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Exhalé largo bufido, incrustè la cara entre mis propias rodillas y masculle en idioma francamente inentendible un sonoro insulto o algo análogo, cosa nada habitual en mi, ya que soy tímido y recatado, tal cual monje franciscano al momento de orar. Es que durante la noche anterior pasaron cosas que me sobresaltaron, que crisparon mi piel y hasta lograron quebrar la pasmosa pasividad que siempre hubo de caracterizarme en mis pocas horas de ocio, a la tardecita de un día cualquiera en los inviernos calmos, junto al leño encendido, con copita de jerez u oporto tibio entre los dedos.
Aquello sí que era tranquilidad, pensaba, y no este amorfo rato de pensamientos crudos que mucho tienen que ver con la visita de mi amigo a casa. Hablo del coronel Villalba, héroe de Malvinas y única persona a quien supe recurrir para preguntar, cuando no, por el pobre de José Roberto, mi sobrinito político de tan solo catorce años secuestrado quien sabe por que mente malvada en julio del setenta y siete, en un día invernal como este pero de veinte años atrás, día en que sus padres hallaron el cuarto vacío y un manchón de sangre cubriendo el póster que en la pared del fondo recreaba el icono de Guevara, como me gustaba de llamar en publico al Che solo por demostrar un poco de recelo, pizca de odio y mucho empeño en tomar las distancias necesarias por si las moscas. Qué miércoles podía saber José Roberto del Guevara ese, balbucee antes de recordar cuan recto era Villalba por aquellos tiempos en que orgulloso mostraba al mundo su porte adusto, su mirada altanera, sus brazos enérgicos, fibrosos, esos labios curtidos y tirantes de ejecutar voces de mando. Lo envidiaba un poco, a que negarlo .Es mas; hubiese querido parecerme a el para de ese modo tener la suficiente porción de la torta como para poner en vereda a mas de un trastornado subversivo que conozco. Pero lo de José Roberto era tan grosso... Villalba sí que se calentaba por él, como no. Hablaba con el capitán tal, le gritaba al teniente cual y hubo de llevarme en su propio coche para formalizar la entrevista con el general Cherquis, que dicho sea de paso era un flor de tipo, amigo mío; si hasta logro invitarme con un café en el casino de oficiales y todo, aunque cierto es que dejo bien en claro que hacia todo lo que estaba a su alcance nada mas que por mi estrecha amistad con Villalba, por supuesto, y este, inflando el pecho repetía hasta quedarse sin aire que lo iban a sacar al pibe de las entranas mismas de ese monstruo comunista que habría cobrado tantas víctimas inocentes como el pobre chico; y engalanaba el discurso con vocablos que exaltaban el verdadero peligro de la invasión ideológica, y condenaba la anarquía, y la sinarquía, y el enemigo externo, y el interno, y sus bigotes renegridos saltaban, se erizaban y metían soberano miedo; y esos ojos aciruelados que solo el tenia tomaban una fiera coloración de grana que debe haber amoratado de terror a mas de un ingles cuando lo capturaron en Ganso Verde sin ninguna reputa bala en el cargador del fal. Que cojones, Villalba, mi amigo. Pobres de los gurkas que no quedaron para contarlo, pensé entre mi. Què cacho de hombre este Villalba,volví a pensar,y sentí un poco de miedo, lo admito, por elevar demasiado mi costado homosexual. Pero luego me avivé, enseguida, de que solo era simple admiración, ni mas ni menos que la que sentí alguna vez por otros hombres como Napoleon, Ike, De Gaulle o el mismísimo Franco, que joder. Puto yo?, razoné y seguí derrochando mis mejores babas con la figura poco menos que sanmartiniana de Villalba, quien para estos tiempos ya hubiese sido general retirado con todos los honores , y las cruces y las alegorías y el noble respeto de todos los ciudadanos que asuman su rol de argentinos bien nacidos, por supuesto. Hubiese llegado a general de no haberse cansado de pisar los cuarteles solo para adiestrar a pendejos que no sienten la fuerza, ni tienen enemigos contra quien luchar, carajo. Debe ser bastante denigrante tener a cargo semejante hato de tagarnas, lo entiendo, y entiendo también a los pobres colimbas, que ya no tienen motivación alguna para plasmar su ímpetu. Otros le allanaron el camino y dieron en cierto modo la vida por ellos, ingratos de mierda que ni siquiera saben agradecerlo, ni lo saben sus padres a la hora de recordar casos como el del pobre José Roberto, mi sobrino político, pobre santo inocente.Ni siquiera Villalba pudo hallar la guarida donde lo llevaron esos barbudos apátridas que bien enterraditos deben estar bajo el suelo de esta nación que,sin pedir nada a cambio los cobijó en vida,como me cobija a mí, a esta grácil esposa que Dios me ha dado,al amigo Villalba , y a todos los que lejos estamos de mentirle a la gente. Porque uno podrá tener miles de defectos , pero el placer de mentir lejos esta de ser moneda corriente entre mis afectos,que no son muchos, realmente. Está mi primo Paco,Juan Cruz su hijo, mi esposa Clara y mi amigo del alma, el tan mentado Villalba a quien respeto y admiro, precisamente por eso, por tener a lo largo de toda una vida la conducta mas brillante de que tenga memoria. Nunca una mentira, nunca una tomada de pelo, nunca una burla ; por eso creo a pie juntillas todos sus relatos respecto de las guerras que lo tuvieron como protagonista; las dos, por supuesto, la de Malvinas y la otra, la interna contra el comunismo, bah . Cada historias cuenta Villalba, y nosotros no hacemos otra cosa que comernos las uñas.Por los nervios.Vio? Que otra alternativa nos queda a mi esposa y a mi cuando quedamos los dos en compañía del coronel hasta las cuatro o cinco de la mañana, mateando en el living ante la foto de mi abuelo muerto, un poco mareados de escucharlo, es cierto, pero siguièndolo lo mas atentos que podemos. En realidad a veces parecemos escucharlo con atención, pero hay oportunidades en que nos distendemos y pensamos en nuestra propia identidad o en la de José Roberto, mi sobrinito político y su futuro incierto , pero eso solo sucede cuando el apoya la pistola cargada sobre el filo de la estufa y deja de apuntarnos a la cabeza.

Texto agregado el 03-03-2006, y leído por 100 visitantes. (0 votos)


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