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I

Nadie mencionó nada. Las autoridades guardaron silencio sobre lo ocurrido el 23 de diciembre en el transcurso de la noche. Sin embargo no se pudo controlar a la gente y la información se coló.
Primero fue entre parientes y amigos; una certeza que acometió la tranquilidad de la gente pues la enfrentó a un peligro inminente, pero indefinido. Luego fue el rumor que se extendió lentamente y llenó de un pavor sordo a la población.
Se hablaba de una extraña enfermedad, una epidemia con cientos de casos, personas atacadas que morían a mitad de la calle sin ningún síntoma previo. El silencio de las autoridades contribuía a incrementar la incertidumbre.

II

La noche entre el 22 y el 23 de diciembre, en diferentes puntos de la ciudad, fueron encontrados tres cuerpos, una mujer y dos hombres. No había error, los tres estaban muertos y ninguno presentaba signos de violencia.
Durante las diligencias del Ministerio Público dos de ellos volvieron a la vida. El tercero, un hombre como de 27 años, lo hizo en la ambulancia. Eso no sorprendió a nadie; un error en el examen no resultaba sorprendente.
Los tres fueron trasladados a diferentes hospitales; los síntomas eran parecidos: debilidad, entorpecimiento, falta de reflejos e inmovilidad en los cuatro miembros. Además parecían sufrir una anemia intensa.
Se trataba, al parecer, de casos graves, por lo que fueron atendidos de urgencia. A los tres se les practicaron los mismos análisis, se les tomaron nuestras de sangre, se revisaron sus signos vitales; la velocidad en su recuperación fue la primera sorpresa.
La segunda se desarrolló en tres laboratorios diferentes; las personas a las que se les tomó la muestra llevaban más de cinco horas de haber muerto. El diagnóstico era exacto.

III

El doctor Domínguez revisó de nuevo el informe.
- No puede ser –murmuró.
González lo miró sorprendido, pero guardó silencio.
-¿Está seguro que es la muestra que le enviamos? –preguntó Domínguez.
-Desde luego, a menos que alguien la haya cambiado en el trayecto, pero sería estúpido.
-Puede ser.

Guardó silencio unos instantes, la vista fija en la carpeta que González le había entregado.
Luego dio media vuelta.
-Sígame –pidió. –Quizá tengamos un caso increíble.
Avanzaron por el pasillo aún a oscuras. En el trayecto no se cruzaron con nadie. La puerta del cuarto estaba entreabierta.
En una primera ojeada, el médico vio a la enfermera echada en la cama. La paciente no estaba.
Al abrir la puerta quedaron congelados.
-¿Qué paso aquí? –exclamó Dominguez.
La cama estaba teñida de rojo, igual que el uniforme y los cabellos de la enfermera. Bastó una inspección somera: la sangre provenía del cuello de la mujer, que presentaba una enorme herida; estaba muerta.
-¿Dónde está? –preguntó Domínguez para sí mismo.
Luego salió corriendo. Mientras avanzaba por el pasillo se encontró con otra enfermera.
-Llame al personal de seguridad, que no salga nadie.
Y a González:
-Que no entre nadie al cuarto, sobre todo que no salga información.
La revisión fue exhaustiva, pero no se encontró al sospechoso del crimen.

IV

La enfermera fue degollada. La herida en el cuello casi le arrancó la cabeza. Fue producida por una garra, pero no se parecía a la garra de ningún animal, era más bien una mano humana, uñas de ser humano, pero más grandes y agudas.
En algunas partes del uniforme y las sábanas de la cama había huellas de una lengua, como si hubiera lamido la sangre de la enfermara. no se encontraron rastros de saliva.

V

En otras partes de la ciudad el caso se repetía, pero sin violencia; los análisis de las otras dos personas encontradas indicaban su muerte. Las dos desaparecieron antes de la madrugada. Ninguna dejó rastros de su paso por los pasillos de sendos hospitales.

