EL LAGO



Hoy me he sentido afortunado y desdichado a la vez.



No obstante trataré de olvidar el pesimismo. Hay cosas por las que merece la pena enterrarlo. Sensaciones tan extraordinarias y tan simples que hacen que saboree cosas anómalas, o que tan sólo en condiciones normales, no tengo tiempo en ver. O al menos así me miento. Parece que en este estado bucólico, el aire es más puro, todo es más azul, las cosas se ven de otro modo. Y es magnifico.

Son esas pequeñas cosas, tan insignificantes, las que me hacen sentirme tan bien. Por momento recojo regalos del cielo, simples pero hermosos, tu risa ante un chiste fácil, sin gracia, no importa lo malo que sea. Nuestras charlas de besugos, debatiendo absurdos temas entre risas, que por algún motivo desconocido suelen transformarse en monólogos por mi parte y risas por la tuya.



Quizá esto no sea más que una carta estúpida, un ejercicio de mero despotismo romántico. Es uno de esos sueños dulces, perfectos, que te esfuerzas por mantener a toda calma, a pesar de haberte ya despertado. Y al no lograrlo, lo prosigo en mi mente, con una bobalicona sonrisa en los dientes, mientras cuento las rendijas de luz de mi persiana mal cerrada . Y alli me imagino tu rostro, tus risas, tu pelo largo, y me zambullo en tus ojos grises. Navego por ellos, en calma. Suena música y despacio, entre chopos, cipreses de un tempranero atardecer de otoño voy, sin rumbo, absorbido, hacia donde me llevas, con mi falsa máscara de chico decidido, de casanova del verbo, y allí me descubro. No me hacen falta máscaras cristalinas, ni corazas transparentes, a ti me entrego. Y mientras me llevas al fondo, mientras nado hacia ti, me absorbes con más fuerza Un remolino inesperado, y me hundo, y lo ansío, y me dejo llevar.



En mi mirada final a la orilla allí te veo, con tu vestido blanco, paseando de una mano que no es la mia, más cercana, más querida.

Entonces, con el orgullo herido, me sumerjo, me hundo, me asfixio, me muero…. Me muero de amor.



Como en cada amanecer, borro mi estúpida sonrisa de la cara, y tras decidir que ya es suficiente por hoy, me levanto, harto de contar rendijas de luz de la misma persiana.



A todos los que alguna vez hemos tenido amores frustrados





Javi miramontes