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Natalia y el enigma de Los Libres


- Libres es muy asombrado…
- ¡Ahí está! Me hiciste acordar. ¿Qué es eso de asombrado…? Irene me dijo lo mismo pero no se que significa “asombrado”para ustedes.
Natalia mastica un poco más de estofado.
Fija sus ojos hermosos en algún lugar mas allá del fuego verde del montecito de enfrente, y después vuelve a mirarme risueña. Su rostro es una invitación al pecado. Media erótica, media triste, me señala con el tenedor dibujando pequeños círculos en el aire:
- Es comoooo…que asusta…que da miedo porque pasan cosas…
- Por ejemplo…
- Por ejemplo la Irene, esa vez que hubo un apagón y se fue volando semi desnuda a pasar la noche refugiada allá en el hotel…
Sigo la línea invisible que señala su tenedor a través de la puerta abierta, pero no alcanzo a leer el nombre del hotel porque está casi a tres cuadras. Vuelvo la mirada hacia adentro, hacia su presencia de hembra limpia, de mujer caliente.
En el baño, alguna canilla es la única medida del tiempo en la monotonía del goteo:
- Y..???
- Y que salio corriendo porque vio…algo…
- ¿Qué cosa?
Sus ojos son claros e incisivos, su mirada, atrevida y húmeda…su boca me recuerda al fruto que robé de un árbol ajeno en mi niñez…la granada más dulce que probé jamás…
- Vio algo que bajó desde el techo del baño hasta detrás del botiquín
- Una sombra seguro
- ¡Pero si no había luz! ¡¿Que sombra?!
- Una rata…
- No, no era como un bicho…ocupaba casi toda la pared…
- no se…pudo haber sido sugestión, presión ocular...algo por el estilo
- Todo el pueblo vio algo César, preguntale a cualquiera…todos tienen una historia que contar
- Sí, como los habitantes de la ribera del lago Ness, todos lo vieron pero nadie pudo sacarle una fotografía decente hasta el día de hoy.
- ¿Los de donde?? ¿¿Que vieron??
- En Escocia. Hay un lago llamado Ness donde se supone habita un monstruo gigantesco que suele salir a la superficie y bla bla bla…
- Aaahhhhh siii...pero acá es distinto, cualquiera que vivió en Libres te va a decir que vio algo.
Yo también quiero ver algo ahora que se levanta y pasa junto a mí con los pechos a punto de reventarle la remerita de algodón. Va hasta la heladera y trae algo, queso rallado, pimienta, salsa, no se…yo me perdí en algún punto mullido entre la cintura diminuta y los muslos turgentes… muslos que se rozan entre sí cuando camina, no mucho…suave…pero se rozan lo suficiente como para recordarte porqué fuimos expulsados del paraíso. Curiosamente, ahí, bajo el jean elastizado, también debe ser como el paraíso. Se sienta abriendo innecesariamente las piernas y:
- Escuchá esto y decime que pensás. A la vuelta de casa está la pizzería donde cenamos la noche que uds. llegaron, te acordás?
- Sí…claro…hace apenas diez días…
- Bueno. Escuchá. Ahí antes de ser negocio vivía una viejita curandera que un día nomás, así como así, alzó sus cosas y se fue porque se le vino encima un soldado de antes con sable en la mano, gritando como loco, puteando no sabes como, dándole sablazos a la puerta y que la iba a matar, y que se iba a ir al infierno por lo que había hecho con los huesos de él, eso le contó ella a mi mamá...
- Y bueno estaría chiflada la pobre vieja…
- Yo no se…pero las marcas del sable todavía están en la madera.
Me mira. No se si espera respuesta o calcula mi reacción al verla pasando la puntita de su lengua rosada, húmeda, alrededor del pico de la botellita de ketchup.
Plic! Plic! Plic! El tiempo avanza desde el baño.
Yo trago un poco más sin decir nada, tratando de pensar en el tema y no en esas pequitas atrevidas o las pantorrillas torneadas.
Ella alza la botella de gaseosa y chupa con fruición. Una gota envidiable, que resbala de entre sus labios y le recorre el cuello toda una eternidad de piel, se sumerge bajo el escote.
- Ché muy ricos tus tallarines...ya te podes casar...la flaca debe estar satisfecha...
Entiendo lo que insinúa pero me hago el loco...no se porque, o sí...
- Y eso que todavía no probaste mis postres...
- ¡¡¡Ahhhh!!! ¡¿Tenés más para mostrar!!!???
Me envuelvo. Me envuelve. Siempre, diga lo que diga, sea cual fuere la situación, termina inyectándome el néctar venenoso de su lujuria y cuando me ve adormecido, paralizado por el encanto de sus juegos de palabras húmedas, me atrapa en una seda de miradas y caricias disimuladas que me extasían de manera exquisita. Toma la manzana, perfumada, prohibida...la corta al medio haciéndome probar una gota del jugo, que embriaga, y después exhibe ante mis ojos ávidos las dos mitades, y en silencio me invita, me empuja a morder.
Pero me sobrepongo. No se como soporto...o sí...
Ya se levantó. Esta en la cocina llevando los platos, acomodando las cosas y contoneando su trasero en el aire como el pintor mece pinceles sobre el lienzo.
Se da vuelta y apoya, el trasero contra la mesada y las dos manos sobre los bordes, a los lados de su cuerpo. Me guiña el ojo con una sonrisa de complicidad y picardía irresistibles…pero todavía tengo las riendas de mi voluntad, todavía…
Plic! Plic! Plic! Retumba el piso del baño.
