INFERENCIAS EXTRAÑAS

Entendemos por serendipia el modo en que se produce un descubrimiento científico trascendental que se realiza de repente gracias a un accidente o una extraña casualidad. Se cuenta a menudo que Herón II, rey de Siracusa, pidió a Arquímedes que comprobara si una corona que había encargado a un orfebre local era realmente de oro puro. El rey le pidió también de forma expresa que no dañase la corona. Arquímedes dio vueltas y vueltas al problema sin llegar a atajarlo, llegando a obsesionarse de tal modo, que su mujer, le pidió que se relajara y se tomara un baño. Fue allí donde comprendió la solución. Pensó que el agua que se desbordaba tenía que ser igual al volumen de su cuerpo que estaba sumergido. Si medía el agua que rebosaba al meter la corona, conocería el volumen de la misma y a continuación podría compararlo con el volumen de un objeto de oro del mismo peso que la corona. Si los volúmenes no fuesen iguales, sería una prueba de que la corona no era de oro puro, debido a la variación en su densidad.
Como consecuencia de la excitación que le produjo su descubrimiento, Arquímedes salió del baño y fue corriendo desnudo como estaba hacia el palacio gritando : "Eureka". Es quizás, la primera serendipia documentada de la historia.
Que yo recuerde, la primera serendipia de mi vida se remonta a mis diez años, en plena ebullición de curiosidad por el género opuesto- juro que como Woody Allen en Annie Hall, jamás he experimentado el período de latencia del que habla Freud-. Había entonces una criatura preciosa de ocho años, dos años menor que yo, pero intuyo que ya entonces me ganaba en madurez. Fiel al impulso gamberro y transgresor, decidí una buena mañana dejar constancia con pintura de aquel "romance" imposible. Escribí "Rubén y Eva" spray sobre muro y dejé que el destino hiciera el resto.
Lejos de convertirse aquello en una realidad que me afectara, meses después me llegó el rumor de que otro Rubén y otra Eva, se iniciaron en infantiles relaciones, tras interesarse el uno por el otro debido a mi pintada, y de la que seguramente uno responsabilizaba al otro mutua y recíprocamente.
Más que cosa del destino, hemos de inferir en que aquella creencia errónea, les llevó a apreciar a quien hasta entonces les había pasado inadvertido. Desde entonces confío fervientemente en que a ningún joven se le ocurra la brillante idea de enlazar mi nombre con uno poco apropiado. Pero he de confesar, muy a pesar de la presión social que pide a gritos que regale unos nietos por el día del padre, que la pintada que más me acojonaría, sería ver un "Rubén e Hijos" escrito en naranja fluorescente en un muro.
Es entonces cuando caigo en que afortunadamente los jóvenes estamos para pintarrajear otro tipo de reivindicaciones. Y mientras en Francia se protesta por el Contrato del Primer Empleo, aquí el "contrato en prácticas" -similar en esencia- lleva años implantado, pero lo más rebelde que se nos pasa por la cabeza a los universitarios y trabajadores es alzarnos por la ley antibotellón y el descenso del Celta.