Juega tu mirada perversa en mis ojuelos
deleites de almendras oscilan en mi cuerpo
y siento: tu beso, tus senos, tu pelo.

Embelesado mis manos afloran tu piel,
y siento la tibia profundidad de tu delirio;
te vuelves manzana de papel, en mis adentros.

Me excita tu perfume de mujer enloquecida;
tu geografía humedece mis silencios
y vierten mis deseos, aullidos placenteros.

Somos un solo reloj de arena blanca,
sin embargo, el tiempo se ha detenido
y respiran las horas, campanarios.

Somos uno o ninguno en cautiverio,
te ofrezco las flores del invierno;
tu camino desde ahora, es mi suelo.