- ¿Vas a buscar a las chicas?
¡Las chicas! Irene mi prima, dueña de casa. Sofía mi novia y compañera de viaje. Ambas están en la exposición esperando que las vaya a reemplazar. Disimulando el olvido le digo:
- Sí. ¿Vos...no venís?
- No, lamentablemente tengo matemática I.
Abre la boca y con el índice señala hacia dentro indicando su desagrado por el estudio, pero la lengua que puedo apreciar me arroja definitivamente al fuego.
Una gota queda suspendida en el aire del baño marcando el inicio del no tiempo.
Me acerco sin miramientos y la tomo por la cintura donde mis manos casi se tocan en la brevedad de su circunferencia, pero ella, me esquiva la cara inyectando un beso como compresa caliente en la base de mi cuello. ¿Tendrá fiebre? ¿Como puede generar tanta temperatura y todavía sonreír? Retira su cabeza de miel y me mira de cerca poniendo dos dedos sobre mis labios y a través de una sonrisa decididamente perversa dice:
- Césaaaarrr…vos estas comprometido… ¿no pensás en la Sofi?
Me siento miserable. He caído. Me ha caído.
- ¿Por qué Natalia? ¿Porque haces esto?
En sus mejillas, hay una diablesa encarnada cuando dice:
- ¿Y yo que hice?
No le contesto. Estoy furioso, agitado, excitado, derrotado, avergonzado, y todos los ados que signifiquen humillación. Ya retiré mis manos de su cintura y clavé la vista en el suelo de mosaicos que dibujan formas hipnóticas como en las peatonales de Río, pero ella, arremete acercando su cabeza a la mía como si tuviera derecho. Solo ella. Como si yo fuera un botín que le pertenece por derecho de conquista.
Me quedo quieto. La dejo hacer. Parece que va a confiarme un secreto, pero otra vez la sorpresa. No habla. Sopla en mi oído su aliento de seda tibia. Escalofríos placenteros estremecen todo mi cuerpo y me siento entregado, sin fuerzas. Ahora puede hacer lo que quiera conmigo. Me ha desarmado por completo. No puedo, no quiero ya oponerme de ninguna forma a este ángel inocente y malvado, tierno y voluptuoso, todo a la vez. Sopla de nuevo más de cerca, tanto, que ejerce el mínimo contacto entre sus labios y mi oreja anhelante…y me suspendo. Floto en un mar de sensaciones percibidas solo por mí. De su cajita de nácar, de perla, emana algún almizcle precioso que embalsama todo el ambiente con perfume de hormonas. Ya no veo la habitación. Afuera, en el aire fuerte del medio día, todas las cosas deben de estar suspendidas también. Hay un instante lleno de silencio. No siento su presencia, no siento nada en realidad. Hay como una soledad contenida que me rodea y sigo sin ver nada. Se prolongan el silencio y la ausencia de los sentidos y empiezo a incomodarme, trato de caminar, se que me muevo un poco pero no siento el piso bajo mis pies, no siento los pies, nada material...soy como una nube consciente levitando en la inmensidad gris-silenciosa. ¿Dónde estoy? ¿Qué me pasa? ¿Por qué...?
Trato de avanzar otra vez, y en algún sentido me desplazo pero no hay arriba ni abajo, derecha o izquierda, mas se que me desplazo pues una brisa apenas perceptible me roza; dibuja el contorno de mis brazos que presiento se mueven como cuando uno camina. Acelero el movimiento y la brisa ahora es viento frío que me devuelve sensación de piernas caminando, siento euforia y trato de correr, ahora recién me asusto por lo que estuve pasando, pero corro y aunque todavía no puedo ver nada, ya siento el suelo duro y oigo el ruido de mis pies entre...¿malezas? Un fuerte olor me golpea. Olor a pescado podrido y naturaleza mojada. Sigo corriendo, insectos zumbando como aviones lejanos, hay grillos, ranas, pasto salpicando frío, hace mucho frío ¿por qué estoy afuera? ¿Recién estaba...
- NATAAALIIAAA...
Grito desesperado con todas mis fuerzas pero lo que oigo por respuesta me llena de horror
- Alto!!! Quien vive??? ALTO AHÍ CARAJO!!!!
¡OH Dios mío! ¡Nunca necesité tanto el maravilloso don de la vista como ahora! ¿Dónde estoy? ¿Quién me amenaza así desde las tinieblas grises? ¡Señor necesito ver!! Oigo pasos corriendo detrás de mí, muchos, como una estampida de búfalos, no, como los cazadores montados y con perros cuando persiguen a la sorra indefensa.
Un golpe formidable con algo romo y duro me alcanza la espalda. Me falta el aire, el dolor me parte en dos y trato de levantarme clavando una rodilla en tierra pero un nuevo golpe brutal, esta vez en la cabeza, me paraliza del todo.
El dolor late en la oscuridad y es casi tan horrible como el miedo que siento... ¿Obscuridad?... ¡sii! desde el golpe todo cambió de gris a negro...no...no todo está negro...hay una manchita blanca, plateada...hay otra...muchas...muchas más...¡¡son estrellas!!...¡OH dios gracias! Es el cielo, estoy viendo el cielo nocturno acostado sobre mi espalda. El dolor va y viene. Se parece a una mano enguantada de negro que me atormentó largo tiempo en pesadillas recurrentes.