VI

La noche entre el 26 y el 27 de diciembre aparecieron siete cadáveres en la calle. Nuevamente regresaron a la vida; dos durante el trabajo de levantamiento, tres mientras eran trasladados y el resto en las instalaciones del forense.

El registro fue de dos muertos. El ayudante de un forense fue degollado y una estudiante de medicina fue destripada. En ambos casos las heridas fueron hechas con una garra, semejante a la mano humana.
Los siete desaparecieron sin dejar rastros.

VII

Pocos días después nuevos casos, nuevas sorpresas, nuevos muertos.

VIII

La gente sabía que estaba ocurriendo algo, cada vez eran más quienes veían un cuerpo muerto que luego regresaba a la vida. Cada vez eran más los que sabían de los otros muertos, los que morían salvajemente (según comentó una enfermera del hospital México) y ya no regresaban a la vida.
Sin embargo, las autoridades mantenían silencio. Ante el asedio de los periodistas el titular de la Secretaría de Salud y directores hospitales aseguraban que todo estaba normal.
Sólo el titular de la SSP se atrevió a opinar un incremento en la violencia, producto de la actividad de bandas de delincuentes. Pero no quiso especificar nada.
Dos cosas insistían en asegurar unos y otros: No existía ninguna extraña enfermedad en la ciudad, por lo que no había peligro de una epidemia (son inventos de los medios de comunicación, comentó un médico a un periódico capitalino), y no se tenía noticias de que algo "sobrenatural" (las comillas aparecieron en un periódico nacional) ocurriera.
Algo más, nadie podía asegurar que los muertos que luego regresaban a la vida existieran; nadie tenía fotos, en ninguna parte había registros con nombres, con medias filiación, con color de ropa, con causas de muerte.
Sólo se tenía casos de asesinatos en hospitales y dependencias gubernamentales; algunos muertos por asaltos frustrados o logrados, pero nada más.

IX

-Yo lo vi, estaba tirado en el callejón. Creí que estaba borracho, pero cuando me acerqué y lo toqué estaba frío, no le latía el corazón, no tenía pulso. Estaba muerto. Luego, cuando llegaron los judiciales se levantó de la camilla.
-Son gente de carne y hueso, pero apestan y tienen los ojos blancos. Atraviesan las paredes como si fueran de agua. También vuelan.
-Se tragan el alma de la gente, por eso hay tanto muerto.
-Es una epidemia, un virus que ataca los glóbulos rojos. En menos de una hora te mueres sin saber cómo.
-La enfermedad es muy contagiosa, por eso el gobierno no quiere decir nada. La epidemia está creciendo. Hay mucha gente de otros países que está investigando.

-Son vampiros.
-No desaparecen, los esconden. Eso de que vuelven a la vida es un invento del gobierno para distraernos.

X

Durante tres días seguidos aparecieron, cada noche, entre 10 y 15 cadáveres que al poco tiempo dejaban de serlo. Luego, a mediados de enero, dejaron de encontrarse. La calma no regresó a la ciudad.

Texto agregado el 24-03-2006, y leído por 179 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
11-09-2006 Muy bien escrito y sin ninguna falla. Yo no creo que al final todos fueran vampiros. Yo creo que fue algo que sucedió. Te doy... bueno, tú ya sabes que te tengo en el más alto estandarte. regina_mojadita
23-08-2006 Muy chido el lenguaje de periódico. Tipo "siendo tales horas paso tal y tal, etc.". Muy chida la historia. Aunque creo resolver el misterio, a mi se me hace que eran de la tesorería. De pelos, parece que le temen a los judiciales: "Luego, cuando llegaron los judiciales se levantó de la camilla." Jajajaja. Mmmm... "atraviezan las paredes como si fueran agua"... el agua no atravieza las paredes aunque hay una proabbilidad en un google plex, pero es diminuta. Supongo que cuando dejaron de encontrarse era porque ya todos eran vampiros ¿si?. ***** roberto_cherinvarito
 
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