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La noche en que lo conoció el cielo estaba poblado de estrellas y había una especial calidez de aquellas que sólo pueden preceder a las huellas que nos marcan la vida de por vida y que en los momentos más duros son capaces de arrancarnos la más inesperada e indiscreta de las sonrisas, huellas que en determinado momento se tornan en el motor vital y en uno que otro caso en la vida misma.

Esta era una de aquellas noches por demás extraña. Llovía mucho, el clima era por demás gélido y la neblina “se metía hasta por los callos” como solía decir el compadre Pichicho que tenía de palomilla lo que tenía de enano el muy puta, pero aun así la memoria le trajo el recuerdo de aquella noche en que todo comenzó; en el cielo no se lograba ver ni una sola estrella por más que uno dejara el alma en el intento... pero aun así, la memoria se empecinó en traer el recuerdo aquella noche en que todo comenzó. Por más que intentó conciliar el sueño, lo único que logró fue recordar la noche en que lo conoció, aquel primer paso que los condujo a la felicidad desmedida... la misma felicidad que desencadenaría en el infausto episodio que sería la muerte propia nacida para dar inicio a una vida sin vida con la esperanza de nacer a otra vida ya sin aquel martirio.

Ante sus ojos como en una función de cine, se vio a sí misma veinte años atrás, en compañía de Brolín El Ilusionista conversando de cosas sin temas cuando llegó hasta ellos la equilibrista Thania con un mozuelo alto, moreno de ojos negros y cabellos rizados como hebras de canasta, el rostro salpicado por la vergüenza que sólo los tímidos saben tener al llegar a su nuevo hogar, tal y como se lo dijo en más de una ocasión Thania que considerara a este Circo, porque quizás no sea tan glamoroso como el norteamericano en donde estuviste antes, pero es acogedor, chiquito pero cálido. Tony desde aquel momento en que conoció a Brolín El Ilusionista y a la bella amazonas que a su lado estaba, la bella Veroshka, nunca pudo olvidar hasta el final de sus días aquella mano tan suave que se estrechó con la suya porque es que jamás me hubiera imaginado que la seda podía convertirse en piel ni que los topacios podían volverse ojos ni que los ángeles miraran a través de ellos, ni que el oro pudiera malearse a tal punto de formar ese cabello de ensueño, ni que el paraíso fuera capaz de unir sus más bellas sinfonías para dar vida a aquella voz que en cada instante de su vida susurraría para mantenerlo vivo.

A Veroshka la persiguió desde aquel momento la imagen dura de aquel equilibrista mitad humano mitad goma de tan elástico que era que a cada rato me tenía con el corazón en la boca por las piruetas que hacía que me dejaron pensando en más de una ocasión en qué haría si se me muere el amor de mi vida porque un amor así de fuerte y de apasionado sólo podía ser el amor de mi vida porque mi vida era suya por siempre jamás desde aquella noche en que el cielo estaba poblado de estrellas y que había una especial calidez de aquellas que sólo pueden preceder a las huellas que nos marcan de por vida.

Desde aquella noche en que las manos se estrecharon y los ojos chocaron en un eléctrico cruce visual, supieron que sus vidas no serían las mismas y que de una u otra manera el destino habría de tenerlos juntos. Nadie supo nunca con exactitud cómo se inició el idilio entre ambos, las funciones circenses se dieron con normalidad entre saltos y deslumbrantes luces y bailes, entre anuncios que predicaban las increíbles hazañas de Brolín El Ilusionista, los acrobáticos saltos de Thania y Tony –sin duda los mejores equilibristas- con su espectacular danza del Danubio Azul en la cuerda floja, las asombrosas maniobras de la amazona Veroshka directamente de Rusia quien parecía haber nacido pegada a un caballo, el espectacular número de Jack, el único enano domador de fieras, con su nado sincronizado de leones... lo único que supieron es que de la noche a la mañana y sin un momento determinado se les vio de la mano jurándose amor eterno, él le decía mi vida y ella le decía mi amor y nunca antes bajo la carpa de aquel hogar herrante se vio tanta pasión junta cubierta por un aura de constante ternura, la pareja definitivamente era el vivo reflejo de aquellas cosas que uno no sabe cuando es que comenzaron pero sólo sabe que no tendrán fin porque el único escenario en el que pueden desenvolverse es en los umbrales de lo eterno.

El circo recorría todos y cada uno de los lugares que puede tener este mundo, presentándose en lugares tan afamados como aquella vez en que en medio de gran expectativa y contra todo lo dictado por las costumbres lugareñas y hasta mundiales, por única y extraordinaria vez se efectuaron trabajos de habilitación en el Gran Circo Romano en la capital italiana para su presentación... ¡sí, entiéndalo bien mi querido amigo!, en una de las siete maravillas del mundo antiguo, todo un suceso a nivel mundial; pero al igual que lograron presentarse en lugares así de grandiosos, no tenían reparos en establecerse en lugares recónditos de cuya existencia acaso sólo conocían los habitantes de los mismos... lugares tan inhóspitos y alejados como aquel lugar en el cual el circo vería por última vez las actuaciones de dos de sus mejores componentes... el equilibrista Tony y la amazona Veroshka.

Corrían en este pequeño puerto de aquel país sureño, las voces sobre la llegada de este espectacular circo para hacer tantas presentaciones como estrellas se pudieran contar en la noche de su primera función. La gente abarrotada desde los primeros parantes que se colocaron para edificar sobre ellos la majestuosa carpa símbolo de la alegría que en esos días inundarían las calles y mares. La carpa no sólo fue levantada por los miembros del circo, sino que los habitantes de aquel puerto olvidado por Dios también ayudaron, desde la pequeña Patricia “La Patilarga” con sus cortos ocho años casi nueve y sus carrizos de piernas que a duras penas podían cargar con su humanidad y con algunas partes de los parantes de metal que servían de base y sostén a la mutlticolor carpa que se erigió señorial, hasta el viejo Jeremías Nada, quien entretenía a todos los asistentes a las labores diarias de establecimiento del circo, lugareños y cirqueros, contándoles las asombrosas hazañas de los héroes nativos del puerto en las guerras de los aquellos días sin noches contra la invasión española, contando leyendas y mitos de la zona, asustando a los recién llegados con historias como la de aquel deshonrado novio que hace muchos años -algunos afirman que fue más de dos siglos mientras que otros dicen que fue hace cincuenta años-, al enterarse de la infidelidad de su amada, retara al bellaco insolente a duelo:
- A las 4:00 a.m. en la Plaza Central... a diez pasos