Alzo una mano y ¡puedo verla! También la otra y mis piernas, y el suelo, y un poco más allá una fogata a la orilla del río, y una veintena de hombres extraños alrededor del fuego, calentándose porque hace frío. Mucho frío. Pero más que el frío y el dolor, me paraliza el miedo. Los oigo, los oigo hablar:
- ¿No viste pá sus ropa?
- No le miré
- Yo sí, se nota que es estrajero...o puede ser agente de Rosas
- Puede ser... ¡justo que el teniente ta’ que trina! Le va a caer bien un rosista prisionero.
- ¿y como no va estar argelao el jefe? si hasta sus parientes parece que desertaron
- No desertaron ¡Jué perra! El agua se los llevo al zoquete
- Callate Melitón. Vó mismo escuchaste en la orilla brasilera cuando se abrían casi todos. Mira cuanto quedamo. ¡Ni cincuenta! ¿Cuándo el agua se trago tanto criollo bravo acostumbrao al cruce?
- Shhhhhh. Silencio que viene el jefe.
Silencio de voces. Sonido de pasos. Botas, tintineo de metales, roce de telas... Hay relinchos y piafadas más allá de los hombres pero no alcanzo a ver los caballos.
Son militares. Militares del pasado. ¿Qué hago aquí? ¿Como pasé del living de Irene y el encanto narcótico de Natalia, a la orilla del río capturado a golpes por criollos inexplicables? Me incorporo un poco hasta donde el dolor me permite, y miro hacia el fuego. Me estoy entumeciendo sobre la arena helada y el dolor de la espalda crece. Me causa rigidez. Todo mi cuerpo tiembla. Se sacude. Los veo conferenciando bajo, no los oigo pero los veo señalando hacia mí y un hombre en el centro me mira con gesto de perplejidad.
¿Será esto la locura? ¿Vivirán algo así los pobres infelices que veo en el psiquiátrico desde el auto? ¿Estarán alrededor amigos y familia mirándome con tristeza a punto de retirarse porque termina la hora de visitas? Seguramente, Sofía se sienta a mi lado todas las tardes tratando de notar el más leve indicio de cordura en mi mirada perdida. ¿Puede uno enloquecer por exceso de excitación? ¡Jé! “Locura por calentura” ¡Que patético diagnóstico para ostentar en la historia clínica!
El hombre del medio se acerca hacia mí con aire importante; es el jefe.
OH Dios! Si esto es la locura se siente demasiado real. Necesito atención médica en medio de esta ¿alucinación? Y calor. Necesito calor porque estoy perdiendo sensibilidad en los miembros aquí tirado. Si pudiera arrastrarme hasta la fogata...pero aquí llega el jefe. Tras él, vienen tres hombres. Uno de ellos, come algo como un trozo de cuero seco que corta con los dientes y un puñal de doble filo. Huele a carne.
- A ver usted. Como se llama y de donde viene.
Se está dirigiendo a mí. Me incorporo con un infierno de dificultad y le contesto:
- César Montenegro. Soy correntino.
Me examina de cerca con ojos pequeños que escrutan el alma. Es de mediana edad y mentón fuerte. Confío en él a primera vista, tiene un aire de comprensión y cansancio que no le viene del cuerpo. Hay un dejo paternal en su voz ronca:
- ¿Que hacia por aquí espiando? ¿Cómo sabía donde íbamos a tocar tierra? ¿O nos venía
siguiendo por la orilla?
No puedo explicar nada. ¿Qué voy a decirle? ¿”Vine a Libres para la feria nacional del libro”? ¿“Yo no se nada señor. Hace un rato estaba en casa de Irene tratando sin muchas ganas de escaparle a las garras de Natalia y de repente... ¡Puf! aparecí corriendo por ese monte”? Nada coherente puedo decirle. Callo, pero mi silencio aumenta la suspicacia del que come y me señala con el puñal diciendo:
- Hay que estaquearlo hasta que hable mi teniente. Este es un hijo de Rosas.
Los otros ríen porque la última frase la pronunció como el insulto usualmente abreviado hdp. El jefe, al que ellos se refieren como teniente, hace un gesto con las manos y las risas se apagan en la noche como las chispas desprendidas por los leños de la ribera.
- ¿No va a contestar nada? ¿Va a dejar que lo estaqueen? Acá algunos están ansiosos por recibir el encargo.
Él esta de cuclillas cerca mío. Por sobre sus hombros veo, de pié, al de la tira de carne masticando con la boca abierta y sonriéndome con malicia de enormes dientes amarillentos. Estoy perdido ¿Qué le diré? Cualquier cosa para evitarme más sufrimientos...pienso:
- Yo aborrezco a Rosas y su política centralista. Es un tirano maldito que nunca debió asumir...
- Esta tratando de zafar nomás che teniente. No le vayas a escuchar
- Debe ser un espía.
- Vamos a estaquearlo hasta que grite donde están los otros.
- ¡Silencio caracho!
Durante ese pequeño alboroto el teniente no dejó de mirarme, y yo tampoco bajé la mirada. Le hablaba a él, y de él esperaba respuesta. Trato de disimular el miedo disfrazándolo de frío, solo en la mirada todavía guardo seguridad. Solo allí, aún...
Por un instante, me examina como a una radiografía y luego, sin dejar de verme a los ojos, ordena:
- A ver Sargento López. Vaya nomás a alimentar el otro fuego. Deje de tirar leña en este.
