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El niño que quería ser caballo

Por Andrea Tutor Fernández
Del libro Cuentos del Abuelo, Inédito, Santander 2005.

Hace mucho tiempo, mi amiga escritora, entonces, siendo una joven de bachillerato, ascendió a una montaña entre verdes montes para encontrarse con unos primos, a los que no conocía, ni sabía de su existencia. Tal vez, alguien les hubiese nombrado en su presencia, pero ella no prestaba atención a primos desconocidos; tenía demasiados amigos y sueños para pensar en asuntos alejados de su interés del momento.
Al llegar a la cima de aquella montaña, encontró a un niño en el camino, frente a la escuela. Era un niño pequeño, de unos tres años, que relinchaba y camina en cuatro patas.
- ¿Quién es el niño? ¿Es normal? – preguntó.
- Sí, sólo que quiere ser caballo. Es tu primo, El Ñato – respondió el padre.
- ¿Acaso no tiene nombre? – volvió a inquirir, quien siendo de ciudad no estaba acostumbrada a tratar a las personas por apodos.
- ¡Claro que tiene nombre! Se llama Rodolfo.
No entendía cómo si tenía un nombre tan bello de origen germano, el que significa “lobo glorioso” y por extensión en humanos, “glorioso guerrero”, le llamaran Ñato, que es lo que quiere decir Simón, un nombre proveniente del griego y utilizado por los hebreos del tiempo de Jesús de Nazaret: hombre de nariz chata. A ella le gustaba mucho el nombre de Rodolfo, por lo que nunca le llamó de diferente modo. En aquel momento, ella no conocía su significado, por lo que no lo relacionaba con un guerrero de un tiempo no lejano, nada glorioso, por cierto, sino un criminal de guerra, escarnio de su pueblo y del género humano, con un nombre muy parecido, Adolfo.
Ese primo Rodolfo tenía más de lobo que de guerrero. No tenía la dulzura de otros niños, que se saben párvulos, sino mucho de animal huraño, de caballo salvaje. No gustaba estar con los humanos; acompañado siempre por los perros, se pasaba de la mañana a la noche entre relinchos y galopes por aquel patio o más allá del camino real, en el territorio de la escuela vacía durante el período de vacaciones de verano.
La escritora todavía piensa en aquel primo, que no recuerda haber visto más, por lo menos no se le parecería, en caso de haber coincidido. Eso sí, recuerda otro momento, en que Rodolfo visitó por primera vez la ciudad de Santiago de Cuba. Imagínate, Alejandro, que en el último cuarto del siglo XX en un país como la Isla de Cuba, donde se construyó el primer ferrocarril de España, por Real Cédula de 1834, inaugurado en primer tramo en 1837; donde existió la primera Comunidad de Regantes de América al concederle la Corona, en 1798, el derecho a distribuir las aguas del Río Mayabeque por el riquísimo Valle de Güines; donde el primer sistema de luz pública fue introducido en 1768, ¡en tiempos de Carlos III!... todavía a finales del siglo XX existía un niño de cerca de 10 años, y no creo que fuese el único, que no conocía el hielo, ni el agua fría, ni el helado. Por ello, cuando sus primos citadinos le llevaron a una cremería o heladería, que es lo mismo, al probar la primera cucharadita exclamó despavorido con voz torpe y poco educada:
- ¡Ay! ¡Me quemé! ¡Qué caliente está eso, primo!
Todos se burlaron. Mas mi amiga no estaba, vivía en Rusia. A su regreso le contaron la anécdota. Hoy se sentó a meditar, una vez más, en el hecho de que un niño sin plena conciencia quería ser caballo; incluso, lo logra visualizar a pesar del paso de los años. Y recordó algo que había leído tiempo atrás, hace mucho tiempo, escrito por un científico austríaco muy renombrado, al que llaman Padre de la Psicología, una ciencia que estudia el alma de los individuos. Pero a veces se nos olvida que el alma no es algo físico y la queremos curar con compuestos químicos y drogas. Alejandro, el alma, psique en griego, no es material, en el sentido que entendemos a la materia. El alma es espiritual y hasta los más acérrimos materialistas, los marxistas leninistas, reconocen la existencia de ella, al decir que el hombre está compuesto por cuerpo y espíritu.
