La Oruga se arrastra por el follaje haciendo crujir las hojas secas en una sinfonía alegre y rítmica. El fantástico; pero débil e imperceptible sonido, únicamente es captado por ella misma. Su armoniosa resonancia es apaciguada por el manto de celulosa muerta; es como una onda eufórica atrapada en una botella. Tras un lento y sigiloso recorrido, alcanza su meta; sólo para emprender una misión aún más dura. Se adhiere al tallo de una enorme planta y comienza una esforzada y agotadora labor. Escala en una marcha pesada; pero constante, hasta toparse con el destello verde de una apetitosa hoja, hecha el resto y llega. La devora ansiosa, sin miedo a atragantarse; es su premio, su recompensa, luego de tan difícil faena. Fatigada y satisfecha busca cobijo para protegerse de los fuertes rayos solares, arrinconándose en la diminuta porción de hoja que no ha engullido. Sin hambre y distendida su ser la absorbe, cual remolino cósmico, en sí misma.

Después de un tiempo indeterminado en aquella indefinida ensoñación; es sacada de su letargo por un frío metálico que la atraviesa de punta a punta. Es una pequeña gota de roció que cayó desde lo más alto de la planta y se posó en su cuerpo. Sobresaltada trata de moverse, sin embargo, choca con una Enorme y Alada Figura Multicolor. La Oruga se encoje en una pose defensiva; mientras la Enorme y Alada Figura Multicolor da un salto hacia atrás, en un gesto claro de repugnancia, luego, retrocede un poco más y se echa inmediatamente a volar. La Oruga horrorizada por aquel monstruo salido de sus más demenciales pesadillas se aleja desesperada.