Hoy te vi en un sueño. Te escribo cómo si me leyeras, simplemente por el placer que me produce recordar y contar.

Mi memoria vuela en esa fantasía que completaba mi sexualidad, y las miradas entrecruzadas, que obteníamos ante un público familiar.

Fue extraño tocarte, encontrarme con esa inesperada docilidad, y ese límite indomable que tu carácter no tardó en marcar. Esa belleza que me recreaba, al fin no pudo intimidarme. Pude ver tu debilidad, y eso me hizo amarte aún más.

Nos entendimos con las miradas, con nuestras sensaciones más humanas, Nos entendimos con ese silencio, que expresaba este mundo para nosotros.

La pasión no se hizo esperar, y me encontré una vez más, en primera persona, viviendo esa difícil-de-describir felicidad, donde me acompañabas vos, y nadie más que mi propio reflejo, eso me hizo creer que todo era verdad. La excitación se mimetizaba con la ternura, y creaba un clima exclusivo de romanticismo. No fue como tantas veces, donde la vulgaridad se convertía en anfitriona, aquí no existió necesidad de cumplir con la tradicional. Me asombré y no de la sorpresa. Eso me hizo amarte aún más.

Nunca voy a olvidar, cómo me abracé, de tanto amor de mujer. Esa sensación tan generosa que recibí por única vez cuando te conocí, y aprovechó mi mayor defecto de hacerme olvidar de los mismos. Y ahí me encontré de frente con el límite: es imposible amarte aún más...