La última vez

Te vi. Caminabas hacia mí. Los segundos se hacían eternos bajo ese cielo nublado, cargado de nostalgia, de recuerdos añejos y canciones inconclusas. Se respiraba en el aire una extraña sensación, como de presagio y fastidio, como de hambre y sueño. ¿Habrá sido que casi me desmayo de la impresión al verte?. No sé, puede ser. Lo cierto es que te acercabas cada vez más. Yo sudaba frío, me temblaban las manos y la mandíbula también. Tú mirabas hacia todos lados, queriendo hallar la cara de muñeca que venías a buscar. Tus ojos pasaron por mi rostro, pero no se clavaron en mí, sino que siguieron en búsqueda de la muñeca disecada. No me reconociste. ¡Qué bueno! Aún me puedo arrepentir, olvidarme de esta locura... Pero no, ya estamos aquí. Que sea lo que Dios (o el diablo) quiera. Sé que bajo este cielo y estas nubes ya no hay lugar para el amor, y algo me dice que esta no será una buena tarde. Juro que no me vas a destruir otra vez.