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Inicio / Cuenteros Locales / alfeiran22 / Encuentros confusos I

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Marcos, sentado en el umbral de su casa, estaba afligido por el acontecimiento. Hacía un rato había llegado del entierro de su primo, se fue el día anterior. Un cáncer detectado cuatro meses antes; era único hijo. Esta tragedia familiar lo había tumbado en la tristeza, no tenía más al amigo con quién pasaba sus mejores momentos.

Retomó el recuerdo de otra muerte, la de su padre ocurrida cuando el tenía seis años. Le brotaron unas lágrimas; igual, cuando estaba despidiendo a su primo. Sintió que su cuerpo se deslizaba en la nada. Con sus dos manos tapando su cara, pronunció palabras ininteligibles, mitad sollozo, mitad queja, nadie lo escuchaba.

En la esquina de su casa, a varios metros, se encontraba un septuagenario, hombre elegante, con una boina azul, delgado, lento caminar, daba pequeños pasos, y meditaba al ver a ese adolescente y lo que los unía. En lo profundo de su ser sabía que lo ligaba más que una afinidad, algo extraño, ni bueno ni malo. Decidió ir acercándose y cuando estaba a pocos metros tosió fingidamente, Marcos levantó la cabeza, retiró las manos de su cara, y ambos esbozaron una sonrisa de amistad. Se entendieron de inmediato:

末Decime amigo, ¿estás mal?
末Sí ¿no se da cuenta?
末Es verdad, sé toda tu vida
末¿Y le parece justo lo que me ha pasado?
末¡Ah muchacho!, no puedes preguntarme eso, tu sabes tanto como yo, estamos unidos por la madre naturaleza.

Marcos lo miró sin comprender la última respuesta del anciano. La madre lo llamó y sin despedirse subió por las escaleras para sentarse a la mesa del almuerzo. Sin pronunciar palabra, mientras comía, retornó a su última pérdida. Terminada la cena miró a su madre mientras retiraba los platos, la vio como siempre, silenciosa y fuerte, preocupada por la comida de la noche.

末 ¿Qué hacemos esta noche Marcos?


末Mamá, hacé dos huevos fritos, ¿tenés?
末Creo que tengo unos cuantos.
末No voy a tener hambre, me voy a la cama.
末Tendrás que estudiar historia, te voy a tomar más tarde
末Está bien.


El anciano caminó unas pocas cuadras, y tomó el colectivo. Se quedó con la imagen de Marcos, pensó que aún tendría caminos difíciles que recorrer pero que mal o bien, los iba a superar cómo hacen las hormigas. Si la piedra es grande la ignora, en caso de creer poder con ella la sube a sus espaldas, hace un tramo, se le desmorona, la carga. Insiste nuevamente, a veces con éxito llega hasta el final, otras no, busca entonces una pequeña, con esa llega y adquiere una confianza increíble para seguir su trabajo sin pausa. Además cuando algún desalmado la pisa, entre gemidos y fuertes dolores se acurruca, deja su cuerpo como si estuviera muerta. Cuando se da cuenta que el peligro desaparece, se va reacomodando, muy despacio. Si nada vital la estropeó, reinicia su tarea sin una queja percibible. La pasta de Marcos es de esa estirpe. No se preocupó más.

El joven había llegado a la pubertad, los fenómenos iniciales del desarrollo lo conmocionaron teniendo en cuenta la falta de información, sea de su madre o de los pocos amigos con que contaba. Como en tantos casos llegaron los conocimientos a través de un vecino, mayor que él. Fue en una tarde, frente al río que corría cerca de su hogar. En esa sola oportunidad le fue develada las nociones elementales del sexo. Le quedaron dudas y realizó interpretaciones extravagantes. Siempre los silencios de su contexto interhumano lograron ir ordenando este misterio. Cuando comprendió las vetas del placer que conlleva la sexualidad, su curiosidad aumentó y no faltaron ocasiones con compañeros del colegio entender lo elemental, escuchando las conversaciones risueñas, nunca explicando sus deseos; la vergüenza lo llevaba siempre a la ocultación de su naturaleza.

Entre sus compañeros de colegio, algún familiar cercano, las fiestas de jóvenes y los primeros bailes en clubes barriales fueron forjando su vida social. En esos pocos años tenía dos amigos muy diferentes el uno del otro; no obstante congeniaban sin dificultad. En su casa no había espacio físico ni espiritual para recibirlos como ellos lo hacían con él. Esto no le representaba ningún factor de inferioridad.

En una corta etapa concurría los domingos a la iglesia del barrio, su madre y hermanos cumplían con esas obligaciones dominicales. Marcos sintió en un momento un acercamiento místico producto de su contacto con un sacerdote preocupado y ocupado de los adolescentes y jóvenes. Se enteró de la vida de Jesús, creyó en su historia, santidad y demás virtudes de aquél hombre. También lo introdujo como su Dios. Sin embargo al poco tiempo, tuvo una conmoción dolorosa. Otro sacerdote mayor fue el responsable de su total alejamiento. Con una violencia moral, no extraña en esa época, con frases tan desatinadas lo condenó al infierno si no se olvidaba de su sexo y el placer. Dado que Marcos estaba impedido psicológicamente a transmitir sus dudas, salvo cuando lo hizo frente al confesionario, y dada la impericia de los seres maduros que lo circundaban, creyó que el infierno era su destino.

Así llegó a los diez y ocho años, y un nuevo suceso, tuvo que cargar. Se enamoró de una jovencita. Como le ocurrió con Jesús, trasladó su fuerte sentimiento a esa niña. Tuvo contactos con ella en esos bailes de familia, su relación era muy formal aunque se desesperaba en emociones para gritarle su apasionamiento. No se animaba, tenía temor al rechazo. Dejó pasar el tiempo y en cierta oportunidad, sentados en una mesa de un club, le declaró su amor. Con una sonrisa de reina, la mujercita lo trató con toda bondad pero rechazó su oferta; le gustaba otro muchacho.

Hasta superar los veinte años, Marcos vivió en una soledad preocupante. Su dolor fue profundo. Abandonó a sus amigos, las reuniones, pasaba las horas frente a sus cuadernos escribiendo su desazón. Su madre preocupada por su educación y por un eventual trabajo. La situación económica de la familia era precaria.

Cuando sus angustias estaban en su peor momento, yendo hacia el colegio, se cruzó, otra vez, con aquél anciano, el mismo con el que había conversado frente al umbral de su casa. Le pidió que se sentara con él en el banco de la plaza cercana.


末Marcos, te estás equivocando con esa niña que amas. Debes
insistir, no sentirte vencido, ella te quiere, no sigas los consejos de tus amigos, ellos no les interesa tu pena. Golpea, arremete
末Ya me dijo que desea a otro joven, no puedo, me da temor
末Te equivocas, es un momento crucial de tu destino, no la puedes
perder.
末Ya está definido, nada cambiará.



Continuara



Texto agregado el 21-02-2006, y leído por 140 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
21-02-2006 Muy bueno, espero que luego de ese "continuará", nos ofrezcas el complemento de esta trama tan interesante. ***** sorgalim
21-02-2006 ¿Y,y,y...que paso?... 5* liar
 
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