El del puñal me dirige el gesto de una amenaza filosa y después se aleja de mala gana empujado por la fuerza de la orden. Los otros dos miran silenciosos detrás del jefe.
- ¿UD. me conoce?
- No señor, disculpe mi ignorancia
- Soy el teniente coronel Joaquín Madariaga al mando de la división libertadora de Corrientes.
Me estrecha la mano dolorida y siento un segundo de tibieza. Madariaga…división libertadora... libros de historia, canciones folklóricas, relatos de gente grande, se atropellan en mi imaginación con frases confusas y vagos recuerdos de materias apenas aprobadas. Madariaga... ¡sí! los hermanos Madariaga...Antonio y Joaquín...
- Venga, lo vamos a acercar hasta el fuego o se va a morir congelado cuando baje la helada.
¿Cómo me verán desde afuera? ¿Tendré los ojos abiertos? ¿Estaré retorciéndome en medio de convulsiones, gritando desvaríos en un hospital público? Aquí, en este estado sea cual fuere, el teniente coronel Joaquín Madariaga futuro gobernador de Corrientes, junto a dos gauchos soldados, ayudan a ponerme en pie. El dolor de cabeza me causa vértigo y pierdo el equilibrio pero los postes humanos que me sostienen, apenas si lo notan y continúan llevándome con las puntas de los pies al ras de la arena. Rostros hoscos de cabellos desgreñados me ven caer sentado junto al fuego. Es un buen fuego. Me desconfían. Me caliento. Estoy agradecido. Comentan en secreto señalándome, susurrando recelosos…Es un buen fuego, y a través de él, veo la figura de Madariaga mateando con un hombre oscuro, aindiado. Matea y me mira pensativo. Si esto es una alucinación, no es del todo mía porque me es imposible penetrar los pensamientos de Madariaga. Me contempla curioso… intrigado. Parece ver en mí, algo que los demás no…se nota el porqué está al mando.
El fuego me está devolviendo el ánimo. Siento la sangre circulando y el dolor disminuye. El frío se ha retirado hacia la oscuridad del monte, hacia atrás...Madariaga se está acercando. Se para a un costado y me toma del cabello, acerca un poco mi cabeza al fuego y observa con atención:
- Juan, ¿con que le pegaste?
- Con las boleadoras che teniente.
- ¡Buena puntería! Casi matás a tu pariente de un bolazo…
Risas. Todos ríen. Yo me siento tentado, pero al otro lado de la hoguera el paisano fiero como las pesadillas de la indigestión, pegó un brinco de resorte. Las risas se van diluyendo lentamente hasta formarle coro de silencio a la mirada iracunda del paisano en pié.
- Este no es mi pariente don Joaquín. ¿Por qué me dice eso?
Madariaga se puso muy serio. Es evidente el peligro de enojar a un tipo como ese.
- Repítale su nombre muchacho.
El cansancio barbudo de quienes me observan, se vuelve rojizo por las llamas que alumbran su expectativa. Esperan oírme…
- César…Montenegro.
- Yo soy hijo de Justo y Padre de Horacio. ¿Quién es tu padre?
- Tomás.
- No hay ningún Tomás en mi familia teniente. Esta mintiendo su nombre.
- Tranquilo Juan…deben haber muchas familias Montenegro, no se van a conocer entre todos…era una broma chamigo…
El hombre claramente disgustado, vuelve a sentarse.
El del puñal, ajeno a todo y todos, esta terminando de afilar el arma de acero que parece una extensión de sus dedos. Bosteza, se para, y dirigiéndose a Madariaga:
- Con su venia teniente voy echarme a dormir un poco
- Andá nomás. Y los demás también, denle al ojo si pueden, salvo los centinelas que elegimos
ayer. Destáquelos, y que decidan los turnos entre ellos.
Ya los conté. Son cuarenta. Todos están secos y hablan de ayer y el cruce...de la suerte de los otros…creo saber donde estoy…cuando estoy…debe ser la noche del 31 de marzo de 1843… ayer, estos mismos soldados criollos cruzaron el río Uruguay desde el Brasil y hoy todavía esperan el resto de la fuerza expedicionaria para luchar contra el gobierno leal a Rosas.
Madariaga y estos cuarenta, nadan en la incertidumbre de su destino.
Ayer, todavía en territorio brasileño, eran un ejército de 280 soldados, henchidos los pechos de revolución libertaria. Hoy, desbandados por la fuerza imparcial del río, la furia de la tormenta y la traición de los desertores, parecen apenas un puñado de semillas a la intemperie. Es curioso como trabaja la mente durante la locura (si es que estoy loco). Yo creía olvidados estos detalles de la historia, pero a medida que hablan y conforme pienso en lo que escucho, surgen datos ocultos en la memoria dejándome una sensación de eureka. Ellos no lo saben aún, pero dentro de pocas horas, otros 70 hombres se les van a unir para conformar el cuerpo de los 108 Libres.
El campamento, duerme un sueño intranquilo.
La cabeza me duele todavía pero de a ratos y con poca intensidad. Debe estar haciendo efecto el emplasto de hierbas y raíces que me dieron para atar con un pañuelo alrededor de las sienes. Estoy exhausto. El calor de los leños encendidos y el sonido del agua me adormecen, me distiendo... un letargo...debo recuperarme para volver...veo libros...oigo caballos... fotografías... esto debe ser solo una pesadilla muy lúcida...firma de ejemplares...voy a despertar en lo de Irene...el rostro de Sofía... me duermo........................................................