A las 4:00 a.m. dijo... a diez pasos dispuso... en la Plaza Central indicó... pero lo que jamás hubiera imaginado es que el duelo era lo último que se le cruzaba por la cabeza al pícaro Julián Escobar, que por lema en la punta de la lengua siempre tenía: “prefiero que digan: acá corrió Julián que acá murió Julián, compadre” y en efecto, además de decirlo, muchos no creyeron que sería capaz de ponerlo en práctica... pero lo hizo como lo veremos en seguida. Luego de ser retado oficialmente a duelo (dicho de otra manera, después de haber sido bofeteado con los guantes de ley), cerca de las 3:00 p.m., tuvo el suficiente tiempo para buscar a la manzana de la discordia, Silvanita De La Puente Ponce de León y Barreda de Osma, rimbombante nombre para la putita más recatada de aquella época y huir juntos hacia la sierra de la ciudad, en donde a la mañana siguiente -y sin descanso a pesar de lo desgastante de viajar en mula- tomar el tren que los llevaría sin rumbo fijo con destino a la ilimitada felicidad, sin nombres conocidos ni dedos señaladores que puedan empañarla o incomodarla siquiera.

Cuando a las 4:00 a.m. se apareciera, con los respectivo padrinos, el novio deshonrado, esperó con ansias la llegada del infame para arreglar la deshonra de una vez por todas porque una ofensa así mi estimado sólo se repone con la vida ofrecida en un charco de sangre y a la hora que venga el desvergonzado ese que vaya encomendándose a todos los santos porque lo que le espera es candela pura... candela pura.

Nunca llegaría.

El deshonrado novio, ahora con la sonrisa de oreja a oreja, porque nada peor para un varón que se respete que el karma de no haber asistido a un duelo por expreso miedo a la muerte, miedo jamás permitido a los hombres de la época y menos en casos de honra ya sea en posición de víctima o de victimario. Con la insolencia propia de quién originó la extrema cobardía en su contrincante, el novio deshonrado –de quien hasta el momento mismo en que Jeremías Nada relataba esta historia, nunca jamás nadie supo su nombre ya que nadie nunca más quiso pronunciarlo, contribuyendo así a que su historia se convierta en una leyenda folklórica- se dirigió por la mañana luego de una siesta reparadora a la casa de la disputada Silvanita De La Puente Ponce de León y Barreda de Osma para renovar sus votos amorosos y jurarle por el sol, la luna y las estrellas y sobre todo, por su honor de caballero serio, debidamente comprobado horas antes, que olvidaría todo este bochornoso suceso para desposarla y ser felices por siempre y para siempre con la condición que olvides a ese bueno para nada Silvanita de mi vida... mira que huir despavoridamente a una cita de honor no es cosa de caballeros, ¿así es como te demuestra su amor?... huyendo como una rata miserable y dejándote sola con toda la carga de la vergüenza... prometo que te haré mi esposa y la mujer más feliz de este mundo, te daré mi apellido, pero si prometes olvidarte de ese vagabundo sin oficio ni beneficio.

El reloj de la Catedral marcaba las once de la mañana, cuando saliendo de su hogar con dirección a la casa de Silvanita, el novio que había sido víctima de la burla de aquel descarado y que ahora caminaba por las calles con la frente en alto por su magnífica victoria que no necesitó de una gota de sangre para poner en tela de juicio al cínico se topaba con mucha gente, quienes al verlo dejaban escapar más de una pícara sonrisa que él en su momento interpretó como un tácito reconocimiento por la victoria tan contundente que como él lo suponía a estas horas ya debe ser el pan caliente del día por lo que debo ser el caballero del momento; se encontraba a cada paso con grupos de damas que al verlo respondían a su venia tapándose la risita indiscreta con sus suntuosos abanicos y cuchicheando entre ellas sabe Dios qué carajo viejas chismosas. Dobló la esquina para tomar la cuadra que conducía a la casa de Silvanita, tan bonita, tan única, tan puta, cuando se topó con un amigo suyo quien al verlo sólo agachó la cabeza, puso su mano en el hombro del pobre hombre y le dijo con una voz que parecía venida de ultratumba:
- Hay hermanito, no me gustaría estar en tu pellejo.

Sin saber a qué extraña inspiración respondía, corrió lo más rápido que pudo a la casa de la susodicha. A pesar que la casa quedaba sólo a unos metros, le parecía estar corriendo una maratón, los espacios cortos entre casa y casa se le hacían kilómetros, de pronto sintió como el gozo extremo por la victoria magnífica y fácil que había obtenido se tornaba en una rara sensación de angustia y desesperación. Avanzaba corriendo, agitado por aquella cuadra de casas señoriales, legado de la invasión española que se caracterizó por lo pomposas de sus construcciones. La desagradable excitación que experimentó en aquel momento hacía que le faltara el aire y la respiración se le torne dificultosa, sentía que el corazón se le estaba saliendo por la boca. Al fin llegó a la casa con la puerta de madera color natural y anunció su llegada con la criada; en ese instante no se explicó cómo era que podía pronunciar palabra alguna si claramente notaba la falta de oxígeno en todo su cuerpo. Cruzó el patio principal cubierto de pasto, geranios y rosas tanto rojas como blancas y rosadas, siempre sintió gran atracción por las rosas blancas, pero en aquel momento sintió un pálpito extraño en el corazón cuando al pasar la vista complacida por el lugar donde estaban las rosas blancas notó en medio de ellas como había florecido imponente y saluidable una rosa negra... la sensación le erizó todo el cuerpo, al extremo derecho derecho del jardín un grupo de girasoles mirando neciamente ya casi en posición perpendicular al cielo anunciaban la proximidad del mediodía; llegó hasta la puerta marrón de dos hojas que conducía a la sala en donde se encontraban Don Eulogio y Doña Jacinta, padres de famosísima Silvanita De La Puente Ponce de León y Barreda de Osma, ella totalmente desconsolada en un llanto que delataba la angustia de madre y la debacle social que de seguro estaba experimentando ya que esta gente debe estar hablando que es lo único que sabe hacer, hablar y hablar, y más si es de gente como nosotros, una familia tan respetable, tan de alcurnia que ni de estos lares parece, ya nunca más podré ver a mis amigas del “Club de Damas de Beneficencia a favor de los Damnificados de la Guerra contra la Invasión Española” qué voy a hacer ahora con el nombre manchado y la gente señalándonos por donde quiera que vayamos. El padre ni qué decirlo, Don Eulogio sólo quería encontrarlos, encontrar a los infelices para tomar a ese insolente y con mis propias manos arrancarle de cuajo la garganta, porque es que nadie se burla de ese modo de un De La Puente Ponce de León sin más ni más Jacinta, con la mierda revuelta como la tengo te juro que en cuanto lo vea le arranco la garganta a ese miserable y en cuanto a la desvergonzada de tu hija lo único que va a obtener de mí es una estadía de por vida en el Convento de Clausura de las Hermanas de la Santa Caridad para que nunca más vea la calle y a ver si le quedan ganas de largarse con el primer haragán que se cruza en su camino, te lo juro Jacinta compañera mía por mi santo apellido. Ambos padres, indignadísimos como se encontraban, ni notaron la presencia del pobre novio burlado una vez más y daban rienda suelta a sus demonios y a sus lamentos sin mayores escrúpulos.

