi mismo. Pero se dormían en el lecho del bienestar económico que me producía, y las vacaciones prometidas un par de veces al año, tenía las comodidades necesarias para un buen pasar, una vida digna y un aprecio comprado por la generalidad de la gente.
Me gustaba la lectura. Incursionaba en todo tipo de géneros: poesía, narrativa, filosofía, cuentos, novelas…todo aquello que me atrapara me gustaba, y siempre tuve una especial inclinación hacia aquellos en los que me dejaban un mensaje…
Un día leí un libro que me hizo pensar demasiado…Estaba muy cómodo como para pensar demasiado y al fin y al cabo lo que hizo fue complicarme la vida.
Decía que el hombre en su escencia es bueno, y que las impurezas fueron apoderándose del mismo hasta que taparon esa escencia. Eso, mezclado con Dante, matizado con Borges y dramatizado por Poe, fueron haciendo de mí un hombre que tenía afán de conocerse a sí mismo; pero con el cansancio diario los ojos ni la mente estaban con tiempo como para dedicarse a eso.

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Recuerdo que se acercaba…Encapuchado de forma que no podía ver su cara; con una toga negra que no me dejaba ver su cuerpo…Con voz impostada de forma que no reconociese su voz…Parecía alguien que conocía pero que tenía la clara intención de que no me diese cuenta de quien era ese personaje.
Caminaba muy pacientemente hacia mí.
¿Y yo?
Me encontraba acostado sobre mi cama, paralizado –no por miedo-, con los ojos bien abiertos y sólo veía esa figura que tenía además un rasgo impalpable e invisible, sólo sensible que no me daba lugar a dudas de que venía a reprocharme alguna cosa…ignoraba qué cosa.
De pronto de su figura deformada por la toga levanta un brazo, irreconocible y dirige su mano enguantada –ni siquiera pude ver su color- señalando con su dedo índice justo en el centro de mis ojos; en ese punto sensible que tenemos entre ceja y ceja y que produce un cosquilleo raro cuando se acerca cualquier objeto extraño hacia él.
Sólo me señalaba con el dedo…me hizo sentir descompuesto…Transpiré como nunca antes…De mi transpiración emanaba un olor fétido que sugería que no me hubiese higienizado jamás…Fétido y penetrante que causó un impulso de vómito.
No fue mejor el vómito derramado…era un líquido oscuro rojizo y olía aún peor que mi transpiración…Descompuesto y después de haber vomitado todo aquello, pude ver que la figura seguía parada frente a mí con su dedo acusador apuntando justo a ese punto.
Intenté correr la cara para evitar ese dedo, pero el dedo seguía en su inquisición…
-¡Maldito!…¿Qué bienes a buscar?-apenas balbucée.
Con su voz impostada se limita a contestar casi sin movimiento:
-A ti.
-¿Quién eres?-Le pregunté
No pronunció sonido alguno…Seguía con su dedo apuntándome y me causaba una herida…Me ví sangrando por dentro y por fuera, y mi sangre no era del color rojo púrpura, sino grisáceo…Sentía el goteo por las mejillas de ese líquido espeso y viscoso…Estaba sucio de vómito, transpiración y sangre…Estaba hecho una miseria. Respiraba ese ambiente húmedo y fétido.
De pronto, de su dedo emanó un rayo…era como una espada de metal con forma de rayo, rojo por el calor…Parecía recién sacado del fuego y se aproximada a mi ceño…
Confieso que en un momento sentí alivio porque al menos se terminaría la maldita vivencia que estaba teniendo, pero mi instinto de supervivencia hizo que me defendiera de él, y puse mis manos sobre mis ojos para evitar verlo e intentar atajarlo…
No pude…mis manos se cayeron por la pérdida de fuerza y sangre que tuve…y el rayo era implacable…a la misma velocidad se acercaba y claramente tenía intención de dar en su blanco…La figura seguía con la fuerza de una roca…Transmitiendo la sensación de inmortalidad e invencibilidad.
Suavemente, sin dejar de apuntarme, la figura movió su otro brazo dirigiendo su mano a su capucha…
Lentamente la fue levantando y yo esperaba cada segundo con un terror indescriptible para ver qué figura cubría esa capucha…
Recuerdo que al verlo mi corazón soportó el impacto sólo por milagro…ERA YO. Era yo mismo…Yo tenía el pelo muy largo, y la barba de toda una vida…ERA YO…dejó caer la toga y aparecí desnudo…desnudo hasta de piel, y se veía un corazón rojo púrpura descubierto, latiendo serenamente….en mis ojos –o sus ojos- había paz…en sus breves palabras música…Yo mismo me estaba condenando a muerte…Yo mismo me estaba matando, y no quería el suicidio…

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La mañana llegó y abrí los ojos. Estaba tal cual me había dormido. Había sido sólo un sueño-comprendí-.
Me levanté como todos los días, cepillé mis dientes y frente al espejo aparecí, con el pelo jamás cortado, con la barba jamás afeitada y en lugar de la toalla estaban colgando la toga, la capucha y los guantes……

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El personaje llamado Yo, cuentan algunos, desapareció; y algunos parroquianos dicen que se transformó en niño para volver a crecer…otros místicos dicen que se retiró a vivir en un monte donde nadie puede llegar…otros dicen que cambié.

Texto agregado el 26-01-2006, y leído por 165 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
26-01-2006 "...otros dicen que cambié..." Es que cambiar es como todo lo que describes, como desaparecer del antiguo yo, como volver a nacer, como aprender de nuevo a vivir y a pensar... Me ha gustado. Me he perdido en algún punto entre lo que era él y la aparición del ser encapuchado, pero ayuda al aire onírico que has querido darle a buena parte del relato. Un abrazo Ikalinen
 
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