- Montenegro, Montenegro...
Estoy de vuelta. Otra vez el agua, los caballos...
- Montenegro, venga...por favor...
Los leños crepitan indiferentes. Madariaga me sacude suavemente el brazo y lo miro sin moverme, quiero seguir acostado al calor.
- Venga, acompáñeme un momento.
Me incorporo y él ayuda tomándome del antebrazo. Con una manta sobre los hombros camina delante y yo lo sigo mirando alrededor mientras, en silencio, atravesamos el campamento.
Flota entorno, agrio vaho mezcla de ropas sucias, tabaco y grasa vacuna untada al acero de las espadas para protegerlas del herrumbre. Es curioso, nada de esto se menciona en los libros de historia ¿de donde viene el recuerdo entonces? ¿O es que estoy viviéndolo realmente? Por ejemplo, nada se dice de hombres como este cuyo puñal de doble hoja recién afilada se mantiene unida a su mano aun cuando duerme. O de ese otro más allá, tratando de disimular, sin éxito, lastimeros sollozos bajo la manta. Es raro...
- Dígame en realidad quien es usted.
Lo miro directo al seño fruncido. Sus ojos se distinguen apenas en el rostro exánime, demacrado, lleva días sin dormir. Alguna ansiedad inmensa aprisiona su alma.
- No soy un espía señor.
- Tampoco es argentino...ni Europeo... ¿qué es usted?
Me tiene miedo. Puedo sentirlo. Cualquiera de los otros cuarenta que duermen, se revuelcan insomnes o montan guardia, cualquiera, aun el más débil y cansado, no dudaría en atravesarme una lanza si tuviera que hacerlo. Pero quien los comanda, el que tiene tanta ascendencia sobre sus voluntades que estarían dispuestos a morir por él, ese me teme a mí, solo perdido y desarmado.
- Mire, esto es todo lo que poseo, esto, una familia casi olvidada y la convicción de la patria libre.
Señala hacia la hoguera y yo miro la tropa. Luego, con un suspiro se deja caer sobre un tronco que, acostado sobre la playa, parece un tótem durmiendo siesta de siglos. Me siento a su lado. No comprendo bien sus palabras, pero tengo la necesidad de confortarlo, tengo alguna respuesta para él, pero no entiendo la pregunta...o aún no la formula.
- No me deje con esta duda envenenada Montenegro, sus ropas, su forma de hablar... usted no es… ¿qué es usted? ¿Qué hace aquí?
Suspiro. Profundo y entrecortado, como cuando uno, después de haber llorado mucho, ha comenzado a callarse.
- No se que decirle. Yo mismo no estoy seguro de como llegué, o de si estoy aquí.
Ahora, además de los colores de la ansiedad y fatiga, también el espanto le acerca un poco de amarrillo a su rostro. No duda un segundo de las cosas que digo, no se porqué, pero cree inmediatamente en mis palabras. Me doy cuenta de como podría jugar a mi antojo con su mente, por eso quiero despejar el misterio de una vez:
- Mire...Mmmadariaga. Yooo...sí soy argentino, soy de aquí...ppero no de ahora...
- ¿Qué dice?...No le entiendo... ¿cómo se puede...no ser...de ahora?
- Porque...no se...yooo....vengo de su futuro.
- ... ¿mi futuro?...
- Del futuro de Corrientes...del futuro en general...
- .......................
- por ejemplo...usted vive en el futuro de los hombres de la gesta de Mayo...o las invasiones inglesas...si usted pudiera caminar por el tiempo, hacia atrás como se regresa por un camino
cualquiera, pero no un camino trazado en el espacio...sino en el tiempo, en algún momento
llegaría...a esos instantes de la historia...se encontraría con aquellos hombres.
- ...y los hombres del futuro... ¿pueden caminar hasta el pasado?
- No. Creo que no... yo no se como...
Está horrorizado. Me inspira profunda pena, casi puedo ver, mas oscura que la noche, una garra de angustia oprimiéndole el pecho. Dibuja un rictus de boca torcida, pretendiendo ser sonrisa... me toma del brazo...presionando un poco para estar seguros que soy de carne, e interrumpe:
- Es usted ¿verdad?...de usted me habló el General Paz...ha venido a traerme el mensaje fatal
...usted es mi mensajero ¿verdad...?
- ¿Mensajero?...espere... ¿el General paz le habló de mi?... ¿el manco Paz?
- No me dijo exactamente quien o como sería, es distinto para cada cual... ¿no es así? el manco
Paz es un hombre muy culto ¿sabe?...a pesar de nuestras diferencias, cada vez que hay
ocasión, dedicamos horas y días a discutir sobre vida y muerte, cielo e infierno y esas cosas.
En eso somos como gemelos...es usted ¿no es así? ¡Dígamelo!
