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Chamán del tiempo

Soplo ancestral adormece tus ojos. Humo de raíz cuyo nombre ya nadie recuerda.
Es la hora de terror sublime, cuando el alma describiendo espirales se engulle a sí misma absorbida hacia el propio centro. Entonces, un desprendimiento…y vuelas. Flecha disparada al centro del misterio. Abajo... cada vez más abajo...y ahora atrás y a lo lejos, un pueblo sentado en tierra esperando tu regreso y el augurio...

Ahora eres halcón planeando, del Salado, por encima. Luz de vida palpita en lo profundo.
Algo gesta el vientre primordial.
Tu mirada esclarecida por el vuelo, atraviesa la importancia de papeles que sellan pactos. Una ciudad y un hombre retumban la transparencia; Santa Fe de la Vera Cruz...Aarón Castellanos, susurran los vientos. Caracteres incomprensibles dibujan juramentos de semillas y ganados.
El Salado, desborda humedeciendo antiguos sueños de sangre nueva en tierra virgen y sin dueños.
Languidecen extraños barcos tricornios trayendo hombres y mujeres de piel muy clara y desde los vientres de madera, finos rocíos de esperanza suspirados por multitudes viajan adelantados, caen, ablandando el suelo porvenir.

Carretas con niños durmiendo.
Padres vigías resuman ilusiones de pan sobre bastas llanuras, de prosperidad, latentes. Distintas lenguas, muchas, arrastran nostalgias veladas por esplendores de abundancia prometida.
Manos potentes clavan mojones delimitando la inmensidad. Ancha cinta divide el mismo sueño en dos mitades distintas y un poder invisible concede trozos de tu madre antigua. Tierra perpleja; movimiento inusitado. Nunca visto desde el génesis.
Ahora cientos de surcos revuelven la faz arcana de tu madre y la semilla se hunde buscando morir para traer vida desde el húmedo silencio. Vuelas cerca de un grupo de hombres de cabezas cubiertas y los miras a los ojos expectantes y cansados.
La semilla conoce el secreto atesorado en lo profundo.
Tu madre mastica el grano heroico y entrega gustosa los primeros brotes. Surge la chispa del fuego frutal encendiendo el alma del hombre blanco, que envía sueños a través del mar para hallar simpatías en otros iguales que montan naves y estrechan círculos concéntricos abrazados por tu río.
Tu tierra y tu río son el centro. El hombre nuevo los devora.
Tu pueblo ha seguido obediente el mandato de la vida, pero el hombre nuevo le habla de igual a igual…y la transformará.
De pronto, el cielo engulle los sonidos. La frente blanca obscurece sin saberlo y nubes aladas avanzan desde el horizonte con zumbidos de ruina.
Patas con espinas. Ojos enormes. Voracidad insaciable amenazando los campos del pálido fruto. Devastación en ciernes.
Grito desesperado de una voz de mando, terror de un corazón que entiende signos y va delante de muchos pero desoyen su clamor.
Brazos sin músculo, cabezas sin fuerza, ánimas sin entendimiento, miran al enemigo de frente y no le ven.
Arden llagas en las manos, y el alma de un hombre supura frustración y cansancio.
Lo dejan casi solo. Lucha en desventaja con solo un puñado. Zanjas profundas custodian los lindes del sueño conjunto. Lo miras luchar a través de murallas de humo que levanta incansable; púas atravesando la carne del anhelo, mandíbulas triturando la hoja descuidada, humo, sudor, angustia, todo marcha un paso detrás de su sombra.
El esfuerzo bravo te recuerda lejos en tus días de triunfo guerrero. Batalla ganada. Júbilo merecido abona la raíz sagrada, a salvo...

Tu vuelo desdibuja el tiempo, y tiempos.

Sal de los primeros engordando la tierra. Espíritus renovados aspiran vapores en los campos, de los que fueron antes, las fuerzas. Gotas de oro caliente caen del cielo entrando a la semilla en la entraña fecunda y el brote trueca, vencedor, en miríadas de mechones dorados atravesando la entraña hacia el viento, perfumándolo con aroma de cereal que saciará incontables bocas.
Campos enormes como sonrisas de niños sanos.
Has descendido. Posas tu planta mirando alrededor.
Tu reflejo te reclama recostado sobre el río. Rostro formado sobre la luz del agua por cada hombre, niño, y mujer de tu raza.
Tu rostro es tu pueblo.
Y entonces el agua se hace noche sin estrellas. Remolino de amargura en lengua de ancianos desde el fondo. Tu tiempo ha pasado, su tiempo llega...le oyes decir como un lamento. Rostro de árbol muerto, reseco, descamas tu corteza tragada por el agua. Y entiendes...tu tiempo ha pasado. Ya no serás en el seno de tu madre, ya no será tu pueblo como miel sobre los días, raza en éxodo al ocaso, fantasmas grises, y ardes en dolor de muerte y solo quieres que el soplo helado apague el rescoldo y arrastre tus cenizas al olvido...
Su tiempo llega... repiten ecos lejanos y observas. Máquinas sin nombre empujan la vida con ruidos y humos. Se alzan el verdor y la fruta, elevan en torno chozas de piedra y cristal, y es tan magnífica su belleza, es tan inmenso el portento, que te doblas clavando rodilla en tierra. Y lloras.
Madre antigua te envuelve en manto de trinos y sombra de madera roja.
Diluye un momento la visión dolorosa con perfume de raíz antigua cuyo nombre ya nadie recuerda...
Amanecer extraño otra vez te eleva, pluma desgarrada.
Vuelas muy alto viendo de frente el rostro verdadero de la comarca creciendo hacia delante. Inexorable. Nada puede detener la masa fértil fermentada de vida, expandiendo, reventando en cataratas. Vida vegetal multiplicada. Crece el blanco y canta loas a la tierra que también lo siente hijo. Parcelas de alegría.
Crecimiento y belleza nueva sin fin.

Regreso.
Has abierto los ojos y tu boca para hablarles del presagio. Oyen en lengua de su pueblo palabras prestadas de fin de tiempos. Fuego en la mirada de los bravos que no cederán la herencia. Pocos. Extraviarlos en los montes- lees en su ira. Perderlos mientras duerman- susurran sus melenas cuando montan corceles de acecho. Lanza rota. Lucha inútil, será.
Tú que has visto el arma de trueno y la fuerza del que viene y has oído de tu madre la sentencia, conoces el destino de los pocos conjurados...nunca podrán arrancar la espina...obscura y antigua es la espina...nueva y clara la faz de la rosa. Equivocan.
Extiendes tu sombra entre restos de otras sombras, al refugio de la tarde en el follaje.
Cierras la marcha de mentones sobre el pecho. Espaldas dobladas de silencio.
Arrastrando pies desnudos sin huellas, ariscos sueños quebrantados en las rocas.
Separan tus manos plumones de espinos mirando por última vez.
Sí, palpita la tierra. Ya los suspiros ablandan el suelo.
Te internas en el monte buscando la estela de tu pueblo...y desapareces a la deriva de un tiempo extinto.

…y en la comarca silenciosa...el vuelo de un ave cortando la brisa que limpia recuerdos.
…y el ojo del ave descubre a lo lejos…lentas carretas con niños durmiendo.
…y el grito del ave anunciando al colono…ha parido el vientre primordial.



Julio César Gallardo

Texto agregado el 09-02-2006, y leído por 172 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
09-02-2006 Muchas enumeraciones caóticas de gran impacto. Muy buena prosa. "Tu vuelo desdibuja el tiempo, y tiempos" Me gusta esta frase. ***** sorgalim
 
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