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SEXO EN TU PLAYA I


SEDUCCIÓN DE DOS LUNAS

Hoy nos reunimos como siempre en ese café al costado de la playa.

El lugar permitía una vista muy hermosa del atardecer entre nubes y jugarretas de aquellos que desafiando la tarde, aún permanecían en la playa.

Llevábamos poco tiempo frecuentándonos pero el nivel de compenetración era muy intenso, tanto que sus más íntimos deseos de pronto lo único que me hacían recordar eran aquellos que cada noche tomaban por asalto mi cuerpo.

Ella dijo... - Me encanta leerte y guardar cada poesía y cada relato..., es como tenerte siempre conmigo, los leo y los releo y de esa forma te siento cerca... –“

y mientras nos mirábamos a los ojos, no puede evitar la tentación de quitar mi zapato y jugar con mi pie en su entrepierna, por debajo de la mesa.

Su cuerpo entero estremeció, y es que podía sentir yo toda la humedad de su sexo ... y en cada movimiento que yo hacía ella replicaba desde bajo de su falda con su vulva cada vez más y más jugosa.

Pagamos la cuenta y salimos de ese lugar con un único deseo, - llegar pronto a la cabaña donde nos hospedábamos.

El camino se nos hacía interminable, y es que cada cierto tramo, nos deteníamos para besarnos con desenfreno. En la escalera de bajada a la playa, no pude evitarlo y la giré hacia mí para sentir de lleno su delgado cuerpo. La abracé por debajo de la cintura y comencé a beberme su perfume justo de tras del lóbulo de su oreja, allí donde ella guardaba el secreto de su aroma, el de su piel desnuda. Mientras, mis manos comenzaron a descubrir que esos 98 centímetros de caderas no eran sólo una bella cola, sino un suave monte de piel que, sin ropa interior, aguardaba por mí.

Sus caderas fueron la próxima parada, allá cerca de la entrada a las cabañas, y sus pechos, bueno ellos fueron mi deleite justo detrás de las rocas que circundaban el acceso a la puerta posterior, la que daba a la piscina.

A esas alturas nuestros besos no eran húmedos, eran de fuego, y en cada uno de ellos sentíamos como nos derretíamos para fundirnos en besos que quemaban más y más.

Quité suavemente su vestido, negro, delgado y sedoso, pero menos suave que su piel. Nos acariciamos miles de veces, mis manos la recorrían como si estuvieran pegadas a su piel y mi lengua la dibujó desde su cuello hasta sus piernas.

De pronto, y como en un pestañear de ojos, nuestros cuerpos aparecieron recostados sobre un sofá de amplias proporciones, y mi mente desorientada me hizo recordar que las rosas rojas son sus favoritas, comencé a escudriñar el entorno en busca de algo que me dijera donde estaba, pero no había nada.

Un lapsus mental y de pronto ya no estaba...

lo único que veo es su silueta, envuelta en una blanca toalla que venia saliendo de la ducha.

Se veía hermosa. Se paseó buscando algo, y como no lo encontró regresó al cuarto de baño.

Me puse de pie a su lado, y le susurré al oído, ella levantó su cabeza con la mirada perdida en el infinito como sintiendo el calor de mis palabras, pero sin verme.

La noche llegó, y nuevamente aparecieron dos lunas en el horizonte

y esa noche, nuevamente comenzó el juego de la seducción......

y otra vez soñé que la tenía sólo para mí.

(CONTINUARÁ)

ESCRITO POR FELIPEPAULSEN

Texto agregado el 28-04-2006, y leído por 343 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
29-04-2006 Ese Felipe, qué es del Paulssen que inventó una variante en la Defensa Siciliana? petrodelhum
 
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