Me está viendo con el seño retorcido y los ojos en llamas. Por dentro, su cabeza debe arder como el núcleo candente de la tierra y, al viento de la madrugada, sus cabellos perecen hachones de fuego negro. Me impresiona, no puedo más que observar y oírlo decir:
- Él me contó sobre Atila, Gengis Khan, Alejandro, y cada cual en su momento recibió un
mensajero...todo jefe guerrero conduciendo hombres a su muerte por una idea...en algún
momento debe enterarse donde y como llegará el final. Napoleón lo vio en Egipto, dentro de
la pirámide. Facundo, el tigre de los llanos, lo vio como un jinete sangriento y un cortejo
fúnebre en el desierto cuando rodaba hacia Yaco...pero yo...todavía estoy en camino, todavía
no logro darle sentido a tanta muerte de hermanos producida por hermanos ¡hemos esparcido
por esta tierra los sueños de tanta gente!...tanta familia que no llegará a ser...tanto huérfano
amargado...tengo camino por delante...no puedo abandonar aquí. Todavía debo cumplir...
Y mientras habla, en ningún momento aparta sus ojos de la tropa dormida.
- ¿Puede el mensajero prolongar los tiempos? ¿Está en sus manos?
- No soy ningún mensajero, Madariaga. Soy un simple comerciante que repara máquinas para
vivir y …escribe un poco cuando tiene tiempo. Solo eso. Mi presencia aquí es un mero
accidente.
Perplejidad. Duda. Incomprensión. Su frente muestra todos los colores del espectro emocional bajo la sombra de ese fuego oscuro. Duda es lo que persiste.
- Pero usted conoce el futuro, mi futuro… ¿no es así?
- …sí…
- Entonces ¿Qué importa como llegó hasta mí o como tiene ese conocimiento? ¡No reniegue a
su destino! Creo que está aquí para indicarme el mío... ¿Estoy perdido verdad? Sí…es eso,
aquí se agotó mi sueño de libertad…mi ejercito de “libres” es solo bruma…el olvido nos
reclama…
Parece un creyente perdiendo la fe en mitad de su paso sobre las brazas…
¿Debo transmitirle lo que sé? ¿No será inmoral, antinatural o algo así? Tal vez lo sea, tal vez tenga consecuencias inesperadas lo que puedo decirle...o tal vez solo sea como predecir la lluvia que de todas maneras ocurre ¿O puede el meteorólogo alterar el suceso por solo informarlo? No lo se en realidad. Pero quema en mis manos el remedio que un hombre reclama para aliviar su dolor:
- Madariaga, no es olvido, sino gloria lo que usted tiene por delante.
- Me engaña...se divierte usted con la flaqueza de un guerrero derrotado...
- ¡Es que no está derrotado!, su ejercito...
- ¿Ejercito? ¿Qué ejercito? ¿Treinta y nueve hombres hambrientos, la mayoría de a pié, mal
armados, con el desanimo mordiéndoles las tripas como un perro rabioso, bajo el mando de
un oficial sin fuerzas, abatido y temeroso ? Esto no es un ejercito señor ...¡esto es carne
reservada a los cuervos!
- ¡Escúcheme! Usted quería saber...y yo ya no puedo callar...
Me dirige una sonrisa insulsa y mira sin ver.
- Antes de la aurora, su hermano llegará aquí con más de setenta hombres, provisiones, y
caballos de reserva.
- ¡Miente! ¡Todos muertos o desertados!
Apoyo una mano en su hombro con toda la calidez que puedo y le sonrío sintiéndolo estremecer:
- Es la verdad...Don Joaquín Madariaga...futuro libertador y gobernador de Corrientes...
Se para asustado y dirige hacia mí su mano derecha con tres dedos apuntándome como conjurando a un demonio:
- ...Dios... ¡júrelo por Dios!...
- ...él es mi testigo...
- pero... ¿será posible?... ¿es posible… aún?
- Ahora mismo marchan hacia aquí
- ¿Antonio?...mi hermano... ¿y varios soldados?
- Más de setenta, caballos y provisiones...
Difícilmente pueda reproducir lo que estoy viendo. Transmutación es la palabra que mejor lo describe. Ríe. Con los dedos trata de contener lagrimas que no retroceden. Se agolpan a sus ojos enrojecidos y lavan, al rodar hacia la arena, el semblante adusto y desencajado. Lo diré así; aun es noche, pero amanece el nuevo semblante de Madariaga.
- ¡Dígame que es cierto, necesito que lo sea...!
- Lo es señor
- Mas de cien...podría formar dos compañías...y un grupo de avanzada que vaya reconociendo
el camino...podría... ¿todos montados?
- Creo que sí, se que traen muchos caballos...
- ¡Todos montados! ¡Un ejército montado otra vez!
Desde lo alto del barranco, un agudo zapucay nos alerta. Hay voces, vivas, disparos y revuelo de júbilo; Antonio Madariaga está llegando con el resto de los libres. Joaquín me toma de los hombros con una energía inexistente hace algunos minutos diciendo:
- Resultó ser caburé y no suindá...mi amigo...
Sus fosas nasales se abren para henchirle el pecho. No se que fuente le abastece de orgullo, pero está lleno. Desborda. Su expresión la comparo a la del capitán de un navío frágil que, habiendo luchado toda la noche contra una terrible tempestad, ha salvado barco, tripulación y carga para el amanecer. ¡Ah! ¡Cuan extraordinario favor puede hacerle una sola gota de buena voluntad, al espíritu de un hombre desesperado! En medio del bullicio Madariaga corre al encuentro de su hermano y se confunden en el gris contaminado de rosa del amanecer. Muchos de los otros criollos también se abrazan y hay en el aire una especie de electricidad humana de la que no me puedo sustraer. Me emociono. Levanto del suelo la manta de lana que Madariaga dejó caer y la coloco sobre mis hombros. Aquí llegan él, su hermano y algunos oficiales. Nos presenta. Apretones de manos ásperas y húmedas, saludos marciales, algarabía. Madariaga me lleva a parte:
- Tome montenegro, usted a trocado la noche en día y salvó mi alma del abismo. Tome esto,
tiene un gran valor para mí, pensaba heredarlo al mayor de mis hijos pero siento
que debo dárselo a usted.