El pobre novio no quiso oír más y sin mayores preámbulos se retiró de la residencia de los De La Puente Ponce de León y Barreda de Osma con la sensación de estar pisando un suelo que se hundía a sus pies en cada uno de sus pasos, sentía claramente como el aire se hacía demasiado pesado al punto de no poder con tamaña carga sobre sus hombros; no supo definir bien si era el peso del aire o la horrible vergüenza de quien es timado por partida doble. Al salir a la calle notó como sobre su persona caían sin mayores conmiseraciones las más burlonas de las risas y los más descarnados comentarios, el pobre creyendo que había limpiado su honor y el de Silvanita más puta que nunca sin saber que todo lo que logró fue darles a ambos el tiempo justo para que pudieran huir sin rumbo fijo con destino a la felicidad ilimitada a costa del pisoteado de moda y es que cuando de ser felices en número par se trata, los humanos nos volvemos tan humanos que llegamos al extremo de deshumanizarnos y pasar por alto cualquier tipo de miramientos por el sufrimiento ajeno y es que el olor del calzón –o del calzoncillo- es más fuerte que cualquier razonamiento moral, social o de cualquier otra índole secundaria y totalmente prescindible en relación a un idilio que por ser prohibido se torna más irracional y descomunalmente delicioso aún. Sin saber como es que pudo con todo el enorme peso que en aquel momento cobró la atmósfera que estaba por demás cargada, se dirigió a la Plaza Central, al mismo lugar en que tenía que haberse dado el duelo salvador del honor; aconsejado por la inspiración propia de los caballeros enamorados que pueden perderlo todo y resurgir de las cenizas cual ave fénix, pero jamás asistir a las exequias de la vergüenza y el honor propio, pensó una vez más en la dulce cara de Silvanita, en lo mucho que la amó y en lo terrible que se volvía ese sentimiento en su interior, ya que por lógica él en estos momento debería odiarla pero sólo había conseguido en esos infinitos metros desde la residencia de los De La Puente Ponce de León y Barreda de Osma hasta la Plaza Central acrecentar indescriptiblemente el enquistado amor que sentía y es que en cuestiones sentimentales nadie podrá jamás entender la naturaleza humana que odia sin razón y ama incondicionalmente a quien más se ha empeñado en hacernos daño... cosas del Orinoco que nadie las sabe ni yo tampoco. Vio en ese preciso instante como un pequeñín -hijo del canalla que le había robado el amor de su vida y ahora su vida misma-, un niño de cerca de cuatro años, pasaba cerca de él en la Plaza Central, el novio lo miró con un odio que en un segundo adoptó ribetes de incontenible, pensó en la forma cómo debía estarse burlando de él en estos momentos ese miserable donde quiera que esté, sacó el arma que llevaba consigo tomándola fuerte y decididamente pensando en que toda esta burla no podía quedarse así, el infante al ver que el hombre sacó el arma se detuvo casi frente a él, lo miró con unos ojos de inocencia terribles de aquellos que sólo los niños saben tener y le dijo en un tono que parecía de conocidos de toda una vida “mi mamá me compró una pistola así ayer porque cuando sea grande voy a ser un héroe”, el injuriado le dedicó una mirada de desprecio de aquellas que sólo los adultos despechados sabemos dedicar y sólo se le oyó decir “juro que esta me la pagas”, luego sin más ni más hizo estallar el arma alojando una de sus balas en uno de los más preciados órganos humanos... el cerebro, lo que originó que un corazón dejara de súbito las funciones para las que había sido creado. El escándalo que originó todo ello fue tan gigante que dejó de lado el escándalo de la fuga de Silvanita De La Puente Ponce de León y Barreda de Osma con un pobre vago sin oficio ni beneficio, durante todo el día no se habló más que del suicidio del pobre novio burlado y del niño que quedó con los sesos salpicados en la cara sin más actividad que mirar el cadáver tendido casi frente a él.

