Harta estoy de tus mentirosas trampas
Harta de tus acogidas sin techo,
De tu imprudente latido sin pecho,
De tus garras sin estrépito ni armas

Recuerdo tus manos como aceitunas
Y el sol corriendo entre tu dulce helecho
Recuerdo tus brazos y tu candil estrecho
Y las magnolias de tus blancas dunas

Ya no nos queda nada corazón
Ni siquiera cuentes con tu cordura
Agotado no tienes caparazón

Ya no nos lastima ni la locura
Ni las horas que llegarán sin razón
Ni los pasos ciertos a la tortura