Es una moneda grande de cobre macizo. Quiero decirle que se equivoca, que fue él quien se arrojó al foso y él mismo se rescató, pero este impulso egoísta dentro mío quiere sentirse merecedor del regalo y solo digo gracias. Todos se reúnen alrededor del único fuego que persiste y los Madariaga y sus oficiales reparten armas, comida y casi podría decir...felicidad. Miro esta moneda en mi mano y la encuentro valiosa, me agrada. La guardo y me dirijo a donde están los otros, estoy dispuesto a seguir la corriente de esta alucinación hasta que acabe, espero que acabe porque a cada instante parece más real y tengo miedo de quedarme dentro de ella...
Está aclarando y...pero... ¿qué es esto? ¿Por qué todos callan de pronto y se agazapan de este modo? Hacen gestos de silencio y hay órdenes mudas. Se arrastran en la arena reptando como serpientes, alguien me toma por el brazo y me empuja al suelo, lo miro boquiabierto y él, indicándome que haga silencio, señala hacia el río. Esa es la razón. En medio, flota dibujándose sobre el telón del amanecer, un barco más silencioso que este campamento. Es enorme y de sus costados asoman cañones. Es de Rosas, murmuran en tono supersticioso. Hay que escalar el barranco, es la orden casi muda y por todos entendida. Nos arrastramos sigilosamente, no se oye una sola voz y hasta los caballos parecen oler el peligro. Estamos trepando de espaldas al río, asiéndonos de raíces y salientes en las paredes de arcilla. El miedo nos araña la espalda como una presencia malvada. Los más adelantados están a unos dos metros de alcanzar las manos de los centinelas que intentan asirlos y... ¡OH Dios! ¡Que terrible explosión! Es un disparo de cañón y el proyectil debe haber impactado abajo, donde estuvimos hace instantes, porque además de arena, nos llueven restos de leños humeantes. Me apuro. Todos apuran y desesperan por llegar arriba y hay pánico, nos sentimos completamente expuestos. Algunos caen y me rozan en su ruedo barranca abajo. Es difícil continuar...es muy escarpado....hinco las uñas en la arcilla dura y quisiera trepar, ágil, ligero, como un lagarto, pero mi humanidad es evidente.... ¡Dios mío! ¡Otra explosión, y otra...y otra más! Los restos de naturaleza nos siguen lloviendo, una nube de tierra cubre el aire y hay gritos desgarradores, estoy aterrado. Las explosiones siguen, cada vez mas cerca, ¡OH, por favor! Chorros húmedos me salpican y estamos muy lejos del agua...debe ser sangre, ¡nos están masacrando! Gritos, explosiones y relinchos, el pavor me gana todo, me envuelvo en terror, siento ganas de soltarme, quizás abajo halle refugio ¡Dios santo! ¡Esa explosión fue a mi lado! ¿Cuándo me tocará? ¡Por favor que alguien me ayude! Si estoy loco, llegó el momento de probar electroshock o esas drogas experimentales aunque mi familia se oponga, ellos no saben...yo doy mi consentimiento. ¡Haaaa....esta raíz se ha desprendido! Estoy colgando y me balanceo sostenido en una mano. Ya no puedo, resbalo, ya no aguanto... ¡HHHAAAAAAA! Caigo, estoy rodando y arrastro conmigo a otros que gritan y me golpean tratando de asir algo que los detenga, mi piel se rasga y mis uñas se rompen en el intento de sostenerme pero todo es en vano. Con un fortísimo golpe contra algún tronco, quedo tendido sobre la arena. Continúo oyendo, amortiguados, los ruidos confusos. La nube de arcilla, arena y humo que cubre el cielo, se mete en mi boca y ojos. El dolor de mano enguantada ha regresado. Late y eclipsa al miedo. Puedo oír al corazón latiendo en todo el cuerpo maltrecho. Una figura borrosa se acerca. Me esfuerzo pero no puedo distinguirla. Se acerca con ademán de tocarme, pero retrocede asustado y no por las explosiones. No se que esta viendo, pero duda...estoy reuniendo todas mis fuerzas para llamarle pero no puedo moverme...aquí viene otra vez...me ha tomado una mano...
- Montenegro, cuando vuelva...
¡Es Madariaga! Quiero enderezarme para mostrarle que aún puedo lograrlo si me ayuda, pero es imposible, todo esta muy borroso, el dolor es insoportable, ni siquiera puedo hablar
- ...cuando vuelva, debe hacerme un favor...
Quiero gritarle que por favor me ayude...pero es inútil, estoy condenado a sentir sin poder expresar nada
- ...si los libros son como ahora, darán una vista fría del pasado...solo una lista seca de fechas,
lugares y sucesos, nada dirán de lo que sentimos por dentro...
¡Por favor! ¡Ayúdeme usted primero! Sáqueme de este estado horrendo...
- ...corrija los textos Montenegro, diga...dígales que soy un hombre, que en las siestas del
invierno escondido en los montes, adiestrando a otros, soñando con la libertad, sentí mil veces morir mi juventud, sentí también, ¡tan lejos!, arrugarse con los años la belleza de mi esposa y nuestros sueños, como una hoja de papel donde se ha escrito un poema y que luego se olvida en un rincón donde ya nadie lo leerá jamás...