Desde aquel infausto día, cerca de las cuatro de la mañana, muchas ocasiones se oyó en la Plaza Central gritos de varones desesperados, tan desgarradores que ni el sueño mismo se aventuraba a despertar de sí, al grito le seguían dos disparos de bala y no se oía más. Al amanecer, en la Plaza Central se encontraba el cadáver del infortunado dueño del desgarrador grito con dos agujeros de bala, uno en medio de la frente y otro en el sexo. Sólo un borracho del pueblo que en algún momento estaba cerca de las cuatro de la mañana acurrucado a los pies de una de las bancas de la Plaza Central disfrutando de los efectos del alcohol, inquilino perpetuo de su ser, vio lo que ocurrió con el dueño de uno de los tantos gritos que se oían, cuando la gente encontró a la mañana siguiente al borracho enrollado en sus propias piernas, casi en posición fetal en la puerta de la Catedral y le preguntaron si sabía lo que había sucedido el borracho lleno de pánico en todo el cuerpo y en especial en el rostro, sólo decía y repetía como un disco rayado “fue él, yo lo vi... el desgraciado novio de Silvanita... yo lo vi”. El borracho dejo de beber licor, pero la abstemia le costó la salud mental ya que perdió la razón y fue recluido en el hospital del pueblo. Cada vez que se oía algún otro grito en la madrugada, cerca de las cuatro de la mañana, el otrora borracho y ahora loco gritaba desaforadamente desde su celda sanitaria “es él, lo sé... yo lo vi... el desgraciado novio de Silvanita”. Es así que de una que otra frase suelta robada al otrora borracho y ahora loco, se sabía que si algún varón cruzaba por la Plaza Central a las cuatro de la mañana –hora marcada por el reloj de la Catedral- se encontraba con un caballero muy bien vestido con un agujero sangrante en la sien, ojos totalmente blancos, que miraba fijamente a los ojos de la víctima (si es que a eso se le podía llamar mirada) y le decía “juro que esta me la pagas” y sin mayores trámites a pesar de los gritos desgarradores de la víctima, le despachaba un tiro en el sexo y otro en medio de la frente, en ese orden. Todas las víctimas de esta alma en pena morían con los ojos blancos... extrañamente desaparecían el iris, la retina y demás componentes del globo ocular como si estos nunca hubieran existido, como si los ojos toda la vida hubieran sido tan sólo una canica blanca como la leche.

Comenzó el viejo Jeremías Nada con esta historia por la noche antes de la hora de dormir y cuando hubo terminado de contar la historia, entre las miradas trémulas de todos los oyentes, el presentador del circo dio la orden para descansar puesto que ya era demasiado tarde y mañana hay un gran trabajo por hacer, finalizar los acabados de la carpa, un pequeño ensayo y a dar inicio a las funciones, todos asintieron con la cabeza, sin embargo ninguno de los lugareños hizo el más mínimo esfuerzo por ponerse de pie, el presentador los miró con desconcierto y les preguntó:
- ¿Acaso ustedes no tienen ganas de ir a descansar?
- Si señor... en efecto... muchas ganas de descansar tenemos –decían confundidas las voces de todos cuantos estaban reunidos al interior de la carpa.
- Y entonces porqué no van a sus casas –inquirió, con la especial atención puesta en los rostros desencajados.

Todos se miraron sin decir palabra alguna, todos con la misma expresión de miedo en el rostro pero nadie con la intención de decir palabra alguna; este hecho estaba empezando a incomodar al presentador quien una vez más iba a invitar a salir de la carpa a los conocidos intrusos, pero esta vez con menos diplomacia que hace un rato, cuando de pronto sintió un pequeño jalón en su pantalón, era la pequeña Patricia “La Patilarga” con sus cortos ocho años casi nueve y sus carrizos de piernas que a duras penas podían con su humanidad quien con su dulce voz y la expresión serena de un ángel le dijo al incómodo presentador “son casi las cuatro de la mañana”. El presentador respondió a la niña con una leve sonrisa y muy en contra de su voluntad –pues era muy celoso con las instalaciones y cosas propias de circo- dejó que las personas presentes pernocten por única vez en el interior de la carpa del circo, poniendo como únicas condiciones primero que no hagan nada que pueda deteriorar las instalaciones del circo y segundo que sea la primera y la última vez que ocurre algo similar. Las personas aceptaron y se acomodaron como pudieron, mientras el presentador se dirigía al espacio que tenía para dormir pensando en su interior “qué gente para más ignorante... pensando en mierdas de fantasmas cornudos y asesinos”. Quedó listo para dormir lo poco que quedaba de la noche cuando oyó las campanadas de la Catedral que anunciaban las cuatro de la mañana, al poner la cabeza en la almohada y estar en el límite entre la conciencia y el sueño profundo propio del cansancio por el arduo trabajo del día y parte de la noche, le pareció oír unos gritos desgarradores, particularmente aterradores a los que le siguieron dos disparos algo espaciados, no mucho. Se despertó y salió raudamente a la entrada de la carpa, para salir a averiguar qué ocurría, alguien puede estar necesitando ayuda, al llegar a la entrada, las personas que allí se encontraban no lo dejaron salir, por favor señorcito no salgas, quédate o tú también serás su víctima, no vayan en este poco tiempo los hemos aprendido a querer, no vayan se los rogamos, y es que con el presentador salieron casi todos los integrantes del elenco para saber lo que sucedía. Una vez disuadidos de no asistir, esperaron en vela al amanecer, el presentador muy preocupado, porque una cosa es parecer egoísta por el celo con las cosas del circo y otra muy diferente es serlo al extremo de no acudir a una persona gravemente herida. Cuando a las seis de la mañana, los primeros rayos solares adornaban el amanecer en aquel puerto alejado de toda civilización, salieron apurados el presentador y todo el elenco del circo para auxiliar, si es que aún se podía, a la pobre persona que había sufrido esos disparos. ¿De dónde habrán venido esos disparos?, estaba tan cansado que no puedo ubicar de dónde provenía el ruido, ¿en qué parte del puerto habrá ocurrido?, se confundían las voces de todos los integrantes del circo mientras caminaban sin rumbo fijo cuando en medio de sus cavilaciones se cruzaron con un policía quien al oír el interés del grupo de personas por los sucesos les dijo con toda la tranquilidad y serenidad del mundo como si aquellos sonidos y gritos desesperantes fuesen pan del día: “fue en la Plaza Central, cerca de la Catedral”; se miraron consternados y sin decir palabra alguna y se dirigieron hacia la Plaza Central. Llegaron por el Pasaje de la Resistencia, una estrecha callejuela de unos doscientos metros aproximadamente, por el lado derecho adornaban la callejuela unos viejos balcones coloniales del más barroco modelo que ya delataban con total descaro el paso de los años por ellos y de la humedad obra de la brisa marina, pero sin embargo y cosa curiosa, no dejaban de lado su majestuosa belleza que desde hacía un tiempo se comenzaba a tornar en majestuosa monstruosidad, llevaban en sí aquella magnificencia –sea en la belleza, sea en la monstruosidad- de aquellas obras que obligan a las personas a admirarlas y quitarse el sombrero ante ellas, por el lado derecho una gran pared verde perteneciente a la antigua comisaría sufría ya en su yeso inferior las inclemencias del clima húmedo de la zona, entraron por la parte que da justo frente a la Catedral, la Plaza Central siempre fue de un brillo único a los ojos de la gente, como si en ella el tiempo se hubiera congelado y los años no hubieran penetrado hasta ella, como si el Pasaje de la Resistencia, lugar heroico para aquel puerto olvidado en los mapas, hubiera impedido el paso del tiempo hacia la Plaza Central, haciendo honor a su nombre con aquella implacable resistencia cronológica; al llegar a la Plaza Central, miraron a los costados de la comisaría y la Catedral, divisaron las inmensas construcciones con balcones coloniales que cercaban dicha plaza ; siguieron apresurados por el lado derecho bajo los balcones coloniales hasta llegar al lado justo de la Catedral, al mirar a la dirección de la puerta encontraron a unos metros de distancia a un grupo de curiosos que acompañaban al cura del puerto quien oficiaba la ceremonia de los santos óleos y el responso. Al acercarse se persignaron, vieron el cuerpo de un varón desparramado en el suelo en un inmenso charco de sangre, Brolín preguntó inquietado qué es lo que había ocurrido y una señora de avanzada edad, muy gorda y con las ropas viejas salpicadas de grasa, de baja estatura, la cara lustrosa y con un gesto de enorme pena, casi al borde de las lágrimas, le contesto:
- ¡Hay hijito... lo de siempre!, lo encontraron con dos tiros de bala, uno en medio de la frente y otro en las pelotas... tiene la bola de los ojos blanca.

