Me llamo ingenuidad. El idealismo me hizo soñar. Y me engañó con la vida diaria. Tengo de vecinos a los años que pasan. Cada día, me dirijo puntual a mis sueños sin intentar despertarme. Pero el reloj siempre suena más fuerte. Pago facturas de un desengaño que exprime las reservas de un corazón herido. Pedí lo inalcanzable. Me dijeron: ¡es gratuito! Ahora la vida engorda mi cuenta corriente de bromas pesadas. Ayer, cuando era inocente, alguien me dijo-te llamas ingenuo. Una virtud guardas-. Todavía la busco. Voy a venderla a buen precio en los mercadillos de juguetes rotos.