Y planeando con las alas abiertas en un vuelo de ensueño, buscó el camino de retorno a casa mientras meditaba y concluía que la naturaleza le había otorgado la más grande de todas las virtudes: La Libertad.
Sí, él era libre y dueño de todo lo creado, podía pisar tierra firme y caminar por ella cuanto desease, podía posarse sobre las altas ramas de los árboles y desde allí, alcanzar las nubes mismas y atravesar como una saeta, sus vaporosas mejillas.
Era libre, más libre que las bellas y refinadas verónicas que a pesar de su alcurnia, no pueden ir más lejos de lo permitido por sus verdes tallos, como tampoco pueden las rosas con sus pétalos fragantes, delicados y nacarados que oscilan perfumando el aire con su subyugante olor.
El mundo le pertenecía en toda su extensión y la libertad le era esencial para conquistarlo, tarea que por ejemplo, jamás lograrían las mariposas y aunque admiraba sus bellas alas escarlata con incrustaciones de oro, consideraba que su vuelo simple y estático y nunca remontaría más allá de la estatura de un arbusto. Más bien, las mariposas eran para él, hermosas flores de alas batientes.
El era libre y afortunado, no poseía la musicalidad del riachuelo que se desplaza alegre pulsando mágicos teclados de agua en torrentes de melodías cristalinas, pero tampoco estaba prisionero a su cause ni a sus márgenes.
Y sonreía al pensar que si bien, él no podía hacer las acrobacias de aquellos pequeños lagartitos , le era en cambio, absolutamente posible y natural, trazar en el aire elegantes arcos de diversas dimensiones, circundar un punto desde distintos radios o simplemente extender sus alas para quedar suspendido en las alturas a merced de las corrientes eólicas y sentir, sí.. sentir el ingrávido paraíso del espacio en su inconmensurable extensión.
Y desde su reino invisible del aire, descendió lentamente hacia el lugar que ahora le parecía el más hermoso de todos, aquel que es más amplio que el cielo mismo, más cálido que los rayos del sol y más bello que todas las maravillas descubiertas: Su hogar.
Allí detuvieron las impetuosas alas su volar y recibieronle de inmediato sus hermanos con muestras de infantil admiración en un homenaje ruidoso y breve, pues les urgía volver a sus juegos, razón solemne de su existir. Entonces su madre con los ojos llenos de orgullo y felicidad se acercó a él y en un gesto tierno y delicado, le acarició. Y aquella caricia maternal, cálida y sincera le pareció más suave y dulce que el roce mismo del aire al volar y
presintió en su ser que desde ese momento, había nacido así mismo.
Junto a su madre, acudió al borde del nido para contemplar el cielo como si nunca le hubiese visto llenandole esto de ansiedad e inquietud, pues tenía un mundo por conquistar.
Tras algunos instantes de silencio, su madre le dijo :
Esta tarde regresará de caza vuestro padre, por cierto estará muy orgulloso cuando sepa que ya has aprendido a volar. Y de seguro, mañana te pedirá que le acompañes para que comiences a aprender, desde ya, a cazar.
Luego él, sin dejar de mirar el cielo y luego de exhalar un suspiro enorme, preguntó a su madre:
- ¿Mañana? ¿ha de ser mañana? Madre ¡!! ¿Por qué no hoy mismo?
Entonces la madre sonrió.
FIN
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