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A pesar del miedo que sentía sabía que lo que iba a pasar era irreversible, yo había dado el primer pasó, aunque en realidad lo dio este sentido del humor tan irónicamente desarrollado a pesar de mi corta edad, y del cual no puedo hacerme responsable.

Si lo pienso bien, la culpa no es mía, es de Ramses por no aguantar un ligero comentario en frente de toda la clase en torno a la nueva espinilla que gobierna su rostro, la cual por supuesto tampoco es culpa mía, si no de su estúpido afán por la crema de cacahuate, la cual es la culpable ya que desde que llegó a las tiendas ha convertido a los compradores del producto en verdaderos centros de creación y evolución de las espinillas.

Pero bueno de nada sirve pensar en culpables en este momento, sobre todo después de que todo el salón se rió de mi comentario y después festejo el reto que Ramses soltó al aire, como quién celebraba siglos atrás cómo dijo el profesor , la salida de los leones para pelear con humanos.

Aunque sigo creyendo que es preferible este espectáculo que el otro en el que aquel sale con espadas y vestido de colores brillantes, con el cuerpo tan ajustado que hasta mi tías llegan a decir entre dientes que buenas nalgas las de ese Juliancito.

Pero regresemos a mi problema, la verdad no es qué sienta algún miedo por Ramses, ni siquiera por el dolor físico que sus manos pudieran provocarme, así como tampoco creo que el tal Juliancito sienta miedo del toro.

Creo que lo que me está preocupando es la humillación, y eso lo sé porque una vez escuche un boxeador, o bueno a un actor que interpretaba a un boxeador, decirlo.

Ya casi da la hora de salida y se que no puedo escaparme del ruedo.
Ramses me espera, el colegio me espera, Brenda, la niña más linda de mis años escolares estará en primera fila.

Probablemente hoy se decida mi futuro en este colegio, y aún sigo sin pensar en que me pueden lastimar, lo único que pienso es en la humillación, la cual puede ser mi cruz.

La campana ha sonado.

La esquina me espera, no hay nada que hacer, el miedo me invade.

Ramses se quitó ya su mochila, yo pienso que debo quitarme los lentes.

De nada sirve tanto concurso de oratoria si ahora no puedo usar mi lenguaje para tranquilizarlo, lo único que espero es un golpe de suerte, por favor, sólo un golpe de suerte.

Texto agregado el 17-02-2006, y leído por 146 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
22-02-2006 ¡Cuántos han pasado por ese momento! Lo interesante es que muchas veces ese golpe de suerte se aparece cuando uno menos lo espera. El cuento se presta a una segunda parte. Mis 4 estrellas. Eugenio10
17-02-2006 FANTÁSTICO! Todos hemos pasado por algo similar. Me hiciste revivir mis años de colegial. En ese entonces yo era un niño esmirriado y para nada atlético, pero, -el destino!- le acerté un buen piñazo y se quedó llorando. Esa mañana me sentí Hércules, Sansón o El Llanero Solitario. Asi, que, ánimo, los milagros suceden! zepol
 
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