Los integrantes del circo regresaron a la carpa consternados, aterrados y sin decir palabra alguna, a paso lento, mientras el presentador pensaba para sí “así que fantasmas cornudos y asesinos”.

La función de estreno en el puerto se suspendió por luto hasta dos noches después.

Tenía el circo ya más de un mes presentándose en ese puerto, cuando anunciaron su última semana. A pesar de lo pequeño del puerto, cada función era un lleno total, con gente que se quedaba fuera de la carpa y todo. La gente del lugar tomó mucho cariño con sus integrantes, en especial con la linda pareja que eran Veroshka y Tony, siempre tan amables, siempre tan tiernos, siempre tan unidos el uno al otro. De hecho, esta pareja siempre anduvo junta y nunca se le vio de mal talante; en las horas libres, Tony le enseñaba a Veroshka los diferentes tipos de nado en los mares de aquel puerto, una vez que le pierdes el miedo al mar todos te parecen iguales mi dulce bien, le decía y la convenció al punto que la temerosa Veroshka que jamás en su vida pensó sumergirse en las profundas aguas de los mares salados se vio en un par de semanas nadando con total libertad, hablaban de su vida juntos, de los hijos que tendrían, de sus apasionados sueños de vida feliz, sonriéndose mutuamente, sintiendo la mano del uno apoyado en el hombro del otro, haciendo el amor como conejos –como de hecho lo hacían desde ya- de su vida retirada a la vejez mirando el sol caer, soñando por las noches abrazados en un solo ser.

Cierto día, Thania les comentó otra leyenda que el viejo Jeremías Nada le contó en un momento de ocio de una tarde de ensayos: detrás de las peñas del farol, siguiendo a nado en línea recta a unos cincuenta metros se encuentra una pequeña isla, al centro de ella unas palmeras ubicadas en forma de rombo y al centro de ellas una pequeñísima laguna, si las parejas que en ella se sumergen logran cruzarla serán felices para toda la eternidad; ambos la miraron con ojos de curiosidad por saber más al respecto. Thania les comentó que el viejo Jeremías Nada no le terminó de contar la historia porque en seguida se iban a reanudar los ensayos y debía ir en el acto, pero prometió terminar de contármela mañana, si ustedes no están allí prometo contarles por la noche el final de esa leyenda.

No habría día siguiente.

Ninguno de los dos se dijo algo sobre el tema, pero con la simple mirada supieron lo que tenían que hacer. A las once de la noche, salieron de la mano dirigiéndose al farol, fueron detrás de las peñas y encontraron un pequeño bote, qué suerte la nuestra, así no nos cansaremos nadando, dijo Veroshka, subieron al mismo y Tony remó en línea recta hasta llegar a una pequeña isla cuyos caminos llenos de tupida vegetación cruzaron hasta encontrar unas palmeras ubicadas en forma de rombo al centro de la isla, al adentrarse en el rombo formado por las palmeras se hallaron frente a una hermosa y pequeña laguna. Se despojaron de las ropas quedándose sólo con los interiores. Antes de sumergirse se miraron y la pasión corrió por cada uno de sus poros, se abrazaron y a la orilla de la laguna hicieron un amor desenfrenado, lleno de locura, pero no por ello menos tierno y dulce. En medio del vaivén de las prácticas amorosas se juraban amor eterno, seremos uno por siempre porcelana mía... sí amor, somos uno para siempre, soy tu mujer, se juraban dichas y venturas, mientras se revolcaban en los acogedores brazos del amor practicado, de modo que sin darse cuenta se vieron de pronto en las aguas de aquella hermosa y pequeña laguna. Llegaron al clímax de su amor, sintieron el agua tan fría que en un momento pensaron que no podrían moverse con facilidad si no lo comenzaban a hacer desde ahora; lo más fácil era salir de ella hasta retomar el calor del cuerpo para iniciar el nado, pero Tony animado por la promesa de felicidad eterna a la pareja que cruzara a nado la laguna dijo, comencemos de una vez, la felicidad eterna a unos metros de nosotros porcelanita y sin más comenzaron a nadar cegados por aquella compulsiva necesidad de los seres humanos por tener alguna garantía de la felicidad tan anhelada, después de todo para ello hemos nacido, pero muchos que no se dan por enterados de que la felicidad es algo que se busca y que no se gana como en juego de lotería o como en una competencia, muchos olvidan que la felicidad es producto de una intensa búsqueda y lucha y por lo tanto pertenece a una de esas cosas que incomprensiblemente nadie puede garantizarla. A los pocos segundos, Veroshka notó que estaba muy sola en el nado, volteó la cabeza y vio a su amado Tony que sólo podía decir en voz muy suave pero con tono alarmado ¡calambre!. Veroshka regresó esos pocos metros como pudo a tratar de ayudar a su amado quien ya no podía valerse por sí mismo en el centro de la laguna. La desesperación por no perder a su amado hacía torpe y lento su nado poco experto.

