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El paraguas se le soltó de las manos a Francesca producto de la fuerte ventisca, y fue a parar directamente al rostro de Poli; provocándole una herida en el pómulo.
Era una mañana de invierno del mes de mayo; Policarpo se dirigía como todos los días a su habitual trabajo. Esa mañana iba mas apurado, somnoliento y distraído que nunca, saltando los charcos de agua producto del aguacero. –- buenos días Poli –- hola, dijo a alguien que le saludó- y prosiguió calle abajo, rumbo a la oficina.
Policarpo (Poli) como todos le llamaban era un hombre de mediana estatura, moreno, de pelo liso y ojos marrones y brillantes; de temperamento alegre, y tratable con todo el mundo. El era el subgerente de la compañía eléctrica del lugar. Solía vestir de jean y camisas a cuadros. Ese día del accidente llevaba una chaqueta de blue-jean y una cachucha para protegerse de la lluvia.
Francis, como solían llamar a la maestra Francesca, corrió a auxiliar a Poli, que sangraba sin cesar, --disculpa dijo al momento en que le hacía una compresa con un pañuelo que sacó de su cartera. –Vamos al hospital, allí te curarán, decía apenada Francis. que no dejaba de disculparse con Poli. Él se había quedado sin palabra con la presencia de aquella bella y corpulenta mujer; la detallaba durante las tres cuadras que recorrieron camino al hospital. No sentía ningún dolor, solo miraba a esa escultura de 1,70mts.de estatura, de tez blanca, ojos grises, cabello rubio ondulado y suelto; de cuerpo bien moldeado y rellenito; cariñosa y de dulzura sin igual.
--Tuvo suerte—exclamo el médico, es una herida pequeña, causada por la arista de la sombrilla, aunque casi te saca el ojo.—prosiguió el doctor,--cuatro puntos de sutura con hilo facial bien fino, y no te quedará huella.
Francis era maestra integral en el colegio del pueblo: y aunque tenía maestría y doctorado en docencia, nunca quiso que le dijeran profesora o doctora. Su lema era: “maestro no es cualquiera, solo los grandes sabios como Cristo son los verdaderos maestros”. Por eso era para el pueblo la maestra Francis.
--tun, tun, buenas noches—vine a saber de ti-- dijo Francis al llegar a la casa de Poli –¿Cómo estas? -- bien, bien,-- respondió sin salir aun del espasmo que le había causado aquella hermosa mujer.
Por cierto tiempo, ella lo visitaba por las tardes o noches, luego de sus clases. Charlaban por largo rato mientras tomaban café, recordando que alguna ves se habían visto en la escuela cuando pequeños; pero no recordaban nada particular, nunca fueron amigos; y ahora a ésta edad estaban totalmente transformado en extraños amigos.
Los días transcurrieron y la cicatriz desapareció del rostro de Poli, menos, la huella que le dejó Francis; porque a raíz de ese “día inesperado” surgió una gran amistad; luego compromiso de noviazgo y ahora haciendo planes para casarse en la próxima primavera; el mismo mes de mayo en que el destino los unió por accidente. Y celebrar “ese día inesperado”. Fin

Texto agregado el 30-03-2006, y leído por 178 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
25-04-2006 Me ha gustado mucho 5* OrgiadeAngelesConTrompeta< /a>
04-04-2006 buenísimo ***** olivianewton
01-04-2006 Ya ves, casi perder un ojo te puede traer suerte. Ameno y bien narrado +++++saludos antoniana
31-03-2006 Es una excelente prosa y un gran cuento. ***** sorgalim
30-03-2006 Me gusto mucho el cuento, un simple accidente hizo que ese encuentro casual fuera el comienzo de un bello final. Saludos***** clear
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