Otra vez retrocede, ha soltado mi mano. Me doy cuenta que es inútil todo intento de expresión. Las sensaciones se alejan, disminuyen...este estado me recuerda…el viejo televisor Strombergcarlson de mi infancia. Cuando lo apagaban, la pantalla oscurecía casi toda, excepto en medio, donde una línea de luz horizontal muy fina que luego se concentraba formando un único punto de luz brillante, se reducía gradualmente hasta formar un puntito minúsculo de luz. Yo lo miraba empequeñecer, y me parecía que nunca desaparecería, lo veía achicarse hasta el tamaño de la punta de un alfiler, pero tenía la seguridad de que seguía allí, casi invisible en el centro de la pantalla oscura y silenciosa. Así me siento ahora. Mi conciencia se ha reducido a un pequeño punto, y continua reduciéndose, apagándose...pequeña, ninguna sensación...solo un punto casi invisible.............. Plic, Plic, Plic ... Plic, Plic, Plic...hay un sonido...solo eso ...Plic, Plic, Plic...me resulta familiar...lo he oído antes...Plic Plic Plic...es la canilla en el baño de Irene...¡Es la canilla! Pli Plic Plic...¡He vuelto!...hay un murmullo y formas borrosas...estoy recobrando la vista... se acerca una forma ...el dolor late en las sienes...la forma se reclina sobre mí...¿será Madariaga? ¿ Aquí ? Plic Plic Plic
- ¿Mi amor?
¡Es Sofia! ¡En verdad regresé! Quiero abrazarla pero solo articulo un espasmo:
- César... ¿me ves?
Intento decirle que no muy bien pero solo gorgoteo sonidos incomprensibles. No me importa. Estoy de vuelta y no en el psiquiátrico. Eso me da ánimos......pero entonces ¿todo sucedió? Sueño no fue, estoy seguro. He soñado por más de treinta años y esta experiencia definitivamente no encuadra en esa categoría. ¿Alucinación entonces?
- ¡Abrió los ojos! Irene ¡Abrió los ojos!...
Ahora la veo más claro. Me lleno de alegría, de alivio...pero no puedo olvidarme de Madariaga...y su pedido, pero ¿cambiar los textos?...si sucedió ¿Cómo podría cumplir con su encargo? ¿Quién me escucharía sin burlarse? Dos oraciones y me enfundarían en un chaleco de fuerza...pero sonaba tan desgarrado al pedírmelo… me avergüenzo de esta incapacidad...
- ¡Primo! ¿Cómo estas? Recién se fue el médico...dijo que estabas bien
¿Podré hablar? Voy a intentarlo:
- ¿Que me pasó?
- No se...no sabemos...te encontramos allá bajo, cerca del río, ¿vos no recordás?
- No
- César... ¿cómo llegaste hasta la orilla? Estuviste ahí tirado mas de ocho horas...
Suena el timbre. Irene fue a abrir. Sofía me acaricia la frente y oigo que se acercan Irene y...
- ... ¿y como está el enfermito?
Natalia. Es Natalia que se acerca y me roza el cabello con una mano, me mira de frente y guiña un ojo. Sonríe...es como un hechizo esa mirada. Sofía nos da una rápida ojeada... ¿se lo habrá contado Natalia?
- César, ¿podes abrir la mano izquierda? El médico dijo que cuando te despiertes podrías...
¿La mano izquierda? Sí, me duele. La mano izquierda...es como un calambre
- Desde que te encontramos tenés el puño cerrado y no hubo forma de abrírtelo.
La única que no habla es Natalia. Ella solo me mira, me embruja desde esa sonrisa.
- Probá César, tratá de abrir la mano
Natalia solo mira sentada al pié de mi cama sonriendo como una vampiresa. Sofia me acaricia el antebrazo izquierdo, trato de relajar la mano y lentamente la abro...la estoy abriendo, es doloroso y… algo metálico cae al suelo...y rueda...
- ¡Es una moneda! ¡Enorme!
- Sí ¡Enorme! ¡Es hermosa! ¿De donde la sacaste?
¿Qué voy a decirles? Parece que soy incapaz de explicar las cosas. Irene y Sofía están deslumbradas con la moneda. Se pelean como niñas por tenerla…la moneda…pero entonces todo fue real...o no... ya no se que creer...no tengo fuerzas para razonar demasiado, y menos con Natalia mirándome de ese modo. Las otras dos pelean en el living por la moneda, ríen mucho y planean...van a venderla, la van a convertir en un medallón...que es del virreinato del río de plata dicen...que de 1800 y pico y como brilla...ahora llaman a Natalia para que de su opinión. Ella se levanta, y arqueando una ceja:
- Ahí voooyy...
Se acerca y me besa la frente, tiemblo…me hace temblar…está llena de encanto...me mira una vez más antes de salir y con la ceja aun arqueada, enigmática, me susurra al oído:
- ¿Ves?... ¿no te dije…?
Y se va.
Sopla un beso desde la puerta, da la espalda, y dejándome en la sima de la perplejidad, ya sin mirarme repite:

- Libres...es muy asombrado...

Julio César Gallardo

Texto agregado el 09-02-2006, y leído por 212 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
12-03-2006 Logras destacarte en prosa. 5* sorgalim
 
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