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El cielo seduce con un simple baile su vista mientras la humedad del aire se cuela por la abertura que deja el corte del cuello del chaleco que lo envuelve, la lluvia a pasado tal como los lunares de agua que recubren el pavimento de la ciudad pasan y se incorporan al camino ya recorrido. El viento esta frió y se siente en la parte posterior del cuello y superior de la espalda casi al mismo tiempo que siente como sus músculos, reaccionariamente, se contraen y dilatan rápidamente. Además de sentirlo, también piensa en el, imagina que a tempranas horas de la mañana se ha posado sobre el mar, ha tomado fuerza y sin resistencia alguna ha danzado con olas, entrando y saliendo del océano pacifico, lo dibuja realizando suaves surcos para sumergirse, burbujeante, sin perder el paso de tan bella danza, para luego emerger hacia la superficie y unirse a las ondulaciones que continúan el ritmo sereno y húmedo de las profundidades. Cuando se acercan los danzantes a las nacientes tierras, acercan sus cuerpos y abrazados, se entregan a la roca y luego a la tierra, comienzan nuevas melodías que desarman y arman formas, todas las formas que tu imaginación te entregue. Recuerda, mientras pedalea, que hace un par de meses atrás, aquellas formas le sirvieron para proterjerse del sol, que persistente, lograba colarse en el baile, formas que cautivaron su visión y que acompañaron el respiro aliviado de un amor extraño, como el que tienen las nubes en el cielo, que desde lejos se llaman y atraen, crecen o se achican, a veces se hacen una, otras veces se resisten y se hacen acompañar de otras o simplemente persiguen al viento sin ningún rumbo. Ahí estuvo, en la cima de la segunda montaña mas alta de esta bahía que ahora recorre, pensando que todo era pura magia, que bastaba su compañía, sus risas al ver bailar a las nubes, risas que invitaron a coloridas mariposas a sumarse a la fiesta, que basto ese viento refrescante para que el corazón se alivianara, pero no hay magia suficiente, o esta, dura muy poco, como todo en la vida, de lo bueno poco, sin embargo, ese fue uno de esos buenos momentos que uno quisiera eternizar y en donde el tiempo corre mas aprisa, y ahí estuvieron, abrazados, esperando a que un viento poderoso los tomase y los hiciese planear por los cielos, ya que ellos, tuvieron y tienen demasiados pesados los pies para alzar su propio vuelo. El viento que provoco tal multiformidad en el cielo es parecido al que refresca su cara, es un viento mas maduro, varios kilómetros ha recorrido y ha conocido en el trayecto, millones de formas y materiales, sabe con quien puede continuar la danza y la música, y a quien enfrentar u obviar, cuando sea necesario. El no anda como ese viento maduro, cree que su experiencia es mínima y espera que el próximo paso se realice mas libre y sin obstáculos. El pedal derecho cruje cada vez que la fuerza del movimiento circular que realizan los pies y la gravedad se unen y posan sobre el pedal, intenta ejercer mas fuerza sobre el pedal izquierdo y alivianar el peso del pedal contrario, todo en vano, el crujir continua chillando aun mas fuerte, tanto que hasta la mirada, olvidándose de las nubes en el cielo, va en su busca. Todo lo que se observa anda bien, la cadena va suave en los platos y hermosos se ven los pies girando mientras miles de formas estampadas en el suelo quedan atrás, tal cual quedaron en el recuerdo aquellas que dieron vida a un cielo de verano o a este suelo de otoño porteño.

Texto agregado el 13-05-2006, y leído por 85 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
13-05-2006 mmmm, pues buenas descripciones . doctora
 
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