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Solía esperarla en aquel café esquina. Me encantaba desalterarnos en esa terraza luego de un día de arduo trabajo para luego dirigirnos al cine, cenar y luego terminar la noche abrazados en ese inolvidable cuartito que manteníamos en la calle Brasil

Las sirenas de bomberos, distrajeron un poco esa espera que empezaba a hacerse larga y completamente inhabitual en ella. Empecé a preocuparme al notar que mucha gente corría al lugar de un reciente accidente. Pagué la cuenta y decidí, empujado por una suerte de tardía premonición o mejor dicho, anacrónico fatalismo, de dirigirme al punto del accidente.

Ahí estaba, tirada en el cemento, irreconocible, luego de haber salvado «in extremis» del brasero en que se convirtió su auto. Los ambulancieros tomaban todas las precauciones para inmovilizarla en la camilla en que debían conducirla a un centro de urgencia. No me permitieron acercarme, sin embargo me informé a que sitio la llevarían.

Corrí hasta el estacionamiento, puse el motor en marcha y me dirigí como un loco hasta el hospital Roberto del Río. No supe como llegué, nervioso me encaminé a la sala de urgencias, allí la estaban desembarcando mientras una cantidad de personal se precipitó sobre ella para atenderla lo más rápidamente posible.

No quería pensar en el desastre que habría provocado el fuego en su hermoso rostro, me dolía saberla sufrir. Quería revenir a la mañana en que nos despedimos. Empecé a maldecir mi suerte, su suerte. A golpear con furia las paredes, a tanto llegó mi desesperación que tuvo que intervenir personal del hospital para calmar mis nervios.

De pronto me pareció ridículo el sonido del celular, con unas de esas melodías de moda y que venía a burlarse de mi estado de semi-locura y desesperación. Mi primer impulso fue tirarlo lejos, sin embargo respondí con la mejor voz que pude — Diga… no pude seguir, el habla se me cortó cegado por el nerviosismo casi a punto de soltar las lágrimas… — ¿Qué te ocurre mi amor? ¿Te ocurre algo? dijo ella con infinita preocupación… Es cierto que me demoré en llegar al café pues había un tremendo accidente…..

Texto agregado el 07-05-2006, y leído por 110 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
10-07-2006 Uyyyyyyy, debe haber sido maravilloso.***** Besitos Victoria 6236013
03-06-2006 Sentirnos impotentes en momentos de perdida y de sufrimiento es un manto que a todos nos ha cubierto en muchas ocasiones de nuestra vida.***** Ciiara
 
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