Luna desde lo alto del cielo miraba a un ingenuo payasito revolotear por entre las flores, mientras, Luna esperaba paciente que llegara una noche en la que estando llena llamase la atención de Payasito esperando que este deseara subir al cielo con Luna para siempre… Luna soñaba.
Pasaron muchos años sin que Payasito mirara a Luna, a si que Luna ofreció su corazón al sol, quien en un bonito eclipse prometió amarla para siempre y de esa manera Luna ya no estaría nunca sola.
Un día que Luna se alzaba brillante en el cielo oscuro una noche de verano, escuchó una voz familiar que gritaba su nombre.
Luna curiosa fijó su mirada en el mundo, donde hacía mucho tiempo no paseaban sus ojos, y fue allí, en lo alto de una montaña donde vio a Payasito reclamar su corazón y sosteniendo negros tulipanes derramaba lagrimitas de cristal sobre la hermosa tierra donde nacen las flores que tanto gustaban a Luna.
Payasito comenzó a trepar el cielo para llegar hasta ella, sorteando peligros, arriesgando su corazón, Luna miraba a Payasito andar hacia ella temiendo que amaneciera…
Payasito se acercaba y con bellas palabras enamoraba a Luna, pronto comenzó a amanecer y Payasito descansó entre las nubes oculto esperando que cayera la noche, Luna lloraba en silencio viendo brillar el sol, quien la salvó de la amarga oscuridad y dio calor al helado corazón que dejó Payasito con su indeferencia, Luna desolada convocó las nubes grises y al llegar la noche desapareció tras ellas, la tristeza de su dividido corazón apagó el brillo de sus ojos y Payasito perdió el rastro de su amada.
Payasito y Luna lloraron desconsolados noches enteras y sus frías lágrimas quedaron flotando en el cielo negro formando el camino que recorrió Payasito y que jamás le llevó a Luna.
Pasó el tiempo y aún Luna derrama cada noche una lagrimita de cristal que llega al cielo como una fugaz estrella para que al verla los enamorados del mundo pidan en un deseo de amor que una sus corazones para siempre.