¿Qué decía aquel Sigmund Freud, Padre de la Psicología? Pues, que los hombres tenían vestigios de conocimientos anteriores a su propia existencia. Tal vez, no sea exacta la cita. No te estoy citando textualmente, sino tratando de unir los elementos de una meditación; poniendo todo junto: al niño que quería ser caballo y no conocía el hielo, a los vestigios mentales anteriores a la vida del individuo, a la encarnación o reencarnación... Si lo que Freud nos presenta es cierto, este pequeño Rodolfo en algún lugar recóndito de su mente encontró un vestigio de algún momento anterior en que habitó el cuerpo de un caballo. Aquí tenemos un problema, Alejandrito, y es que somos católicos y por decreto papal no tenemos permiso para creer, pensar, ni siquiera imaginar la posibilidad de la existencia de la reencarnación.
¿Es encarnación o reencarnación? ¿Cuál es el momento exacto en que entra el alma al cuerpo, en la concepción o en el parto? No lo sé, Alejandrito, pero lo cierto es que estamos ante uno de los grandes misterios de Dios. De ese Dios que se encarnó en ti con una pequeñita parte de su Ser Supremo en el momento de tu concepción, por lo menos así lo cree mi amiga, la escritora. Es muy probable que hoy no entiendas de qué te habla el abuelo, pero al llegar a la madurez muchas de estas preguntas visitarán tu mente y lo único que quiere tu abuelo es que tengas la mente abierta, que seas flexible y que escuches a todos con independencia de su origen; sólo después de ello, medita y en oración dirígete a Dios para que Él te ayude a encontrar el camino.
¿Quién tiene razón? ¿Los hindúes, herederos del brahmanismo? ¿Los Budistas? ¿Los africanos? ¿Los egipcios antiguos? ¿Los antiguos griegos, que deben mucho de su conocimiento y sabiduría a la cultura egipcia? ¿Los hebreos o las dos ramas posteriores, los cristianos y los mahometanos? En fin, son muchos pueblos los que hay en este mundo y cada uno tiene una cosmovisión particular, que en algunas ocasiones presentan coincidencias y en otras, diferencias. Esto me recuerda a un sacerdote, el padre Oscar, que llevaba nombre de origen danés, que significa “lanza del dios Os”. Quizá la palabra Dios, es una orden, “¡Di Os!”. Eso no me preocupa demasiado, pues lo más importante es que Dios está en nosotros desde nuestra concepción o nacimiento. Más bien de la concepción, pues sino no sería un crimen un aborto y hasta los médicos saben que el niño responde al mundo exterior, se comunica con los padres y les responde a través de movimientos y pataditas. Y si el niño tiene reacciones propias, es porque tiene vida propia, a pesar de su dependencia de la madre mientras se desarrollan todas las partes de su cuerpo. ¿De dónde viene esa alma, esa conciencia que domina el cerebro y dirige todos los procesos orgánicos e intelectuales? De Dios; es una pequeñita parte de Dios en nosotros y por eso el Cristo era Inmanuel, que se ha traducido como “Dios en nosotros”, pero también pudiese entenderse como “dentro está el hombre y Él”, es decir, Dios. Así que dentro de este cuerpo humano, pequeño y débil, hay un hombre y hay una ínfima parte de Dios, tan pequeña que no podría ser comparada siquiera con una gota de agua en el mar. ¿Qué es un hombre en la inmensidad del Universo? Aparentemente nada, pero, aún así, es lo más importante para Dios, pues lo cuida y acaricia como su criatura predilecta, preferida, elegida; lo ha querido tanto que le ha dado la palabra, la forma más amplia y compleja de comunicación. Dios habla a través del hombre.
Imagínate la importancia y responsabilidad al hacer uso de la palabra. Por ello, los hombres conscientes de ese Amor y de tan alta responsabilidad son honestos, decentes; son honorables y hacen honor a la palabra empeñada.

Autora: Dra. Cary Torres Vila, alias Andrea Tutor Fernández. Escritora y Ensayista. Doctora en Ciencias Económicas, Economista Internacional y Socióloga Rural. Ex –profesora de la Universidad de La Habana. Premio al Mejor Libro Científico Publicado por la Universidad de La Habana 2000. Premio Nacional de las Ciencias Sociales en Cuba, concedido por la Academia de Ciencias de Cuba en 2001 (ambos compartidos). También, Seleccionada entre las ganadoras en la categoría de Ensayo Social del Concurso Pinos Nuevos en su Segunda Edición, 1995. Reside en España desde 2000. Ostenta las nacionalidades española y cubana.

e-mail: carytorresvila@yahoo.es

Texto agregado el 20-05-2006, y leído por 769 visitantes. (0 votos)


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