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 El árbol de la vida sediento de amor vive,
 Viéndolo  todo desde aquí es mejor,
 Es mejor que una copa de vino o un paseo por los Campos Eliseos,
 Es mejor que la estatua de la Libertad en  un día de sol  con el cielo completamente despejado,
 Aquel árbol da la vida da su aroma a  todo aquel que decida recostarse un ratito a sus pies,
 El aire de paz y calma es mejor un domingo por la mañana que un sábado por la noche,
 ¿Los problemas donde están?
 Simplemente no existen, ¿no existen?,… ¡no existen!
 
 
 
 Caminando por las costas del mar Cantábrico, en Santander,
 deslizándome  por  la Península de Magdalena  observando el palacio del mismo nombre,  ¡que hermosura!,
 el olor  del mar  y las noches de estrellas, los corazones, las gaviotas,
 tal vez  observando la bella  Florencia enamorada del palazzo  della  Signoria, al pie de los Apeninos,
 quizás  sumergido en las azules aguas del mar Caribe,
 donde  el clima cálido y sus hermosas playas han convertido a la República Dominicana en uno de los lugares de mi predilección.
 
 
 
 Estoy  viviendo el momento que comprende mi memoria,
 tal vez en un futuro italiano, o quizás en  un futuro centro americano,
 el violinista del océano abre sus ojos,  quien como un latigazo cae desde el piso más alto de un edificio y rompe al chocar con Mozart en un teatro  salzburgués.
 Momentos, son momentos nada más, en Austria, en Perú, en el cielo o en el mar,
 El infierno de Dante o el desierto del Sahara, me da igual,
 Pasos  cansados, recuerdos gratos y non gratos  se abrazan, besan y entregan en una pintura abstracta.
 
 
 Pintura que produce encuentros  amorosos por un día  y la sensación de lejanía en medio  de unas lágrimas y un solitario aplauso,
 el árbol de la vida sediento de amor vive, extrañando engendrar  frutos  jugosos, ricos y maduros a este nuevo mundo que desconoce de alegrías, tristezas y  melancolías,
 ellos ahora viven como gitanos, viven como dos enanos de un circo,
 errantes  dentro de un futuro incierto, un futuro que simplemente  no existe,
 bailemos  música flamenca y…¡que suene la guitarra!
 
 El Soniquete siempre  presente entre unas copas de vino y una luna voluptuosa y decente, aunque no siempre ande llena,
 escribano  de unas cartas sin remitente, enviados del este al oeste,
 viajemos o al menos  intentemos  hacerlo,
 se presiente la búsqueda  de un deseo,  la realización  de un anhelo que quizás termine en la frustración de un  sueño,
 Que duela, que marque, que deje cicatrices imborrables, que las lágrimas se deslicen por mis mejillas,… ¡que dolor!
 
 
 
 ¡Já!, ¡já!, ¡já!,  escuchen mis  risas, mis pasos que voy para allá,
 sientan  los latidos de mi corazón  fuertes  como el  sonido del Big Ben  de la torre del reloj del Palacio de Westminster en Inglaterra,
 lejos de mis sentimientos, no  busco justificar mis alegrías mucho menos mis tristezas,
 solo rió y solo lloro, solo escucho una carcajada,  solo encuentro un consuelo, no importa donde me encuentre,  lo que realmente vale  es quien me acompañe,
 te estoy esperando en un  bosque escocés o en las costas australianas,
 solo búscame, que el árbol de la vida  sediento de amor seguirá viviendo por siempre.
 
 
 
 ORORASCAJO, 1-31-05
 
 37 VERSOS
 
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