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[C:185020]

Aníbal tomo las riendas fuertemente, mientras la yegua bufaba y torbellinos de humo le pintaban el hocico;y los ojos espantados, miraban desesperados la tranquera.
Sabía que debía domarla para hoy, no podian esperar más, ya era hora de entregarla.
Acarició la crin, blanca como la nieve, sedosa como el pelo de una mujer, y una lágrima de alegría le llenó el rabillo.
Esa yegua tenía un destino inmenso, estaba destinada a los podios, era rápida como el viento, y briosa.
Desmontó lentamente, sabiendo que ya estaba bien.
A las 3 de la tarde llegaron los compradores, los recibió el patron con gran algarabía, les ofrecieron mate y sopaipillas.Eran tres, hombres de negocios, de ciudad.
Finalizado el agasajo, se dirijieron prestos al corral. El patron reía con ganas, la transaccion era muy beneficiosa y sus bolsillos ya parecian mas pesados.
Aníbal toma la brida y se la entregó al patron , que la vareo dos veces ante la mirada atónita de los compradores.
La yegua sabiendose deseada mostraba su mejor postura , sus ancas se movian impacientes y cada relincho completaba el cuadro.
Uno de los compradores se acercó impaciente , deseoso de poseerla de una vez.
Sintiendose dueño, tomó la rienda.
El animal vió el movimiento brusco y encabritada se paró en dos patas, encarando todo lo que se ponía enfrente.
Aníbal salto de la tranquera y corrió a sujetarla , pero ya la confusion y el miedo tornó la situacion en incontrolable y la yegua saltaba dando coces , y mirando, con los ojos inyectados, una posible brecha para escapar.
Todos se apartaron, Aníbal abrió los brazos y con pequeñas palabras trato de aplacarla.
El sabía que podía, se tenia confianza.
En un descuido la yegua pateó dos veces el suelo con sus patas traseras y pegó un brinco mortal !.
Un casco fue a dar de lleno en la cabeza de Aníbal, que estalló como si de un melon se tratara!
Todo fue sangre y gritos, la yegua no paraba, y el patron desesperado tomó un revólver y disparó dos tiros.
Un silencio negro siguió a los disparos, y llenó la tarde.
Aníbal yacia muerto , y su sangre se mezclaba como amasijo con la tierra del potrero.
El animal yacia cerca con un brote rojo en la sien que contrastaba como un grito con su pelaje blanco.

Aníbal pensó en ese instante, "Sí, es una yegua brava"

Texto agregado el 01-03-2006, y leído por 99 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
01-03-2006 muy entretenido, como cuento de Horacio Quiroga. esta muy bueno. seba_
 
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