A la mañana siguiente nadie supo dar razón de Veroshka ni de Tony, no se les vio desde el amanecer hasta la hora del almuerzo y ni que se diga de los ensayos en las tardes, brillaron por su ausencia, el hecho que no estén en los ensayos no era lo más raro por el hecho de ser ensayos, ya que ellos eran de los mejores dentro del elenco, sino el hecho en sí de su ausencia, nunca se desaparecían sin dejar dicho dónde iban a estar, pero bueno muchachos una cana al aire lo puede tener cualquiera, además al paso que van ese par no debe ser extraño que no sea la última vez que esto ocurre.

En el momento del descanso, Thania vio cerca de la entrada de la carpa observando el ensayo al viejo Jeremías Nada, se le acercó y con una familiaridad filial lo saludó y le preguntó por el final prometido, te he contado tantas historias morenita de ojos gitanos que a estas alturas ya no recuerdo que final es el que te tengo que contar... como que no Jeremías, el final de la leyenda de la laguna que da la felicidad eterna a los amantes que a nado la cruzan... ¡ahhh! De ello, sólo me faltó contarte que muchos amantes entusiasmados por la promesa de felicidad eterna se sumergieron en sus mansas y delicadas aguas siendo arrastrados por ellas hasta el fondo de sí; no se ha sabido de pareja alguna que haya podido cruzar dicha laguna, es más, quienes lo han intentado no fueron vistos nunca más. En aquel preciso instante le fue imposible a Thania dejar de pensar en Veroshka y Tony quienes por un azar irracional se le cruzaban por la mente mientras oía la historia que había quedado inconclusa y que inconclusa se la había transmitido a los amigos, no se les ve desde ayer –pensó- y si por esas cosas de la vida no se les vuelve a ver, ¿será entonces culpa mía? se preguntaba en un tono que acaso no encerraba dentro de sí algo de recriminación, entonces, ¿morían porque se los tragaba la laguna?, le inquirió al viejo Jeremías Nada... en cierto modo, morenita de ojos gitanos, se los tragaba la laguna es cierto, pero mejor hubiera sido que murieran a causa de ello... ¿mejor la muerte?... sí, aparecían en algún lugar del mundo con cuerpos y aspectos totalmente diferentes, separados los dos a extremos opuestos del planeta, sin reconocerse siquiera ellos mismos, condenados por el resto de sus días a buscarse, a extrañarse y quien sabe si se cruzarían en algún momento, el uno no sabía que el otro también había cambiado de apariencia, buscaba al ser que había dejado de ver, sin saber que ambos ya no eran los mismos y aun si se cruzaran lo más probable es que no supieran que se estaban cruzando, vivir separados, el juego de la laguna, si ganas obtienes la felicidad eterna, si no cruzas el mismísimo infierno será preferible a la horrenda pesadilla que se avecina para los amantes víctimas de ella.

La función comenzó aquella noche con las notables ausencias de Veroshka y Tony, quienes no aparecieron en toda la noche ni al día siguiente ni en ningún momento; el presentador y todo el elenco los buscaban, primero con furia porque es que si se querían largar a joderse la vida solos sin tener donde caerse muertos podían hacerlo pero avisando para que no lo tengan a uno en estos trances que crispan, luego con demasiada preocupación porque no será que fueron víctimas de alguno de esos fantasmas cornudos y asesinos... no creo, no se han escuchado gritos en las madrugadas y no se ha tenido noticias de muertos de bala desde la vez en que tuvimos que suspender la función, luego con pena porque pobrecitos deben estar pasándola muy mal donde quiera que estén y es que querían mucho al circo deben estar extrañándolo a mares; y así en estos vaivenes pasó un mes más en el cual Thania estaba segura que no lograron pasar la laguna, pero no se atrevió a comentar nada al respecto con ninguna persona, sólo el viejo Jeremías Nada un día en que la vio demasiado triste por lo acontecido le dijo de frente y a quemarropa “no te preocupes morenita de ojos gitanos, si ellos no pudieron cruzar la laguna no es tu culpa, ellos sabían muy bien lo que les iba a ocurrir, es por ello que una leyenda no se cuenta incompleta, porque tiene algo de maravilloso y algo de escabroso dentro de sí, tú la sabías completa, te la conté completa y se las contaste completa, ellos sabían lo que ocurriría, no es tu culpa”. Oh, pero el viejo Jeremías Nada por su avanzada edad no recordaba que la leyenda se la contó en dos partes y Thania sólo alcanzó a contarles la primera parte, la de la belleza, en su cabeza retumbarían en adelante a toda hora las palabras del viejo Jeremías Nada: “...es por ello que una leyenda no se cuenta incompleta, porque tiene algo de maravilloso y algo de escabroso dentro de sí...”. Pasó el mes del cual hemos dado cuenta y se oyó el lema de todo circo que se precie de serlo: La función debe continuar. La carpa fue recogida en medio de la tristeza del puerto y se retiraron llevando consigo una gran congoja por los amigos perdidos. Thania no pudo combatir al remordimiento ni a las palabras retumbantes del viejo Jeremías Nada, “...es por ello que una leyenda no se cuenta incompleta, porque tiene algo de maravilloso y algo de escabroso dentro de sí...”, y sólo se libró de ella cuando un año después en la ciudad de Acapulco dejara descansar su humanidad desde lo alto de unas inmensas peñas en el mar mexicano ante la mirada atenta y absorta de los turistas que apreciaban el espectáculo de los clavadistas de Acapulco... sin haber aprendido nunca a nadar.

