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Inicio / Cuenteros Locales / seba83 / la mañana feliz

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Me desperte esa mañana mas torpe que de costumbre, como derramando huesos mientras rompia lo irrompible. Debia ser la ansiedad, pues no todos los dias se tiene la posibilidad de vivir. Me senti como saliendo de un largo letargo. Me tuve que vestir mas de una vez, pues las prendas parecian revelarse contra la serenidad del momento y gritaban mi ansiedad a los ojos sordos de los escenarios imaginados. No tengo claro si me comi un pedazo de pan o si este fue comido por mi, pero la verdad es que el momento encerraba muchas versiones para detenerme en pequeñeces. Abri la puerta para salir a la calle y el calor me acaricio con su somnífera propiedad. Camine por la calle, que se me hizo inmensa y lunimosa, como si el sol desenvolviera todo aquello que estuvo amarrado alguna vez. Era un bonito día para nacer y para morir, y no pude evitar envidiar a quien en su lecho de muerte presenciaba tan bella despedida, pero ese no era mi caso, la vida desbordaba mis expresiones y me empujaba a dar cada paso con frenetica calma. Aun desconocia la fuerza que me empujaba a vivir ese día como uno distinto, pero la firmeza con que mis pies se agarraban al cemento solo me hizo sentir una profunda gratitud a tan inverosímiles circunstancias. Deje pasar la micro que debia tomar, no compre el diario ni mire mi reloj, pues no queria que tan inservibles detalles rompieran con la armonia de mi animo. Camine por caminar, no por avanzar, si no que por el solo hecho de poder hacerlo. El sol acariciaba mi pelo haciendo que llovieran mis axilas, pero eso me tenia sin cuidado, la camisa se pego a mi cuerpo y yo la recibí con el corazon abierto, como si fuera mi propia piel. Queria besar todo, mujeres, niños, postes, nubes y palabras, nada podia quedar fuera de mis brazos de agua. Camine hasta llegar a una plaza, una vez ahi eché raices bajo un arbol, me senti atado a la tierra por un monton de baules vacios y dibuje una sonrisa que parecio matar los cuervos que nacian del cantar de la calle.
Me lance sobre el pasto con la sangre esparcida a su antojo sobre mi carne, todas las interpretaciones del momento se fundian, para hacer una realidad inalterable y completamente verdadera. Era el milagro de estar vivo. Estaba en la entrega de entregarse a descubrir lo cubierto cuando casi por casualidad inspirado por el hecho de no controlarme mire mi reloj.
De golpe me senti ajeno a todo esto, el momento parecio romperse en miles de miradas distintas de un momento, volvi a sentir el peso de mi cuerpo y me embargo una vergüenza transparente por la actitud que me habia manejado aquella extraña mañana.
- Mierda, estoy atrasado.

Texto agregado el 13-03-2006, y leído por 105 visitantes. (0 votos)


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