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Los portavoces anunciaron la próxima salida del tren; los pocos pasajeros que subíamos cada tarde en la estación central de la linea sur ya estábamos ubicados. La señora que se bajaba en la estación H tejía punto a punto una colorida bufanda, que parecía interminable; el gordo de la camisa a cuadros devoraba ansioso el primero de los cuatro emparedados que lo separaban de la E; la pareja de travestidos de la D miraban un revista porno é intercambiaban gestos obscenos con el flaco de la C; la renga de la B contemplaba a través de la ventanilla como el lustra botas en el andén se alejaba de nosotros a medida que el tren aumentaba su velocidad. Un desconocido que intentaba desatar las ataduras de una caja que llevaba sobre las rodillas me llamó la atención.
Sentí que los párpados me pesaban una tonelada; todo se fue cubriendo de bruma mientras los músculos de mi cuerpo se relajaban y caí en un prófundo sueño.
Cuando desperté no veía nada a mi alrededor
Mis ojos ardían como braseros y un ácido olor penetraba en mis narices.
A pesar de la oscuridad y la incertidumbre el conocido traquetear de los rieles me hizo saber que todavía estaba en el tren, sin embargo yo no podía recordar nada. Una cosa me era clara. Necesitaba aire. Mis manos buscaron a ciegas el picaporte y levantaron la ventanilla; una ráfaga de viento lavó mi rostro. El olor comenzó a disiparse. De a poco fui abriendo los ojos; conocidas figuras se dibujaron una a una detrás de la cortina de ardor que todavía los cubría.
Una larga cascada de puntos agregaba centímetros a la bufanda; sobre la mesa frente al gordo el último emparedado me indicaba que todavía faltaba una estación más para la E; el asiento vacío del flaco y la ausencia de los travestidos me confirmaron que la D ya había quedado atrás. Mis ojos buscaron al desconocido; restos de cartón sobre el asiento me aseguraron no haber soñado - ¡Ahí estaba ! fuera de sí, con los ojos extraviados, temblando - mis manos oprimieron con prisa el botón de alarma del tren, pero al mismo tiempo las agujas del dispositivo adherido a la garrafa de gas marcaron la hora indicada para la explosión.

© Norberto Adrian Mondrik.





Texto agregado el 22-03-2006, y leído por 212 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
14-05-2006 Qué forma más interesante has encontrado para expresar lo arbitrario, lo absurdo que hace que unas vidas anónimas se trunquen y otras se salven. 5* Sophie
30-04-2006 Un recuerdo escalofiante y dramático. La sinrazón que lleva a segar vidas inocentes. Buena narración que nos recuerda algo doloroso que jamás se borrará de nuestras mentes. Desde Cuenca un abrazo. ***** Noguera
16-04-2006 buena redaccion, buen relato, no le falta ni sobra nada, lamanera de relatar es impecable, un hecho tan tragico quenos muestra lo grave que pueden ser las intolerancias y hasta donde nos lleva una mentira dicho por alguien con poder. Esa referencias de A,B,C,H etc, etc, me lohacen ver como algo muy impersonal y el relato no lo es***** curiche
15-04-2006 Impactada por la capacidad narrativa que demostrás en este texto . Es muy interesante el enfoque que le das a un acontecimiento trágico que vivió España y que desgraciadamente estamos acostumbrados a vivir en Medio Oriente. Mis felicitaciones. Yvette Ninive
11-04-2006 Un gran escrito amigo, que sirve para refrescar memorias sobre ese M 11, infame que sesgó tantas vidas inocentes. En apenas tres minutos, 10 bombas reescriben la Historia: Madrid sufrió el mayor atentado terrorista perpetrado jamás en España. 191 muertos y más de 1.500 heridos hacen imposible olvidarlo. Un abrazo ***** estrellas lagrimeantes a modo de homenaje. chilicote
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