Asedioso despertar

Batida en las lágrimas oscuras de la memoria
buscó cabida en el agujero de los sueños.
Supuso que estaría más muerta si dormía
Y se inyectó una dosis prominente de velorios.
Quiso empezar por los actuales,
pero los recuerdos no recuerdan ordenados.

Se volvió niña azotada por la indiferencia
sonrió rojiza frente a una cara núbil, añorada y conocida,
masculló ofendida en espacio brumoso esa afrenta pública.

Se fue durmiendo poco a poco,
relajándose poco a poco
respirando poco a poco
agitándose calma poco a poco.

Subió pesada a un acuoso verde cielo.
Cayó vertiginosa a un asfalto inexistente.
Corrió desprovista de sed hacia un carro,
abrió una cortina infinita de tela azul,
vio nadando desnudos a sus abuelos,
rió un poco y luego se estremeció al oir un rugido cercano.
No volteó, y sin ver, observó un tigre que acechándola, la ignoraba.

Ya no quería ver nada y calló.
Se desplomó aparente,
en un vacío con negritud horripilante

No abrió los ojos y
siguió cansada hasta adolorerse.
Sintió la mañana pesada,
la luz injusta.
Su vida jubilosa, pacífica, ruin y asesina.
Exhaló.
No llegó la llaga.
No besó a alguien.
Nadie dijo amarla.
No despertó frente al mar.
No concertó citas futuras.
No miró al espejo.
No levantó su cuerpo.
No esperó motivos.
Sólo murió más.