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Éxito

Algún día se irá de su casa. Tendrá su trabajo, su casa y sus hijos. Pagará los impuestos, comprará su propio auto, envejecerá al lado de su amada y morirá. Sus hijos tallarán su lápida, “papá, te amaremos por siempre”, diría.

En la copa de un árbol cantaba un cardenal, su cantó melódico enamoró al caminante que por abajo paseaba. Se detuvo tan solo un instante para endulzar sus oídos de música, continúo su rumbo. Esperaba que la suerte lo acompañase, esperaba ser el primero, tal vez el único. Confiaba en sus facultades para conseguirlo, estaba seguro de que no había nadie mejor que él para desempeñar esa tarea. Se había bañado, peinado con fijador, vestido de traje y zapatos empomados negros. La barba estilo candado no se la había tocado, le gustaba, le causaba una sensación de seguridad, de fuerza.

Alguien le había dicho alguna vez que el mejor remedio contra el aburrimiento era el trabajo. Y durante mucho tiempo lo buscó, pero siempre hubo un rechazo, un golpe bajo a la autoestima. A pesar de ello siguió intentando, en su cabeza rondaba la idea de insistir, de poder lograrlo, y sabía que lo lograría.

Las batallas de la vida no siempre son ganadas por los más fuertes o los más rápidos. Más tarde o más temprano, la persona que gana es la persona que cree que puede, había leído en una tarjeta.

Pensó que no llegaría jamás hasta que a lo lejos contempló al fin el destino. A medida que se acercaba empezó a imaginar lo que allí se encontraría. Hombres y mujeres ocupados en sus escritorios, tecleando velozmente en su computador, esperando la hora de almorzar, la hora de salida, la entrega del gordo cheque a final de mes. Esperaba mantener un buen trato con su jefe, de seguro un señor gordo y malhumorado, que a pesar de todo era un corderito con sus cumplidores. Saborearía el café de la máquina, liquidaría sueldos, recibiría alguna suspensión por llegar tarde, corroboraría la entrega de pedidos...

Lo mucho que tardó en subir la escalera le hizo recordar los moretones y raspaduras de viejas épocas. Sin embargo una vez dentro se sintió sapo de otro pozo, era el único, era especial, algunos le lanzaron miradas intrigantes, otras asesinas. No se desanimó, ya estaba acostumbrado, esperó por su entrevista, alrededor de una hora pasó hasta que llegó su turno.

Su currículo no era de lo más extenso en cuestiones de experiencias laborales debido a su situación. En compensación aparecían sus honores en preparatoria, “mejor promedio del año”en 1989. Graduado en la UBA de Contador público, título de Secretariado ejecutivo bilingüe otorgado por el instituto privado IAC. Persona indicada para el puesto, solo quedaba un detalle, su incapacidad.

Después de un par de preguntas el dueño de la compañía se levantó de su silla y le extendió su mano, “lo llamaremos”, le dijo.

Mientras volvía a su casa satisfecho, se había lucido en la entrevista, había causado buena impresión, aguardaba la posibilidad de esa llamada, tenía que darse, tenía.

Al cabo de una semana, el teléfono no sonó. Había perdido toda esperanza, estaba arruinado, enojado, casi al borde del abismo. Y sonó de repente. Era la secretaría del jefe de la compañía, tenía el trabajo. Derramó lágrimas de emoción sobre sus piernas, no podía creerlo, ora reía ora lloraba, puso sus manos sobre las ruedas de su silla y salió a la calle, “lo he conseguido”, gritaba a viva voz.

Texto agregado el 18-12-2003, y leído por 214 visitantes. (1 voto)


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