Cuando Veroshka llegó con su torpe y lento nado hasta el lugar en que había visto la desesperación del pobre Tony, él ya no se encontraba allí, ella desesperada lo llamaba, gritaba su nombre mientras unas gotas recorrían su rostro sin que ella supiera si eran el agua de la laguna o lágrimas de angustia, de pronto sintió un roce en su pie, se sumergió y logró, en medio de la noche, ver una mano que se hundía, no podía ser otra que la mano de su adorado Tony, con dificultad trató de llegar hacia ella, sentía como sus pulmones caían en la desazón de la falta de oxígeno, pero no podía flaquear, estaba cerca de la mano de su adorado, sintió que las fuerzas a ella también le faltaban, que el nado se hacía casi imposible en el momento justo en que más cerca estaba de la mano de su amado, precisamente cuando sentía en su garganta como el agua comenzaba a transitar de a pocos. De pronto, notó que podía ver con claridad la cara de su amado, los ojos desorbitados por la asfixia y la mano estirada en busca de la estéril ayuda que la bella Veroshka trataba de brindarle, notó como la oscuridad de la noche se había tornado en un ambiente muy claro y nítido y seguía en aumento hasta casi tornarse en un blanco níveo, a la par que el agua se hacía menos pesada, menos densa, estuvo a punto de tocar la mano de su adorado cuando una extraña corriente arremetió contra su ahora deficiente humanidad carente de fuerzas, sintió una serie de extraños golpes en todo el cuerpo mientras giraba y giraba groseramente.

Cuando despertó, el frío era intenso, un sonido espeluznante se asomaba, era cada vez más fuerte, el corazón le comenzó a latir fuerte y rápido, sintió un temblor de la tierra muy cerca suyo y la sangre se le heló, sintió como si el mundo se derrumbara justo al lado suyo, no quería abrir los ojos, sentía el cuerpo como si se lo hubiesen molido a palos, recordó que la última misión que tenía en su memoria era acudir a su amado Tony, se armó de valor, abrió los ojos y vio muchos pies de distintas tallas, formas y edades transitar muy cerca suyo, entre murmullos de todo tipo, lamentos, risas, gritos, definitivamente era un lugar muy agitado, pero en ese trance no supo explicarse qué hacía allí si hace un tiempo –que suponía no debía ser mucho- estaba nadando en una laguna, recordó una vez más a su amado Tony y quiso saber de inmediato que fue de él, se apoyó con los brazos y levantó la cabeza, el ambiente era oscuro a pesar que era notorio que era muy de mañana, las paredes de un tono gris oscuro y gente que no parecía ser de puerto sino de ciudad, de ciudad grande, con montañas de cemento, con aves de metal, con bestias de acero rodando por las calles, mucha gente esperando parada mientras nuevamente se iba acercando el sonido aquel que la despertó y que le hizo pensar en el fin del mundo a su costado, sintió que el pecho se le iba a abrir, sólo allí supo con exactitud que se trataba de una estación de metro. Hizo el intento de pararse pero no pudo, cayó lo poco que se había levantado, se sentía pesada miró sus brazos y notó que la ropa que llevaba puesta no merecía tal denominación, sino que eran andrajos, sin saber lo que ocurría, el porqué no se podía parar, porqué el cuerpo le dolía como los mil demonios y sin saber porqué se sentía tan pesada, miró en todas direcciones como si estuviera en busca de una respuesta a una pregunta no formulada pero sabida por todos, sintió unas enormes ganas de llorar, nuevamente pensó en su amado y lo llamó tierna y desesperadamente en medio del susto que pasaba, ¡Tony, Tony mi amor!, dónde estás mi vida... lo decía muy bajo, tanto que la gente no la oía o acaso no le importaba lo que pudiera decir aquella mujer, seguía mirando sin dirección alguna, cuando de pronto se topó con un accesorio que era llevado por un señor, con mucha dificultad por lo grande que era, probablemente a su hogar, se topó con un gran espejo... Veroshka quiso gritar, pero no pudo... quiso clamar a todo pulmón a su amado, pero no pudo... quiso morir en ese mismo instante, pero no pudo... lo único que pudo hacer es llorar a cántaros, llorar por muchos días y muchas noches, llorar por la mujer sin piernas que vio del otro lado del espejo, aquella mujer gorda con la cara horrorosa llena de verrugas, la nariz inflada y roja como un globo de carnaval, el cabello muy corto la mitad derecha rubio y la mitad izquierda negro, los brazos y las manos llenos de llagas micóticas... lloró mucho por aquella mujer que nada tenía que hacer con la bella amazona del circo, pero que sin embargo era ella misma.

Pasó así llorando su desventura, hasta que un buen día, en uno de los bolsillos de sus arapos, encontró un pedazo de papel grueso que la incomodaba, lo sacó, lo miró y... oh, sorpresa... se encontró con una vieja fotografía en blanco y negro en la cual ella posaba subida en un caballo en sus tiempos de ilimitada belleza, pero... un momento... la fotografía era de cuando ella recién había llegado al circo, su amado Tony llegó cuando ella tenía ya cuatro años en el circo... entonces... ¿cómo es que aparece Tony en esa fotografía?... y más extraño aún, la fotografía está en blanco y negro y Tony aparece en colores... y la expresión de Tony, qué expresión, era como si no perteneciera a esa fotografía –de hecho estaba segura de que no pertenecía- y su expresión era de una profunda tristeza. En ese momento comprendió que lo que había pasado con ellos era el efecto de una maldición, que Tony estaba atrapado en la fotografía y que una vez que ella lo libere de la misma, volverá a ser la bella amazona de antes y volverán a ser felices; nunca supo que tenía razón en parte, sobre ellos había caído una maldición, pero que su amado Tony se encontraba en algún lado del planeta, encerrado en el cuerpo de un niño de apenas cinco años, sin voz ni voto, sin voluntad propia, prisionero en el hermoso hogar que sus padres le prodigaban, en el tierno cuerpo de aquel infante al cual creyeron desde un inicio con graves alteraciones mentales por los testimonios que daba y por la identidad que decía tener en realidad.

