Comenzaron, a un tiempo, a salir cada perro de su libro. Buscaban a sus dueños: iba Troylo husmeando entre plumas y carpetas. Salió, detrás de un ángel, el perro del "Diván del Tamarit", junto a otro que soñaba más bien ser golondrina. Se escapó de su historia un pequeño cachorro de seis días -Gloria Fuertes no estaba en el despacho-. Con corazón de música y de pena rastreaba entre los versos de Machado un perrillo sin huella.

No les di de comer ningún silencio, porque dice el refrán que si das a los perros de otros, te ladrarán los tuyos.