Quisiera que la vida fuese real y no, momentánea. Quisiera que las palabras fueran eternas y no, fugaces. Quisiera ser una y completa y no, varias a pedazos. He encontrado que ser muda es mejor que hablada y que ser sorda es mejor que escuchada. Hoy más que nunca he deseado poder volver, tras las pisadas que dejé pero he descubierto que han desaparecido y que mis pasos no han dejado huellas. Me he perdido y mi camino se ha hecho borroso, han perecido las ganas en mí de seguir caminado, me he cansado de andar deambulante, sobre el piso que nunca ha estado fijo para mí. He perdido a los amigos y a los amores. Los he perdido con la esperanza de encontrarme a mí. Han pesado más las piedras en mis zapatos que los golpes en mi corazón y me detengo. Miro al campo, minado, solitario y vagabundo. Eterno. Porque la vida se ha convertido en un sin fin de eternidades efímeras e insistentes, decididas a detenerme y aquí estoy, buscándome. Con días y horas pasando por relojes de niña y de mujer, de ahoras y de después. Preguntándome si tiene un sentido todo lo caminado ahora extinto. Y vacía y sola he decidido volver a caminar porque esta mujer a pedazos y llena de coscorrones de vida y frivolidad, de placeres de horas y momentos en el recuerdo, esta mujer que veo llorar sin lágrimas y sufrir tras las sonrisas. Soy yo.