Veroshka, debido a su nuevo aspecto inspiraba miedo a las personas y sobre todo a los niños, la circunstancias de su indigente estado la obligaron a buscarse la vida de mil y un formas, cuidando automóviles, pidiendo limosnas, peleándose con indigentes menos fuertes que ella, obviamente, se hizo una mujer muy dura y de la calle, la apodaron “la coja bicolor” en honor a la falta de piernas y a los dos colores que tenía su cabello, pero todas las noches, dormía con el recuerdo de su amado Tony al despertar lo hacía con la imagen de su adorado equilibrista en los ojos y con la esperanza de poder encontrar a quien le ayude a romper con la maldición. Cuidó la fotografía más que a su vida misma, incluso casi agrede a un niño de aproximadamente unos cinco o seis años cuando éste tomó la fotografía al ver que ésta se le caía de la silla de ruedas que nadie sabe cómo logró conseguir, un niño que encontró la foto en un confín de otra dimensión cuya puerta de entrada era la formada por el espacio entre una pared y la carpa de un circo que llegara al lugar muchos años después... un circo por demás familiar para Veroshka por el nombre mas no por las personas que desde hace unos buenos años ya no eran los mismos que ella había conocido. Veroshka decidió, un buen día escribir su infausta historia en unos papeles viejos que parecían pergaminos, con la esperaza de algún día, cuando pudiera romper el hechizo, hacer públicos esos pergaminos y alertar a los amantes de que, si en algún momento están tentados a cruzar a nado una laguna que se encuentra al centro de unas palmeras ubicadas en forma de rombo en el centro de una pequeña isla ubicada a unos cincuenta metros en línea recta de las peñas de detrás de un faro ubicado en un olvidado puerto de cuya existencia sólo saben sus propios habitantes en un país sureño lejano, no lo hagan... una terrible maldición los espera. Los pergaminos se le perdieron el mismo día en que recuperó la fotografía de las manos de aquel niño en aquel extraño paraje de otra dimensión, nunca supo exactamente en qué momento del día ni en qué lugar, tampoco supo que fue el mismo niño al que casi arremete para quitarle la fotografía quien tomó los pergaminos y los escondió en su casa.

Así se pasó la vida entera, buscando la forma de romper la maldición que la estaba haciendo tan infeliz, a ella y a su amado, encerrado en aquella fotografía sin poder tenerse el uno al otro como tanto habían soñado. Tan cerca y tan lejos entre sí.

Aquella noche por demás extraña, con la neblina cargada como nunca y sin estrellas en el cielo, ella recordó todos y cada uno de estos sucesos, hasta que de pronto el frío se hizo insoportable, cada vez más gélido el clima, sentía que el frío se le metía por las articulaciones hasta llegar a fluir por sus venas como parte propia de su sangre, se había encogido hasta llegar a una posición casi fetal. Pasaron unos minutos, cuando se arrastró como pudo hasta la puerta de la iglesia a ver si allí lograba aplacar un poco el infernal frío que hacía. Pasados unos minutos y con el frío inmenso ya formando parte de su cuerpo, notó como se habría la puerta de la iglesia, levantó la cabeza y se dio cuenta que ya no era de noche, miró de frente y en vez de iglesia notó que habían unas largas e interminables escaleras. Sin saber porqué lo iba a hacer, sintió unas ganas terribles de subir por ellas, se arrastró como pudo, mientras más subía más pesado se hacía el ascenso, pero más cálido y agradable se era el clima, subía como podía y aunque en otras circunstancias –y por lo difícil de la cuesta arriba- hubiera desistido, extrañamente sabía que debía continuar.

Así lo hizo.

Al faltarle dos bloques de escalones para llegar a lo que sería la cima, sentía que el cuerpo ya no le daba más, pensó en darse por vencida, cuando en sus oídos sintió la suave dureza de la voz tantos años esperada “sube porcelana mía, acá estoy esperándote”; los ojos se le abrieron como nunca antes lo habían hecho, sin levantar la cabeza buscó en sus bolsillos y ubicó la fotografía, en la cual aparecía ella en sus tiempos de gloriosa belleza recién llegada al circo como la amazona estrella, pero ya no estaba la triste y ajena figura de Tony, levanto la cabeza y se levantó ella misma, al quinto escalón subido, se dio cuenta que las piernas habían retornado a su humanidad, miró sus brazos y manos y las llagas micóticas que habían degenerado cada vez más desaparecieron y la piel de porcelana y la figura esbelta habían retornado, junto con el aroma a flores y el cabello largo y liso. Llegó hasta la cumbre y su equilibrista de toda la vida la estaba esperando con los brazos abiertos, ella quiso decirle amor mío, pero no pudo... quiso decirle te estuve buscando toda la vida, pero no pudo... quiso decirle pensaba en ti todos los días antes de dormir y te tenía en mis ojos al despertar, pero no pudo... quiso hacer y decir muchas cosas, pero no pudo, sólo pudo acercarse a él corriendo, abrazarlo tan fuerte como su humanidad lo permitía, mientras daba rienda suelta a las lágrimas más merecidas que puedan existir, y luego se fundieron en un solo beso apasionado y largo como sólo ellos sabían darse... y fueron uno eternamente.

A la mañana siguiente, en los diarios, en la sección internacional se anunciaba la desaparición del hijo del Ministro de Economía italiano, el joven Vicenzo Pascual Peruzzi de tan sólo veinticinco años de edad quien se encontraba recluido en un sanatorio mental en las afueras de Milán, las causas de la desaparición y el modo en que ésta ocurrió son aún desconocidas, los padres sólo atinaban a decir en medio de su consternación “es como si se lo hubiera tragado la tierra”; mientras que en las noticias locales, encontraron dos cuerpos sin vida abrazados fuertemente, los cuerpos correspondían a una bella mujer blanca de cabellos lizos muy finos y a un joven moreno de contextura atlética, la identidad de ambos se desconoce, los cuerpos fueron hallados en las puertas de una conocida iglesia local, no se hallaron mayores pertenencias más que una foto, en la palma de la mano de la muchacha, que parece ser tomada en el interior de un circo en la que aparece sólo la imagen de un caballo; las causas de la muerte de estos dos jóvenes aun se desconocen; según personas de la zona la noche anterior habían visto acercarse al mismo lugar donde ahora yacían los cuerpos, al parecer, a guarecerse del frío a la indigente que responde al apelativo de “la coja bicolor” de quien por cierto, hasta el cierre de esta edición nadie ha sabido dar razón...

Texto agregado el 24-11-2003, y leído por 257 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
20-02-2004 un buen relato, algo larguito para la red, pero con mucho contenido interesante, me dejo pegado a la pantalla y ya me cortaron en el msn, mentiras, muy bueno. madness
11-12-2003 Venga, este relato es muy bueno, definitvamente ese arte k tienes para la narrativa siempre la envidiaré. Algunas otras observaciones en tu libro de visitas, pero akí mis estrellas, k no alcanzan. flucito
 
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